Cuando el mundo evoluciono, lo primero que cambio en la tierra fue el hombre y la mujer que lo habitaban, quienes dejaron sus inhóspitos cuerpos humanos para entonces absorber aquellos regalos de la naturaleza que en el planeta habitaban desde millones de años atrás. Fue una empoderación simple, primitiva y poco creativa por parte de los primeros resilientes, ya que lo primero que tomaron fueron los cuatro elementos básicos de toda civilización: fuego, agua, tierra y aire. En cada uno de los cinco continentes del planeta se manejaba un elemento distinto, pero hubo uno que se distinguió sobre los otros al tomar algo en lo que era basto y rico: los minerales.
Hierro, oro, plata, bronce, cobre, plomo, zinc, estaño, manganeso, molibdeno, cobalto, tungsteno, titanio, cromo, platino, plutonio, uranio, radio, torio y millones de minerales fueron absorbidos en los cuerpos humanos hasta que eran prácticamente cuerpos móviles hechos completamente de minerales puros. Hubo quienes solo pudieron manejar un mineral, pero hubo otros que dominaron todos a la vez, algo que más adelante les costaría la vida.
Y, cuando muchos creyeron ser más fuertes que sus similares, empezó una sangrienta guerra por hacerse con el poder absoluto sobre la nueva especie; al tratar de controlar la situación, muchos se terminaron por extinguir y los resilientes de los elementos aire y tierra prácticamente se terminaron desvaneciendo del mapa. Solo hasta que apareció una mujer completamente humana, sin ninguna capacidad sobre algún elemento o mineral para poner en orden el sangriento enfrentamiento, los resilientes finalmente se detuvieron. La humana, de nombre Kallistê, sería nombrada la primera gran reina del nuevo imperio y asentó la capital en el extenso terreno en el que ella había nacido, crecido y educado por las leyes de la naturaleza.
Llamó a su reino Ildanya y, su capital, Kalliskâ-mon, que significaba "El ombligo de Kallistê"; a sabiendas de que no podría gobernar y mandar sobre toda la extensión del planeta, Kallistê decidió otorgar grandes extensiones de tierra a las familias más poderosas del reino para ganarse su favor y apoyo en su reinado. Con ello, el reino empezó a prosperar; cuando Kallistê cumplió los 30 años, sus consejeros Zephaniah Helbram y Zagreo Imperaton (los líderes de las familias más poderosas de Ildanya) la obligaron a tomar a un hombre para dejar un descendiente en el trono de Ildanya y estabilizar el reino. Para que la reina eligiera a su esposo y futuro rey de Ildanya, sus consejeros organizaron en sus propias residencias dos fiestas de presentación, en la que serían presentados todos los hombres y mujeres de 21 años en adelante. Kallistê entonces conocería al hermano menor de su consejero Zagreo, Hades Imperaton, a quien elegiría como esposo aun cuando éste era menor que ella por 6 años. Con la unión, nacerían 5 príncipes y 2 princesas, pero ninguno obtuvo los dones del clan Imperaton, sino que conservaron la completa forma humana de su madre; al morir Kallistê, le correspondió el lugar a su hija mayor, de nombre Hécate.
Conforme fueron pasando las generaciones y los años en el reino de Ildanya, este se convirtió en un poderoso lugar en el que era un acontecimiento extraño conocer a algún ser completamente humano, ya que los humanos habían prácticamente desaparecido de la Tierra, exceptuando a los miembros de la familia real. Y es que, cuando los miembros de los clanes se casaban, su mayor objetivo era producir nuevos resilientes que obtuvieran dones nuevos en la sociedad; poco a poco, nuevos dones empezaron a aparecer entre los miembros y, tan pronto se sabía de ellos, se buscaba obtener un tratado o convenio con la familia del nuevo atrayente para ser los primeros en ser presentados y obtener mayores oportunidades de casarse, trayendo a sus líneas sanguíneas aquellos nuevos dones.
Pasó un milenio y fue justo en el reinado de la reina Althea cuando aparecieron no uno sino tres nuevos resilientes que obtuvieron la atención de la propia reina de Ildanya; tres hijos nacidos del matrimonio entre el futuro líder del clan Throill, Grawa, y la miembro del clan Dael, Aysel, habían sido los responsables de que, de un día para otro, sus padres se convirtieran en los objetivos de las casas más grandes y poderosas del reino. Todo con tal de obtener el beneficio de ser presentados con mucha antelación a los tres sucesores del clan Throill.
Sus nombres eran Hakkon, Leto y Raisel;
Fueron por días la sensación y el cotilleo de la sociedad hasta que apareció una terrible noticia que traería terribles y graves consecuencias: Aysel, la madre de los trillizos, había muerto luego de haber luchado por días contra una hemorragia interna que la haría agonizar hasta el último de sus respiros.
Fue con esta noticia que el frenesí hacia los trillizos termino, ya que había una costumbre y dicho entre la sociedad que hablaba sobre el mal presagio que pasaba cuando te casabas con descendientes que habían perdido a sus madres o padres a los pocos días de nacer. Las propuestas rápidamente fueron retiradas de la casa Throill y, cuando la matriarca de los Throill se dio cuenta de esto, pidió a Grawa que se hiciera cargo de sus hijos antes de que más desgracias acontecieran en su clan. Según la tradición, para recuperar la buena fortuna y conseguir el éxito para los pobres huérfanos, los hijos debían ser depositados en el seno familiar del progenitor que había fenecido.
Así, los trillizos fueron enviados al clan de los Dael, quienes se encargaron de criarlos y educarlos según sus costumbres en tanto que su padre buscaba conseguir nuevas propuestas para sus tres hijos. Sin embargo, su empeño no sirvió de nada y los trillizos tuvieron que aguardar una larga espera para ser conocidos y admirados por la sociedad, quienes nunca los olvidaría, aunque pasaron dos décadas después del deceso de Aysel del clan Dael. Pero la espera habría terminado en poco tiempo y ellos podrían reclamar toda la atención que se les había arrebatado cruelmente de las manos.