Un investigador de lo paranormal se reunió con una mujer mayor para ver una situación especial, en una casa que estaba cerca de una ciudad perdida en el campo, cerca de unos grandes acantilados, se notaba que el lugar tuvo mejores tiempos, el pueblo parecía salido de un libro de historia, donde los años no había pasado, el clima era frío para la época.
— ¿Y me dice que esto pasa justo cada cinco años? — dijo el hombre concentrado en el relato que escuchó de la dama frente a él.
— Sí, Don Gabriel, según supe desde hace al menos 100.
— No pueden ser accidentes o coincidencias.
— Justamente en el mismo día cada cinco años un hombre cualquiera sale de su casa sin ningún motivo aparente, camina hasta un acantilado, haya lluvia, frío o calor, y se tira a una muerte segura. No lo es.
— ¿Y por qué cree que es algo de mi área?
— Unos días antes que mi esposo muriera estuvo muy extraño, caminaba por ese lugar más seguido de lo normal, una vez habló dormido, y nombró a una mujer, Perisa.
— Disculpe, no quiero ser impertinente, pero no sería una amante — dijo suave el hombre rubio.
— Pensé que diría eso, pero vea lo que encontré unos años luego de su muerte — se levantó muy lento, a su edad, 80 años, todo le costaba, trajo una grabadora antigua, una reliquia para esos años.
En el visor se vio a un hombre delgado, que estaba acomodando la pantalla para que se viera un sector de un campo al lado de un acantilado, al fondo se veía un plácido mar, empezó a caminar.
— Perisa ¿Dónde estás? — preguntó nervioso el varón.
Se escuchó un sonido suave, como si el viento pasara por unas ramas, luego se vio que el pasto era aplastado con forma de pie humano, pero no se apreciaba a nadie en el lugar.
El hombre pareció abrazar y besar el aire, luego caminó y los pasos invisibles lo siguieron, estuvo conversando cosas sin sentido, y se despidió del ser que no se veía, espero unos minutos y fue a apagar la cámara. Al quedar oscura, los dos seres quedaron un momento en silencio.
— Ahora entiende porque creo que es un ser sobrenatural — preguntó la anciana serena.
— Voy a ir a revisar, le avisaré si encuentro algo.
— Gracias — le sonrió la señora y lo acompañó a la puerta de su hogar.
Esa tarde Gabriel fue a ver la pradera, era preciosa, con muchas flores, el aire era fuerte, se concentró para ver si sentía alguna presencia espectral, pero todo era normal, se iba a retirar cuando alguien le habló.
— ¿Qué busca extraño? — el hombre pareció haber aparecido de la tierra, no escuchó sus pasos.
"Debe ser por el viento que no lo sentí, no veas cosas extrañas en todo".
— Estoy investigando los suicidios ocurridos en esta época, cada cinco años — le respondió.
— Eso es obra de la mujer de la voz triste — dijo el hombre de mediana edad.
— ¿Quién?
— Dice la leyenda que una mujer muy bella vivía en este lugar, se enamoró de un hombre que vino a hacer algunos negocios, pero él solo jugó con ella, a los meses la dejó, la joven desesperada se suicidó en este lugar. Faltan tres días para que se cumpla otro aniversario, quien escucha la voz de la fantasma muere. Siempre — terminó muy serio el desconocido.
El investigador miró a todos lados, no se veían vestigios de construcciones, si era verdad lo que le dijo el tipo tenía que haber ocurrido hacía muchos años atrás.
— Disculpe, cuando más o menos fue... — las palabras quedaron en su boca sin salir.
Ya no había nadie atrás, ni cerca de él.
Gabriel fue al pueblo, directamente a la biblioteca para investigar en los registros que había de verdad en lo que le contaron. Aparte de la información de los suicidios, encontró una alusión a que allí fue donde, por el 1900, se reunía un grupo para hacer sacrificios humanos, los miembros fueron descubiertos cuando desmembraban a una niña de 14, los del lugar los lincharon allí mismo, y sus restos fueron arrojados por el acantilado.
Esa noche él se alojó en la única hostal del pueblo, donde normalmente solo en verano llegaba gente a pasar sus vacaciones, por eso el dueño vio con curiosidad al hombre de pelo crespo y ojos claros. En su habitación analizó todo, pero era tan poco lo que averiguó, solo que parecía que el lugar atraía sucesos sangrientos, al buscar en internet Perisa, había una pequeña alusión a un demonio, nada más. Al otro día, al encargado del hotel le preguntó por la parroquia, iría a hablar con el sacerdote, normalmente ellos tenían siempre información valiosa para él.
El rubio le explicó sobre la situación que andaba investigando, el otro lo miró de forma extraña, pero como eran pocas las personas que iban por ese lugar, incluso los locales, se alegró de poder hablar con alguien.
— Efectivamente hay una terrible coincidencia, raro, pero no creo que haya otra explicación, siempre por estos días, cada cinco años, un hombre aparece muerto por los acantilados — no dejaba de mirar al hombre, se veía normal, nadie pensaría que era un investigador paranormal, que loco estaba el mundo pensó — por eso mucho de los residentes ya no van por esos lados.
— ¿Pero que se decía que podría ser la causa de tantos suicidios? Alguien debe tener alguna idea.
— Tal vez esto le sirva, es solo parte de la leyendas locales — le mostró el diario del uno de los antiguos párrocos — hace como 100 años hizo una anotación en los registros de fallecimiento, fue de una jovencita que murió en ese lugar, pero no se especifica en qué circunstancias ocurrió, eso es raro ya que el encargado de ese tiempo era muy meticuloso en ese sentido, solo dejó constancia que el cuerpo de la joven nunca fue encontrado — lo miró desde atrás de sus lentes — se murmuraba que era una bruja.
— Gracias — se llevó todo lo que podría ayudarle, fotografiado en su celular.
Pasó de nuevo al prado, todo era muy apacible, estaba algo helado el aire, pero nada que no se pudiera aguantar, volvió a tratar de sentir algo, en ese momento un suave murmullo se escuchó por todo el lugar, al principio pensó que era la brisa en los árboles, para luego convertirse en el canto de una jovencita, que lo sorprendió porque no se veía a nadie. Al rato empezó a caminar hacia esa voz, parecía un zombie, sus ojos fijos, iba directo al acantilado.