Julia
Estaba harta, de Marcos y de sus estúpidas tonterías. Ahora era capaz de hacer que unos técnicos mintiesen sobre la causa de la avería del agua caliente, y todo porque quería vengarse de mi intento por quitármelo de encima. Para una vez que tomo una decisión para darle su merecido a ese idiota, caigo en mi propia trampa. En dos días se había posicionado en el primer puesto de "personas más odiadas por Julia". Bueno, mejor dicho, compartía la medalla de oro con mi padre, si es que se le podía llamar padre.
Mi madre siempre había cargado con una doble responsabilidad en cuanto a la crianza de su hija se refería. Nunca había tenido una figura paterna, pues ese miserable abandonó a mi madre apenas semanas después de saber que estaba embarazada. ¿Cómo se le podía llamar padre a una persona tan miserable? De modo que desde siempre opté por olvidar que existía para mí. En mis veinticuatro años, jamás se había preocupado por su hija, y a juzgar por su interés yo no pensaba ser la que diese el primer paso.
Mi indecisión me beneficiaba en ese aspecto: Yo no quería darle el gusto de que en algún rinconcito de mi corazón sintiese algo más que odio hacia él. Era lo que se merecía, ni más ni menos. Aunque, en realidad, todo lo malo que pudiese sentir era poco en comparación con lo que nos hizo a mi madre y a mí. La palabra "padre" no entraba en mi vocabulario, y "Marcos" tenía toda las papeletas para ser añadido a esa lista.
Mi rabia me llevó a un estado de ensoñación de la cual desperté tras escuchar cómo los chicos de mantenimiento llamaban a la puerta. De modo que con resignación acepté a que evaluaran el problema aún sabiendo cuál sería el veredicto y, por ende, su terrible consecuencia:
— Buenos días, venimos a revisar el sistema del agua caliente –comentó uno de los dos chicos de mantenimiento.
— Buenos días, pasad por aquí –les devolví el saludo al tiempo que los guiaba hasta el cuarto de baño.
Veinte minutos después de hacer mil y una comprobaciones, los profesionales localizaron la probable fuga que había en una de las tuberías que conectaba mi ducha con la caldera principal. O lo que significaba lo mismo, le dieron la razón a Marcos. El niño mimado se salió otra vez con la suya, aunque la puntualización que hizo el otro chico de mantenimiento hizo sembrar la duda:
— Está dando problemas esta tubería, otra vez –explicó recalcando que ya se había repetido más veces el mismo problema con anterioridad–. Tendremos que levantar toda esta zona de la ducha para dar con la fuga y repararla.
— ¿Ya había pasado lo mismo antes? –pregunté yo en busca de la confirmación a mis últimas suposiciones.
— Sí, se lo comentamos al chico que había antes: Si volvía a ocurrir, tendríamos que buscar la fuga –concretó el técnico.
— De acuerdo, ¿y cuándo estará reparado? –proseguí con el asunto que más me preocupaba.
— Puede que en un par de días, lo hablaremos con la supervisora para que mientras puedas quedarte en otro estudio –trató de consolarme el que parecía ser más simpático.
— Gracias –musité algo desconsolada.
Una vez que los técnicos de mantenimiento se marcharon, no me quedó otra que coger mis utensilios de aseo personal y mi ropa. Tendría que ducharme en los vestuarios del hospital, tal y como yo había escrito en la nota que aún seguía colgada de la puerta. "Puff, ¡cuánto te odio, Marcos!", grité para mis adentros a la vez que arrancaba el papel y lo arrugaba para después tirarlo en la primera papelera que me encontrara a mi paso. Y, como no, me crucé con mi querido compañero saliendo ya del vestuario:
— ¿Qué, tenía razón? ¿La tubería tenía una fuga, verdad? –soltó como si disfrutase de mi desgracia.
— Efectivamente, pero eso tú ya lo sabías –recalqué mis últimas palabras.
— Claro... ¿En serio pensabas que iba a mentir por ti? ¿Que todo giraba a tu alrededor, "niña cobarde"? –gimoteó envalentonándose por darme una lección.
— No tengo ganas de discutir –murmuré intentando hacerme la fuerte, aunque la valentía siempre había sido mi punto débil.
— Yo tampoco, estoy muy cansado... Ha sido una noche un poco intensa –esbozó Marcos con una sonrisa traviesa.
— Sí, ya nos hemos peleado bastante –puntualicé.
— No me refería a eso. Marta y yo nos hemos peleado, y luego –hizo una breve pausa antes de continuar– nos reconciliamos... Puff, una reconciliación que me ha dejado hecho polvo.
— Me alegro por ti –fue lo único que se me ocurrió decir ante las idas y venidas con su novia y otro tipo de polvo que habían hecho–. Si me dejas pasar, quiero ducharme.
— Por supuesto, ¡ducharse en el vestuario, qué buena idea! –exclamó él con ironía mientras yo pasaba a su lado y lo apartaba con brusquedad–. Cuidado, no te hagas la valiente conmigo, tienes mucho que practicar, "niña cobarde" –me susurró a modo de amenaza.
Yo no era valiente, a quién quería engañar, y por mucho que practicara no lo lograría. Lo único que había conseguido hasta ahora era caer una y otra vez en la misma trampa. Así que lo mejor que podía hacer era pasar de él y evitar el mínimo contacto. Ya ni siquiera me molestaría en mostrar mi buena cara cuando estaba con Marcos delante de los pacientes. Lo de tener una relación única y exclusivamente profesional también había expirado, ahora nuestra comunicación sería nula.
Llegué a la tercera planta, la planta de pediatría, la planta que me vería crecer como enfermera y de la que no me trasladaría. Me gustaban los niños, ese no era el motivo, sino que más bien me daba miedo hacer algo mal. Poner una vía, curar una herida que dolería solo con tocar o cualquier otra cosa desagradable para los adultos, se incrementaba con solo hablar de la corta edad que tenían estos pacientes. Y eso era lo que más temía, me aterraba no hacerlo bien y mi inexperiencia no ayudaba en ese aspecto.
Se suponía que después de mi primer día de aprendizaje, el resto de la semana trabajaría bajo la supervisión de mi compañero. No obstante, si se trataba de Marcos, él mismo podía pasarse las normas por el forro. Había comprobado que para él no existían las reglas en este hospital, era "palomita blanca". Y su mote de niño mimado le venía como anillo al dedo. Además, a ello se le sumaba nuestra reciente discusión y mi negación a mantener cualquier tipo de relación.