Aún atrapada,
como en una caja de fósforos:
espacio diminuto que sofoca y quema.
Apenas puedo estirar las piernas.
Cuando el cuerpo me duele tanto,
empiezan a caer las lágrimas
y se me desfigura la cara
junto con todas mis desgracias.
Duele.
Sufro.
Ayer pasó una mariposa
amarilla, brillante, hermosa,
rozó mi rostro.
Fue mágico.
Se desvaneció
como el viento deshace las nubes.
No significó nada.