Desde que somos apenas unos críos nos enseñan que el amor es lo mejor que puede ocurrir en la vida, por las novelas que suelen ver nuestros padres, o aquellas películas que están semana a semana en las carteleras.
A los más peques nos ponen esas caricaturas donde o se pelea contra monstruos que buscan destruir la tierra, o se encuentra una princesa en peligro que necesita un príncipe azul para ser salvada.
Conocí al que creí como mi príncipe azul desde una edad bien temprana, al ir en mi primer día de colegio, ya lo había visto antes, claro estaba, vivía en mi mismo barrio. Yo estaba siendo aquella princesa en apuros que deseaba que él subiera aquella torre a rescatarla, para al final darle un suave beso y vivir el felices por siempre.
Todo eso eran puras mentiras y patrañas.
A los quince vi como el amor de mi infancia empezaba a salir con una chica que parecía una muñeca de porcelana. Y yo me quedaba desde mi ventana viendo cómo se iban a una cita.
Cada chico al que conocía me hacía lo mismo, le conocía, conversábamos, nos llevábamos bien, y a la semana salía con alguna chica.
Hoy en día ya no quiero creer en aquella mentira que es el amor, algo que se nos vende a las personas, quisiera guardar mi corazón en un cofre con un candado y lanzarlo al mar para no ser abierto jamás.
Claro que los planes no siempre salen como queremos. A veces el cofre no alcanza ni a tocar el agua.