Las mejores historias tienen un comienzo extraño, raro y en algunas ocasiones torpes acompañadas con algo de magia.
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Mis manos comienzan a sudar, mi corazón se acelera y poco a poco siento como el miedo comienza a apoderarse de mi cuerpo.
Jamás lograré entender el como llego a involucrarme en este tipo de situaciones, a este paso terminaré muerta un día de estos, aun que quizás ese día sea hoy.
—¡Vamos, salta! Ni que estuviera tan alto, miedosa —Escucho gritar a Michelle.
—¡Salta de una vez!—La apoya Jess—.Llevas cinco minutos ahí ¿Qué tan difícil es saltar desde la azotea?.
—¡Ustedes están locas!—Grito. Las miro desde arriba y siento mi estómago hacerse un nudo debido al miedo—¡Ni siquiera sé como me deje convencer!.
En caso de que este sea mi último día: Mi nombre es Blake Shepard Town, tengo 17 años y mi vida terminará debido a una contusión cerebral.
A pasos lentos y premeditados, me acerco un poco a la orilla para ver la altura a la que me encuentro. Apenas veo la distancia que es, siento como si esta aumentara en picada, tal y como muestran en las películas.
Observo a las causantes de esta maldita situación. Michelle sonrie de oreja a oreja al mismo tiempo que levanta ambos pulgares en aprobación mientras tanto Jess solo se dedica a observar con el ceño fruncido.
Michelle y Jessenia son mis mejores amigas desde los catorce años, aún que están locas y siempre me involucren en situaciones peligrosas que me llevan a bailar con la muerte, las adoro.
Sin duda alguna no entiendo cómo llegamos a ser tan unidas, es decir:cada una de nosotras es muy diferente en todo los sentidos. Somos como los escandalosos, pero nosotras seríamos más escandalosas, y eso lo habían comprobado varios locales de comida, debido a que cuando empezamos un pequeño debate y alguna empieza a perder, lanza comida como si de eso dependiera su vida, sin duda alguna estamos locas.
Nuestra amistad es peculiar, somos tan opuestas que por eso encajamos a la perfección. Michelle es más del tipo ruda, tiene activada la sinceridad al máximo y su lengua no posee filtro, normalmente es la causante de nuestras locuras. Luego está Jess: sencilla, a veces tímida, un poco callada, pero dicen que los callados son los peores, y están en lo cierto. Si alguna vez la haces enojar es mejor correr y esconderte porque nunca sabes cómo va a reaccionar, aun que por otro lado también es adorable, el tipo de niña a las que las abuelas vivían apretando sus mejillas. Y por último estoy yo, en realidad no sé como describirme, pero si debo hacerlo en una palabra, sería: temperamental. Soy esa clase de persona que se enoja rápidamente y la mayoría de las veces reacciona a los golpes ¿Qué? ¡No me juzgues! Eso son los daños colaterales de criarse con dos hermanos mayores hombres.
Doy una profunda respiración y vuelvo a entrar en pánico.
—¡No quiero morir virgen!, ¡Aún no he besado a nadie! —Aunque lo último sonará cliché es cierto.
Liam Shephard era el encargado de espantar a cada chico que se me acerque. Ni siquiera el hecho de irse a estudiar lejos de casa le impidió cumplir su cometido, siempre encontraba la manera de hacer que mi vida amorosa fuera inexistente.
En fin, volviendo a lo importante...
¡No puedo creer que haya aceptado saltar!¿En qué pensaba?, ¡Por supuesto que no pensaba!. ¡Son como dos metros de altura!mínimo hoy me rompo la cabeza, o tal vez solo una pierna.
—No tuvimos opción, Saltamontes, la pequeña panda ganó la partida de UNO y esto escogió como castigo. Así que ponte tus pelotas simbólicas y salta de una vez, ¡no seas llorona!. Yo salté y aquí me ves vivita y coleando —Michelle da una vuelta sobre si misma para comprobar su punto.
—¡Te lastimaste la rodilla! —Señalo la pequeña herida que ya ha parado de sangrar.
—¡O saltas o subo y te ayudo a saltar! —Grita molesta. Sin duda ya está frustrada pero ¡No todas nos creemos Spiderman o Batman!.
—¡Está bien, saltaré!.
Empiezo a caminar hacia atrás para poder tomar un poco de impulso. Miro al cielo, espero que Dios escuche mis súplicas, y tal vez me otorgue un superpoder para salir ilesa. Respiro profundo y comienzo a correr, y cuando estoy a centímetros de saltar, alguien grita logrando desconcentrarme.
—¡Detente, Blake! —Reconozco la voz de Cody.
Intento frenar pero ya es muy tarde, su grito me ha asustado y he perdido el equilibrio, provocando que caiga. En un vano intento por rescatarme como lo hacen en los libros y en las películas de Disney, Cody adopta la posición de los príncipes cuando van a atrapar a su princesa, pero esto es la vida real, por lo tanto las cosas suceden diferente.
¿Lo bueno? Su cuerpo amortiguó mi caída, ¿Lo malo? Lo acabo de dejar como una alfombra.
»¿Pero qué diablos te sucede?.- Pregunta en un susurro.
Siento todo mi cuerpo doler, ni siquiera me quiero imaginar cómo le duele a él.
Me levanto de inmediato ignorando la punzada en mi cabeza acompañado de un dolor en mi costilla. Le ofrezco mi mano para ayudarlo y él no duda en tomarla.
—¡Oh!. Eso te pasa por creerte Superman cuando no llegas ni a kick-Ass. ¿Qué haces aquí, imbécil? —Pregunta Michelle con un tono de asco.
El desagrado de mis amigas hacía el chico que intentaba algo conmigo no es un secreto para nadie.
—¡Oh, tú cállate!. No vine por ti, créeme que si fueras tú la que va a saltar, me pongo un disfraz de animadora y te echo porras para que lo hagas —Y aquí vamos de nuevo, así es como empieza una discusión sin fin entre ambos.
Detesto esto.
Por una vez quisiera que se lleven bien, tan solo por un momento quisiera ser una adolescente normal sin situaciones en donde juego con la muerte, y que mis amigas se lleven bien con el chico que... ¿Me gusta?.
Frustrada por la situación, miro al cielo en busca de ayuda, pero al parecer Dios está de vacaciones.