Ilusiones Ópticas

Capítulo 10

Marcos

Amanecí cansado después de un largo día de trabajo. El jueves doblé turno, en el hospital y en el loft de invitados. Y es que la forma que gastaba para olvidar mis preocupaciones sobre Julia ya se había convertido en mi vía de escape habitual, y mi novia formaba parte de dicha ecuación. Sus incesantes súplicas por descubrir mi nuevo alojamiento hicieron que no me quedase más remedio que aceptar su visita. Aunque sonase como algo negativo, era la realidad. Estar a escasos metros de mi padre y que éste pudiese pillarnos era una posibilidad que incrementaba mi inquietud a niveles estratosféricos.

— Te noto preocupado –musitó Marta aún con la voz ronca de recién despertada.

— No es nada –murmuré ante mi asombro. Era la primera vez que mi chica se interesaba por lo que me pasaba. No teníamos ningún acuerdo sobre hablar de temas personales, pero al igual que lo nuestro era una mera diversión, establecer otro tipo vínculo no era lo que buscábamos.

— No me mientas, estás ausente –me recriminó denotando que estaba en lo cierto–. Y no me digas que es porque te he hecho trabajar demasiado esta noche.

— Ja, ja, ja –rompí a reír, por ahí iban los tiros del doble turno, y no me refería a mi trabajo sino a otro tipo de juegos–. Es por mi padre, vive justo al lado –mentí sobre el motivo, pese a rogarme la verdad.

— ¿Y qué más da? Pensaba que ya no tenías que darle explicaciones a nadie –comentó llena de razón. Ella no conocía mucho de mi vida privada, tan sólo que yo me había distanciado de mi familia y que mi padre era el director del hospital y mi madre, una enfermera. No sabía nada de que Sol, la misma "Jefa Suprema", era mi progenitora.

— Sí, hasta que tuve que aceptar quedarme en el loft de mi padre. Pero no importa, de verdad... Anda, vamos a la cafetería a desayunar –y la tomé de la mano para levantarla de la cama.

— Ay, ¿tan pronto? –gruñó en un intento de enfado–. ¡Cómo se nota que estás acostumbrado a madrugar! Y yo a trasnochar, este finde me toca currar hasta que cierre el pub...

— Lo que pasa es que me dejas dormir poco –espeté a modo de indirecta.

— Ahh, ¿con que ahora soy yo la única responsable de no dejarte dormir? Llevas una semanita que –contraatacó ante los movidos encuentros que teníamos últimamente–...

— Bueno, bueno... Vístete y vamos –y la besé despegándome de sus labios en el momento preciso en el que Marta intentaba llevarme de nuevo hacia la cama.

Mi novia no se equivocaba, estaba utilizando la pasión que sentía por ella para desechar lo que en realidad me rondaba por la mente. En cierto modo, estaba utilizando a Marta, sí, utilizándola. Y eso hacía que yo me sintiera mal conmigo mismo. Lo mejor sería espaciar nuestras visitas y reprimir el desenfreno que me llevaba exhausto estos días. O no, porque el hecho de continuar con mi no-relación amorosa me mantenía ocupado en no buscar el significado de lo que fuese que me preocupaba de Julia.

Marta y yo empleábamos el término de "novios" para referirnos el uno al otro, pero no delante de los demás, puesto que no lo éramos como tal. No nos llamábamos amigos, ya que no compartíamos el tipo de confesiones propias de ellos. Tampoco manteníamos una relación afectuosa, pero decidimos ser "novios" como forma de expresar que única y exclusivamente nos divertiríamos el uno con el otro, sin terceras personas, sin infidelidades. Así que como mis sentimientos hacia mi compañera Julia no eran impuros, no podía considerarse una traición.

Deshice mis preocupaciones al tiempo que Marta y yo nos dirigíamos a la salida del loft, y la causa no fue otra que lo que en un principio me dio mala espina: Mi padre, el señor Miguel Rosales, nos estaba mirando como el que contemplaba el peor de los actos. Sus ojos mostraban desaprobación y las palabras que salieron por su boca lo reafirmaron:

— ¿Quién te has creído que eres para traer aquí a nadie? –gruñó ante la inesperada invitada que había pasado la noche conmigo.

— Soy Marcos, y puede que tu hijo –murmuré evitando la pregunta en cuestión.

— No quiero que traigas a nadie a mi casa, a nadie, ¿oído? –repitió el director enfatizando los términos "mi" y "nadie".

— Pues ese no fue el trato que hicimos –apostillé con cierto enfado.

— No sé a qué jueguecitos estarás jugando, pero aquí no veo a Julia por ningún lado –rebatió mi padre haciendo que entrara en cólera y saliera disparado tirando de Marta, que no atinaba a seguir mi paso rápido.

Sabía que esa frase me traería problemas, y es que ya me estaba acostumbrando a tener que excusarme cada vez que salía el nombre de mi compañera a relucir. No obstante, este desliz fue diferente, mi chica simplemente cayó y no habló de eso durante todo el desayuno. Después nos despedimos con un beso corto, uno de esos que indicaba que no todo iba tan bien como parecía entre nosotros, que Marta guardaba ese as bajo la manga y que jugaría sus cartas en un futuro no muy lejano.

★★★★★

Julia

Había pasado todo el día dándole vueltas al coco con el tema de mi madre, valorar la posibilidad de una nueva recidiva me ponía los vellos de punta. Sin embargo, la proposición del señor Rosales era lo que más ocupaba mi mente. Siempre me había mostrado reacia a saber nada sobre mi padre, es más, yo no lo consideraba como mi padre. Pero el solo hecho de pensar en la posibilidad de rendirle cuentas me empujaba hacia el abismo, ese que me llevaba a querer aceptar ese sucio trato. Y aunque lo odiase, Marcos no merecía eso, porque aceptar la propuesta implicaba hacerle sufrir y coaccionarle a que se acercase a su padre. Se trataba de una balanza, y debía priorizar lo que quería...

Al fin llegó la noche, y mi primer turno nocturno daba por comenzado. No dudé ni un segundo más y tomé una decisión. Mi independencia me estaba llevando a aprender de mis debilidades y de cómo transformarlas en fortalezas. Sí, ahora me sentía con el poder de decidir, pero ¿era tan valiente como para tomar la decisión correcta o, por el contrario, me estaba dejando llevar por un impulso y no por la razón? Fuese lo que fuese, la frase que solté salió de mi boca como si llevase atragantada dentro de mí desde que lo conocí:




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