Marcos
— Marta, ¿qué haces aquí? –repetí por segunda vez tras no obtener respuesta.
— ¡Por fin he llegado!, me ha costado encontrar la planta de pediatría –contestó ella sin dar otra explicación.
— Eso es porque nunca vienes a visitarme, ¿a qué se debe esta sorpresa? –proclamé dándole un tono más amistoso en esta ocasión a fin de conseguir escuchar el motivo de ello.
— A nada, sólo quería ver a mi novio –y me besó intentando prolongar más el acto de lo que yo le dejé que hiciera.
— Estamos en un hospital y estoy trabajando –traté de hacerla entrar en razón, este no era el lugar por mucho que lo acabase de anotar en mi cuaderno imaginario.
— Bueno, está bien... ¿No me vas a presentar a tu compañera? –dijo dirigiéndose a mí para proseguir ella misma–. Hola, soy Marta, la novia de Marcos... Tú debes de ser Julia, por fin te pongo cara –agregó refiriéndose a ella.
— Hola, sí, soy yo. Me alegro de conocerte –repuso Julia algo confusa por el matiz con el que Marta se había pronunciado.
— Marcos ha hablado mucho de ti –continuó incrementando el asombro de mi compañera.
— Ven, Marta, te invito a un café, estarás cansada de trabajar –intervine para cortar la tensión que se palpaba en el ambiente.
— Vale, la verdad que para ser viernes el pub ha estado a tope –confesó cansada.
Estaba en lo cierto, mis presentimientos nunca me fallaban. Este era el as que Marta guardaba bajo la manga, y yo no estaba dispuesto a que soltase algún improperio hacia mi compañera ahora que las cosas estaban más calmadas. Si venía con la intención de revolver las aguas, estaba muy equivocada, y así se lo hice saber frente a la máquina de café:
— No sé qué pretendes, pero Julia es una buena chica –espeté mientras mi novia le daba un sorbo al vasito de café.
— Solo he venido a verte, no tiene nada que ver con ella –murmuró a su favor.
— ¡Qué casualidad! Ahora te ha apetecido venir a verme, justo ahora –contraataqué sin lograr que Marta se enfadase y, muchos menos que optara por irse.
Decidió quedarse, quería vengarse de mí y de las veces en las que pronuncié el nombre de mi compañera mientras nos enrollábamos. Marta volvió al mostrador de la planta, donde ahora Julia se encontraba absorta en su desazón. Podía deberse a la visita de la primera, es más, con seguridad el motivo era ese. Por otro lado, mi incansable novia prefirió meter la nariz donde no la llamaban y el asunto acabó con una invitación que supuse que sería su próxima venganza:
— ¿Y qué tal por aquí, Julia? ¿Te gusta la ciudad? –inició el examen.
— Sí, no conozco mucho de aquí, pero no me disgusta el sitio. Los pacientes son muy amables y suele hacer buen tiempo –contó con cierta timidez en su voz.
— Yo trabajo en un pub, de los mejores de por aquí, es tipo discoteca aunque también tiene zona de cafetería. Si quieres puedes pasarte mañana noche y te presento a unos amigos –lanzó su propuesta a modo de manzana envenenada.
— Lo mismo se va el finde a su pueblo –intervine yo tratando de que la chica no se sintiera en la obligación de aceptar.
— Mi casa está lejos, así que sólo iré una vez al mes –explicó con honestidad.
— ¡Pues... ya está! ¡A disfrutar, nos vemos mañana noche! –se despidió Marta con una orden para Julia y con un beso al estilo del mismísimo Judas conmigo.
— Estoy agotado, recogeré a Julia y nos vemos mañana en el pub–le susurré junto al oído. Si creía que se iba a salir con la suya, andaba lista...
Cuando me aseguré de que mi novia había salido de las inmediaciones de la planta, regresé a la sala donde se encontraba la camilla y me tumbé en ella, no sin antes pedirle a Julia que viniese conmigo. Era de madrugada, y no podíamos estar hablando en el mostrador o, de lo contrario, despertaríamos a los pacientes.
— Si no quieres ir, no hay ningún problema. No te sientas obligada, Marta es así –intenté hacerla cambiar de opinión.
— No, me parece buena idea. Yo no suelo salir mucho, pero lleva razón con lo de que hay que disfrutar de la vida –añadió melancólica.
— "Carpe diem" –respondí entrecerrando los ojos y pensando en que las cosas sucedían por algo...
La próxima vez que volví a abrir los ojos ya era por la mañana. Había dormido del tirón unas cuantas horas, como hacía días que no lo hacía. Al despertar, la silla donde Julia permanecía sentada estaba vacía. Me levanté y traté de buscarla con la mirada, no había nadie en el mostrador, los pasillos estaban desiertos y aún era demasiado temprano para visitar las habitaciones de los pacientes. Podía estar en el vestuario, por lo que dirigí mis pasos hacia esa dirección. Estaba allí, sentada sobre las frías baldosas y con la espalda recostada en la pared.
— Te estaba buscando –repliqué ante la mirada vacía de Julia.
— Lo siento, necesitaba cinco minutos... ¿Pasa algo? –repuso ella sin hacer que desapareciera la tristeza de sus ojos.
— No, no es nada. Puedes quedarte el tiempo que necesites –le dije desde el marco de la puerta.
Sabía lo que se sentía y el espacio que Julia necesitaba para enfrentar sus problemas. Yo siempre me había sentido solo ante el mundo y, aunque pudiera necesitar mi ayuda, no se me daba bien consolar a la gente. No sabía bien cómo había podido animarla antes con mis palabras, pero si me abrió su corazón para desahogarse, aunque fuera solo un poquito, yo estaría ahí intentando hacerlo lo mejor posible. Y ahora necesitaba ese espacio.
★★★★★
Julia
No quería aparentarlo, pero estaba de bajón. Sólo me apetecía estar sola, lo mismo tenía ganas de llorar o simplemente de mirar hacia la nada para comprender este vacío existencial. No conocía el por qué; no había un motivo en concreto, más bien un cúmulo de razones. No obstante, acepté la invitación de Marta, por una vez no quería ser la chica introvertida e insegura, yo también merecía vivir la vida, y disfrutar de ella.