Marcos
Se me partió el corazón en el momento que vi la reacción de Julia justo cuando se enteró de que tenía una hermana secreta. ¡Cómo la conocía! Mi "niña valiente" se estaba haciendo la fuerte, intentaba no desmoronarse, pero al igual que yo la conocía a ella también me conocía a mí mismo y tuve que abrir la boca para cagarla. "¡Seré gilipollas!", me reproché por haber metido la pata hasta el fondo. Solo a mí se me ocurriría mencionar al desagradecido de su padre... Si bien, era cierto que me preocupaba que el solo hecho de que Julia quisiera conocer a su hermana a toda costa, tuviese peores consecuencias. Y por consecuencias me refería a Tomás Aranda.
De modo que tracé un plan secreto. Que la chica de mis sueños podía haberse negado después de desconfiar de mí por algún malentendido, probablemente relacionado con mi ex, era un posibilidad. Al igual que existía otro cincuenta por ciento de que aceptase, y las ganas de ofrecerme una segunda oportunidad se reflejaban en sus vidriosos ojos. Zanjaría el asunto, descubriría la verdad por boca de Marta, la presionaría aunque eso supusiera acabar mal con ella. Pero las mentiras tenían las patas cortas, y no dejaría que un juego tonto del destino me separase de mi "niña valiente". Aún así todo llegaría a su debido tiempo, ahora necesitaba ganarme un voto de confianza ayudando a Julia a acercarse a su hermana, y por consiguiente a alejarla de su padre.
— ¡Marcos! ¡Julia! ¿Qué hacéis aquí? –una conocida voz nos pilló "in fraganti" en nuestra fechoría.
— ¡Elena! –dijimos los dos al unísono. La directora de planta nos había cazado a la primera de cambio.
— ¿A dónde íbais? Supongo que sabréis que como ya no sois trabajadores del centro, no podéis estar aquí –inquirió creando un mar de dudas dentro de mí. No obstante, mi plan infalible parecía estar confeccionado sin errores.
— Perdón, sólo queríamos recoger nuestras cosas de las taquillas para devolver las llaves –me justifiqué de la manera más convincente posible.
— Sí, de haberlo sabido te habríamos pedido permiso –me siguió el juego Julia dedicándole a Elena una sonrisa a modo de disculpa.
— Bueno, está bien, pero coged vuestras cosas rápido... El director nos ha dado aviso de que no dejemos pasar a ninguna persona no autorizada –añadió ella como si su aclaración fuese más bien a modo de precaución. El desagradecido de mi padre no solo me había echado de mi puesto de trabajo, sino que no pensaba mover ni un solo dedo para recuperar nuestra relación.
— Gracias, Elena –finalizó Julia la conversación comprendiendo el matiz de sus palabras. Su mirada solo reforzaba la idea de que el tiempo que teníamos para llevar a cabo nuestro plan era limitado.
De forma que Julia me siguió hasta el vestuario donde se encontraban las que en su día fueron nuestras taquillas. Abrimos las puertas con sus correspondientes llaves y cogimos nuestros uniformes y el resto de objetos personales que guardábamos en ellas. Recuperé el frasco del perfume del que la chica se había apropiado cuando estuvo en casa de mi madre hacía ya un par de meses. A saber cuál sería el motivo oculto que le había llevado a sustraerlo, me gustaría pensar que Julia ya sentía algo por mí desde ese momento. No obstante, no desperdiciaría mi oportunidad para contraatacar frente a tal acto ilícito:
— ¿No será ese el mismo perfume que había desaparecido de casa de mi madre? –le pregunté como si la respuesta no fuese más que obvia.
— Puede ser –trató de no quedar como una ladrona.
— ¡Menuda ladronzuela estás hecha! –mascullé entre risas. Aunque, a juzgar por su mirada, era más probable que pensase que ese hecho confirmaba el inicio de algo más que cualquier acto delictivo.
— ¡Anda que tú! –replicó dirigiéndose hacia el habitáculo destinado a cambiarnos.
— ¿Yo, qué? Si hay una ladrona aquí esa eres tú, que me lo has robado todo –resoplé mientras la seguía en la misma dirección.
— ¿Y qué se supone que te he robado a parte de un frasco de perfume? –prosiguió nuestra riña elevando el tono de voz.
— Shh, nos van a escuchar –intenté hacer que bajase el volumen.
— No, no lances la piedra y escondas la mano. Sólo me acusas de ladrona por haber cogido el perfume, que no sé ni por qué lo hice, pero yo no he robado nada. Toma, quédatelo –expuso Julia entregándome el frasco de la discordia para luego entrar al vestuario.
— Eso eres, una ladrona –confirmé yo mientras ella cerraba la puerta delante de mis narices–... porque me has robado el corazón –agregué suspirando con cierta melancolía.
Noté cómo Julia dejaba su cuerpo caer contra la puerta desde el interior del vestuario, y yo repetí el mismo gesto desde el exterior. Una madera se interponía entre nosotros, aunque para ser honesto era algo más que eso. La irritabilidad que nos rodeaba hacía que fuese imposible acercar posturas por nosotros mismos. Por otra parte, mi ex entraba dentro de esta compleja ecuación. Mi teléfono vibró y una llamada entrante de Marta iluminaba la pantalla. Posiblemente ella ya se oliese el motivo real de mi interés por quedar con ella, pero ahora estábamos en medio de una misión "casi" imposible a contrarreloj que no daba pie a perder el tiempo atendiendo esa llamada. Lo silencié y lo guardé en el bolsillo a la vez que Julia abría la puerta ya cambiada. Su rostro confirmaba que mis palabras habían surtido efecto, aún sentía algo por mí, luego había esperanza. Yo entré e hice lo propio con la mayor rapidez que el nerviosismo de forjar un plan sin fisuras me permitió.
★★★★★
Julia
Ese "me has robado el corazón" me hizo trizas, me rompió el mío propio en mil pedazos más si cabía. ¿Pero por qué este chico se empeñaba tanto en hacerme daño? Acepté su ayuda a cambio de que no hablásemos del tema, aunque a decir verdad mi estado de shock ni siquiera me habría dejado pensar en algún plan con fundamento más allá de presentarme en la habitación 316, esa que en algún momento alojó a un ángel para dejarle ahora el lugar a otro. Estaba segura de ello. Sin embargo, que Marcos metiese el dedo en la llaga no favorecía nuestro complot. Aún así, me hice la fuerte e intenté no demostrar que su comentario me había afectado más de lo que pensaba. ¿Habría colado? La mirada de Marcos cargada de esperanza me respondió a la pregunta.