Al llegar a casa, encuentro a mi padre sumido en el resplandor hipnótico de la televisión. Mientras me acerco, la atmósfera en la sala se carga de seriedad y preocupación.
La estación de policía insta a la comunidad a extremar precauciones, especialmente durante las tardes y noches. El aire se torna denso con la gravedad de la situación. Mis ojos encuentran los de mi padre, reflejando la misma preocupación. La noticia resuena como un eco inquietante, recordándonos que, incluso en lugares apacibles como Sudbury, las sombras de la violencia pueden extenderse.
La advertencia de la policía resuena en mi mente mientras el presentador da consejos sobre andar en grupos y evitar áreas poco iluminadas. La seguridad del hogar cobra un nuevo matiz, y la rutina cotidiana se ve teñida por la sombra de la incertidumbre. Con la imagen del asesino serial acechando en el trasfondo, me pregunto qué más podría deparar el destino en este tranquilo rincón de Sudbury.
A medida que profundizo en la noticia, descubro que la identidad del asesino sigue siendo un misterio envuelto en sombras. El rastro siniestro de crímenes revela un patrón espeluznante: desmembramientos y víctimas de ambos géneros, una firma macabra que envuelve a Sudbury en un escalofrío colectivo.
Lo intrigante es la conexión a un apodo particular que ha tomado el asesino, resonando como un eco retorcido de sus acciones: "El Enigma del Joker". La elección de este apelativo no solo sugiere un vínculo con los crímenes, sino también una macabra fascinación por el caos y la obscuridad.
La carta que deja en cada escena del crimen, marcada con el distintivo del Joker, añade un elemento de teatralidad a su violencia. Las palabras escritas con una caligrafía maníaca revelan un juego siniestro detrás de cada acto. ¿Es este asesino un amante del caos, un estratega maestro, o alguien empeñado en sumergir Sudbury en una pesadilla interminable?
Las autoridades, aún desconcertadas, trabajan tenazmente para descifrar el enigma detrás del Joker. Mientras Sudbury se convierte en el escenario de este oscuro juego, la inquietud se cierne sobre la ciudad, y las sombras, antes ignoradas, toman una forma más visible en las calles tranquilas y los rincones oscuros de la ciudad. ¿Cómo enfrentará esta comunidad pacífica la presencia del Joker en su seno? La incertidumbre crece con cada día que pasa, y la pregunta persistente flota en el aire: ¿quién es el enigma detrás del Joker?
—April después de esta noticia, no quiero que salgas sola a altas horas de la noche. Siempre anda en grupos, ¿de acuerdo? -mi padre, preocupado, me advierte con seriedad.
—Papá, en Sudbury siempre hay algún caso, ¿recuerdas? Aquí estamos seguros. No te preocupes tanto -le respondo intentando calmar sus temores.
—No sé, hija. Este asesino parece diferente, más peligroso. No me gustaría que te arriesgaras.
En ese momento, Nana entra en la sala y nos anuncia que la cena está lista. La atmósfera tensa se disipa momentáneamente al olor tentador de la comida casera.
—Vamos a cenar y luego podemos hablar más sobre esto, ¿de acuerdo? -sugiere Nana, su tono suave añadiendo un toque de tranquilidad a la conversación. Nos dirigimos hacia la mesa, pero la sombra del Enigma del Joker sigue presente, tejiendo sus hilos oscuros en nuestra rutina aparentemente tranquila.
La mesa se llena con los aromas familiares de la cena casera preparada con esmero por Nana. Mientras compartimos la cena, el tema del asesino en Sudbury persiste en la conversación. Mi padre, preocupado, sigue insistiendo en la importancia de la precaución.
—April, no puedo dejar de preocuparme por ti. Es mejor prevenir que lamentar, ¿no lo crees? -Mi padre busca mi mirada con un rastro de ansiedad en sus ojos.
—Lo sé, papá. Estaré atenta y seré cuidadosa, lo prometo. Además, siempre salgo con Mary y otros amigos. No estaré sola -respondo con seguridad, tratando de aliviar sus preocupaciones,
Nana, con su sabiduría calmante, interviene. La seguridad es lo primero.
—No subestimen las precauciones, queridos. En estos tiempos, es mejor no correr riesgos innecesarios.
La cena transcurre entre conversaciones que buscan alejarnos de la sombra del peligro. Después de cenar, me retiro a mi habitación, pero las noticias sobre el asesino en Sudbury siguen resonando en mi mente.
Mientras me preparo para dormir, la idea de que un asesino en serie esté operando no muy lejos de aquí agita mi tranquilidad. Aunque trato de despejar mi mente sumergiéndome en las páginas de un libro, la inquietud persiste, recordándome que, a pesar de la aparente calma, las sombras pueden esconder amenazas reales.
La noche avanza, y mientras me sumo en el sueño, me pregunto cómo esta nueva amenaza se entrelazará con mi vida en Riverdale, tejiendo una trama aún más intrincada y peligrosa de lo que pude haber imaginado.
La mañana se despierta suavemente con el resplandor dorado que se filtra a través de las cortinas. Me levanto, me cambio de ropa y bajo las escaleras hacia la cocina, donde Nana está ocupada preparando el desayuno con su habitual cariño y esmero.
—¡Buenos días, querida! -me saluda Nana con su amabilidad habitual.
—Buenos días, Nana. ¿Mi papá ya se fue a trabajar? -pregunto mientras tomo asiento a la mesa.