Ilusiones Ópticas

Capítulo 17

Marcos

Julia se fue del loft después de desayunar. Compartimos momentos divertidos y, lejos de nuestros tira y afloja habituales, nos entendimos a las mil maravillas. Lo que no me gustó tanto fue el mensaje amenazante del capullo de Oliver. Preferí no leerlo en voz alta para no inquietar a mi compañera, pero a mí me tachaba de hijo de puta y a ella de zorra. Lo que decía textualmente era: "Lo tenías todo planeado, hijo de puta, para tirarte a esa zorra... Pagarás por el daño que le has hecho a Marta".

Esa advertencia no me daba miedo, sería capaz de hacérselas pagar hasta el punto de defender nuestra integridad. Sin embargo, algo dentro de mí me recordaba que le había prometido a Julia que no le pondría una mano encima a ese cabrón, y yo siempre cumplía mi palabra. Intenté no pensar en ello, así que me decanté por ir a entrenar unas horas al "gym". Hoy era del todo imposible encontrarme a mi ex, los domingos los dedicaba exclusivamente a reponerse después de su exhaustiva jornada de trabajo.

Desconecté ejercitando mi cuerpo. El "CrossFit" me ayudaba a aliviar tensiones y justo era lo que necesitaba en este momento. Si bien mi propósito se acercaba a un intenso entrenamiento, mi mente me jugó una mala pasada volando por ella miles de teorías que confluían en un punto común. Había cortado con Marta y me había peleado con Oliver, todo por Julia. Ejercitaba aumentando la fuerza en cada movimiento, con cada vez que dudaba de si lo que realmente sentía era amor. "¿Qué era eso?", me preguntaba.

La respuesta no llegó. Mientras tanto me dí una ducha, y salí listo para afrontar el resto del día. Estaba hambriento, así que puse rumbo a la zona de restauración.

Por el camino me dió la sensación como si llevase una sombra tras de mí. Giré en la esquina que daba a los locales de comida, mucho más concurridos que el trayecto que me había llevado hasta allí. El acecho de tener a un desconocido siguiéndome el rastro se desvaneció. Y, pese a lo inquietante que me pareció, traté de pensar que sólo era producto de mi imaginación. El ejercicio físico estaba relacionado con la actividad neuronal, puede que con el aumento en la producción de serotonina, mi nivel de preocupación se minimizase hasta pasar inadvertido. Ya no reparé en aquel suceso el resto del día, ni tampoco le dí más vueltas a todo lo acontecido la noche anterior.

Al día siguiente, recordé que tendríamos que ponernos manos a la obra con los preparativos de la fiesta de Carlitos. Sería una doble celebración: Por un lado, el cumpleaños del pequeño y, por otro, la oportunidad que esa eminencia de médico podría brindarle. Ambos eran motivos para festejar y compartir ese optimismo con el resto de pacientes. Además, ahora debía aprovechar el buen rollo que había entre mi compañera y yo. Así que nada más llegar a la planta de pediatría, le conté a Julia la idea que tenía en mente:

— Podemos decorar con globos y guirnaldas el salón de actos y colgar un cartel muy grande donde se lea "Feliz cumpleaños Carlitos"... O que cada niño sujete un papel con cada una de las letras que compongan esa frase... O que sea una fiesta sorpresa, eso, que todos esperen a Carlitos con las luces apagadas –comencé hablando sin parar.

— Vale, vale. Más despacio, tu lluvia de ideas está genial, pero no hace falta que te alteres tanto –rechistó imitando estar enfadada–. Yo también quiero aportar alguna... Podríamos dibujar una sonrisa gigante y que cada niño escriba un mensaje para Carlitos, ya sabes es su símbolo característico.

— ¡Sí! –grité eufórico–. Tenemos mucho trabajo por hacer. Yo me quedaré esta tarde para empezar con los preparativos, si quieres...

— Por supuesto, no tengo nada mejor que hacer –me cortó Julia con su amplia sonrisa–. Así me distraigo un poco, que no me viene mal.

— ¿Cómo estás? No quería preguntarte y estar recordando el tema todo el rato –aclaré yo para que no hubiese confusión.

— Bien, el "capullo de oro" ya no ha vuelto a escribirme. Así que, fue todo una ilusión óptica –mencionó sin llegar a comprender lo que significaba.

— ¿Eso que quiere decir? –pregunté con curiosidad al tiempo que levantaba una ceja.

— Mi psicóloga y yo lo llamábamos así. El amor es como una de esas imágenes en las que según tu forma de ver el mundo aprecias un objeto u otro –relató filosóficamente–. Y vaya que si lo apreciaron de la misma forma –agregó refiriéndose a la infidelidad de su ex novio y su mejor amiga–...

— Déjalo, eso es porque los capullos están cortados por el mismo patrón y por eso ven a la persona de perfil y no de frente –ejemplifiqué hablando de una de esas imágenes en las que se puede ver a una persona de frente o de perfil, según la percepción visual.

— Veo que has pillado la idea, los capullos nunca van de frente –alegó Julia entre risas.

— Efectivamente –confirmé haciendo un gesto con los brazos de que no podía ser al contrario.

— ¿Y tú cómo estás? –prosiguió recuperando el tono serio.

— Bien, adaptándome a la nueva vida con chocolate –bromeé–. En serio, pensaba que me dolería algo más, pero no. El chocolate borra todas las penas –añadí mirándola a los ojos. Julia era como el chocolate, sólo me apetecía devorarla. Pero que me apeteciese no significaba que pudiese hacerlo.

★★★★★

Julia

Los siguientes días los pasamos organizando el evento. Fabricamos nuestras propias guirnaldas con ayuda de los niños. Les explicamos que se trataría de una fiesta sorpresa, por lo que era de vital importancia que guardaran el secreto. Todos parecieron comprenderlo, es más, adoraron esa idea. En una pancarta gigante dibujé una amplia sonrisa, donde en cada uno de los dientes los pacientes escribirían mensajes para el pequeñín. Siempre me encantó el dibujo, me daba paz y tranquilidad, era una vía de escape para mis problemas. Y en esta ocasión, el fin incrementaba mi dicha.

Cada niño rotuló y decoró cada una de las letras que componían el "Feliz cumpleaños Carlitos", e incluso ensayamos la posición que ocuparían todos ellos para que no surgiera ningún imprevisto que alterase el mensaje. Un "Feilz cumplaeños Carlotis" no quedaría igual de bien. Marcos y yo reímos al pensar en la idea, mi compañero lo comparó con lo semejante que resultaba cuando alguno de sus amigos le escribía borracho. Eso también lo hizo entristecer, supuse que se trataba del mismo chico que falleció en el accidente de tráfico.




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