Ilusiones Ópticas

Capítulo 9

Julia

¿Qué quería ahora el idiota de Marcos pidiéndome perdón? ¿Y por qué, acaso había algún motivo en concreto? Porque razones había muchas. Pero más allá de la nueva jugarreta que mi ya solo compañero de trabajo estuviera tramando, su semblante quería hacerme creer que de verdad lo sentía y que esto no era otro de sus engaños. Su forma de acariciarme el hombro me recordó a la primera vez que me hizo llorar al tratar de echarme de su apartamento, si bien esa podía ser la causa de semejante explosión de culpabilidad: mis lágrimas.

Por mi parte, opté por no rebatir sus disculpas. Simplemente continué con mi llanto, aunque a decir verdad no pude contenerlo. La mala noticia que recibió la paciente de la habitación 212 despertó mis viejas pesadillas y el temor a que, en una de esas visitas médicas, mi madre escuchase esas palabras. Metástasis, un término que con solo pronunciarlo me helaba el corazón y congelaba todo mi ser, menos mis ojos, esos que nunca reprimían la forma de expresar dicho malestar. Y Marcos estaba allí, inmóvil, contemplando cada una de las lágrimas que recorría mi rostro, sin preguntar el por qué.

Ninguno quisimos saber las razones por las que el otro actuaba de esa forma, y en el fondo lo agradecí. Cuando al fin me repuse, lo miré con extrañeza y retiré su mano que aún seguía sobre mi hombro. Él me devolvió una mirada indescifrable y yo me dirigí al baño para lavarme la cara. Tuve que abandonar la planta de oncología, no me encontraba con fuerzas para transmitir mi positividad a los demás hospitalizados. En todo caso, les contagiaría mi negatividad, y no permitiría que eso les repercutiese. Así que el resto de la mañana lo pasé deshaciendo mi pequeño equipaje tras regresar a mi apartamento.

Ya por la tarde y en la planta de pediatría, proseguí con mi mutis sin ni siquiera dirigirle la mirada a mi colega. No obstante, por el rabillo del ojo controlaba cómo me vigilaba mientras andaba de aquí para allá como si estuviese esperando alguna respuesta por mi parte. Era de esas personas que pensaba que cada cual obtenía su merecido, y si, por muchas veces que el enemigo se hubiese equivocado, éste llevaba a cabo el simple acto de disculparse, merecía una oportunidad, solo una. Eso trajo a mi mente la frase que me hizo sospechar que había algún nexo de unión entre Sol y Marcos: "Dale una oportunidad". Y justamente ahora mismo yo me encontraba en semejante tesitura.

— Lo estoy pensando –le solté sin dar más explicaciones.

— ¿Qué? –me miró él con cierta incredulidad y el rostro algo desencajado, como si mi intervención le hubiese pillado desprevenido.

— Que me estoy pensando si te perdono –añadí para disipar cualquier duda, a lo que Marcos sonrió demostrando cierta felicidad por mi comentario.

— He oído que ya han arreglado la avería de tu apartamento –esbozó al margen del resto–...

— Sí, de mi apartamento –recalqué el determinante "mi".

— Julia, lo siento –repitió sus disculpas volviendo al tema inicial de la conversación, y entonces se marchó sin esperar a que dijese nada.

No llegaba a comprender la bipolaridad de este chico, a veces ángel y a veces demonio. ¿Qué era lo real y qué lo ficticio? Compadecía a su pobre novia, pues yo que no era ni capaz de convivir con alguien con ese carácter, mucho menos podría enamorarme de él. En fin, decían que para gustos, los colores, y yo no era quién para criticar su amor...

Cuando volví a mi estudio tras acabar mi turno, llamé a mi madre por teléfono y sentí cierta preocupación en su tono de voz. Intenté sonsacarle el motivo, pero ella se hizo la remolona y no quiso desvelarlo. De forma que opté por inventar una falsa interferencia para cortar la comunicación y devolverle la llamada a modo de videoconferencia. Así podría ver su rostro y detectar qué era aquello tan importante para ocultarle a su hija:

— Me he conectado al wifi privado del hospital, parece que la cobertura aquí no llega demasiado bien –traté de justificar el motivo de mi videollamada.

— Déjalo, que no funcione la cobertura, así veo a mi preciosa hija –musitó mi madre con su sonrisa forzada, lejos de la naturalidad que la caracterizaba.

— Mamá, ¿piensas decirme qué es lo que te pasa de una vez? –insistí presionándola y demostrando que yo también sabía ser autoritaria si me lo proponía–. No pararé hasta que me lo digas.

— No es nada, de verdad, cariño. Me llamaron del hospital para la revisión del cáncer de mama –soltó pero con un matiz en su voz que me hizo ver que aún guardaba algo más de información. No obstante, omití esa alerta que en mi cabeza me pedía indagar más sobre el tema.

— ¿Para cuándo te han dado cita? –pregunté callando las vocecitas que me decían que había algo más que no quería contarme.

— Esta mañana ha sido –refirió mi madre en tono serio–, y tengo que volver para hacerme más pruebas.

— ¡¿Cómo?! ¡¿Por qué no me habías dicho nada?! ¡¿Qué ha sido lo que te han dicho y qué pruebas necesitan hacerte?! Cuéntamelo, y no me mientas: Sé que si necesitan realizar más pruebas es porque han visto algo raro –comenté de seguido sin darle opción a mi madre para que pudiese evadir cualquier excusa que estaba pensando.

— No quise preocuparte. Simplemente me han hecho una revisión y han visto algo raro. Tengo que hacerme una mamografía y una resonancia magnética, pero no es alarmante –intentó ella apaciguar mi inquietud sin lograrlo.

— Mamá, que ya no soy la niña de dieciséis años que podías convencerla de que todo eso no significaba nada malo –la confronté tirando de la escasa valentía que habitaba en mi interior–. ¿Cuándo tienes la próxima consulta con el oncólogo?

— Dentro de dos jueves –respondió mientras yo lo anotaba en el calendario de mi teléfono móvil, activando un recordatorio.

— Vale, intentaré pedir el día para acompañarte –musité preparada para escuchar todo tipo de reproches que no llegarían a ningún sitio.

— Está bien, cariño. No trataré de convencerte, ya eres una mujer adulta –se sinceró mostrando la preocupación que había intentado ocultar hasta ahora–... Bueno, ¿y qué tal la semana? ¿hay algún compañero que...? –cambió de tema mi madre, dirigiéndolo hacia otros derroteros muy distintos.




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