—¿Estas listo?—exclamo la madre al verlo bajar.
—¿Que te pasa?— miró confundida al verlo bajando las gradas con gafas de sol oscuras, su chaqueta con capucha y una gorra.
Me duele la cabeza____exclamó Ian mientras abría la puerta sin que su madre pudiera revisar su apariencia.
Los Thorne se dirigieron al centro del pueblo, a recoger al señor Tiberius, en su trayecto, notaban todo tipo de cosas, desde el coche con la alarma sonando, gente corriendo, niños llorando, uno que otro peleándose un paraguas, y la tienda principal de Culvers repleta de pueblerinos.
Al dar vuelta en una esquina, se ve al frente el gran banco del pueblo, de 3 pisos todo de madera, con unas rejas al frente, y un oficial muy peculiar con una gran barba blanca, y una nariz enorme, quebrada hacia un lado, con ojos pequeños cubiertos por el montón de pelo que le cubría la frente.
Al parquear el coche, sale Ethan corriendo a saludarlo.
—Buenas tardes Don Centeo! — se acerca Ethan muy emocionado.
— Buenas tardes Ethan, ¿qué buena nueva me traes hoy?
— ¿Sabías que el Koala duerme 22 horas al día en promedio, dos horas más que el perezoso? está en mi libro de ciencia. — Le respondía Ethan entusiasmado.
—¡Pues más vale que no quieras tener ese récord jovencito!— interrumpió la señora Thorne con una sonrisa.
— Buenos días Margaret, ya casi sale su esposo.-- dice Don Centeo
— Muchas Gracias Centeo. — le respondió sonriéndole. — No buscarás refugio?
Ya se hace tarde. — le pregunto!
— Ojalá pudiera, pero es mi deber mantenerme en pie, protegiendo este lugar. — Mi cabina estará bien asegurada— respondió con rigidez.
— Tranquilo Centeo, nadie tiene duda que seas un buen guardián, pero digo, nada más grave que esta tormenta puede pasar — respondió asustada.
Claro que sí mi querida Margaret, los tiempos han cambiado, ya no son los mismos y muchos se han traicionado, y ellos... ellos prometieron volver— respondió con tristeza.
— Basta! — gritó eufórica, jamás digas...— bajó el tono de voz al ver que se encontraban en la calle.— El pacto es real, el pacto se hizo y se mantendrá. — Le murmuró al oído.
— Nunca se sabe Margaret, en el momento que menos lo esperemos puede pasar algo.
— Hola, querida —dijo el señor Tiberius al salir del banco—. ¿Esta todo bien? —
— Sss... ¡sí!—respondió con firmeza
—Vamos entonces— ¡Hasta Luego Centeo, cuida bien el fuerte!— Tomó la mano de su esposa, y le guiñó el ojo al policía, ella le hizo una mueca de sonrisa, algo incómoda por su comentario.
— ¿Está todo bien? los escuché discutiendo. — preguntó
—¡Sí todo esta bien!, él cree que "lo que se hizo no se hizo", y que ahora todos se traicionan.
— Eso no es cierto, tu y yo estábamos ahí cuando pasó. — respondió
—¡Ven aquí pequeño!—El señor Thorne alzó a su hijo mientras se subían al coche, y éste venteaba su mano a Don Centeo.
Los cuatro y Max se dirigieron a la autopista, para llegar al próximo pueblo, donde vivía la Tía Olivia, una mujer que los papás le decían a los niños había estado en la guerra y la cual tenía un búnker debajo de la casa, que por muchos años había preparado, y del cual se sentía orgullosa, ella era una mujer muy preparada, y ahí pasarían seguros la tormenta.
El cielo estaba muy oscuro, una lluvia ligera comenzó a caer, y hacía mucho frío, una neblina comenzó a cubrir la carretera, cuando en eso llegaron a un camino largo, lleno de piedras y árboles, el cual el pobre coche de los Thorne no pudo avanzar más.
—salgamos del coche—dice Tiberius.
Siguieron el camino, y lograron ver a lo lejos la casa de la Tía Olivia, una casa que tenía un árbol enorme, y lleno de hojas, que cubría todo el techo, abajo, entre unos troncos de madera estaba la tía Olivia una señora de 50 años, con una cara muy graciosa ya que tenía una nariz pequeña, de cabello negro y largo, cachetes bien grandes y rosados, cejas tan tupidas como un bosque y muy gorda, tan gorda que los botones de su vestido saldrían volando en cualquier momento . Al verlos hizo un movimiento brusco con la leña tirándola al suelo y empezó a correr, con unos piecitos pequeños que se cubrían por unas grandes botas azules.
¡MARGARET, MARGARET!— gritaba la Tía Olivia al ver que venían.
—¡BERMAN, BERMAN! ¡Oh, Dios, ya están aquí!—gritó de la felicidad.
—¡Hola Olivia!—¿Cómo estás? el coche quedó atorado entre las piedras. — decía Margaret con risa burlona al ver cómo corría su hermana hacia ella.
—¡Estoy bien, estaba preocupada porque se hacía tarde y no venían, ocupamos ir al refugio, no es bueno estar afuera cuando el día está así!— respondió exaltada.