Ilusiones Ópticas

Capítulo 35

Marcos

Estaba nervioso, y no sólo porque quería que la fiesta de cumpleaños de Julia saliese a la perfección, sino que había otro motivo oculto, o más bien enmascarado. Que mi regalo de cumpleaños anticipado fuese un viaje a Londres no significaba que nuestra visita fuese meramente con fines turísticos, o al menos eso era lo que mi chica creía. Con la excusa de que no todos los días se cumplían veinticinco y aprovechando que las aguas ya estaban más calmadas, fingí dejar la hoja de los billetes de avión en la impresora por error. Lo que ella no sabía era lo mucho que había mejorado en cuanto a planificar una misión sin fisuras se refería.

¿Qué sentido tenía chafarle la sorpresa a mi novia? Pues que, como mala chica aprevenida, Julia sería incapaz de marcharse sin su equipaje y mucho menos sin asimilarlo a otro país. De ahí a que mi suegra y la suya se hubiesen compinchado para llevar a cabo su parte del plan. Por un lado, mi querida Sol se encargó de gestionar todo el papeleo necesario para comprar los pasajes; que los datos de mi chica aún estuviesen en la base de datos de antiguos empleados ayudó bastante. Por otra parte, su madre fue la que le pidió encarecidamente a Julia que le trajese del lapicero que se encontraba junto a la impresora un bolígrafo de purpurina que la chica guardaba para escribir en ocasiones especiales. Así fue como la primera parte de plan ya era ¡misión cumplida!

Mientras tanto, ella se mantenía absorta en la preparación de su tarta de cumpleaños. Su madre estaba recibiendo los últimos ciclos de quimioterapia y, a pesar de lo mucho que Julia había insistido en su gran capacidad de superación, si no lo viese con mis propios ojos no podría decir que era una enferma de cáncer. Desde el jardín, yo colocaba las guirnaldas que adornaban el lugar y de la rama de un árbol colgaba una piñata a petición de la pequeña de la casa. Noa y yo nos habíamos convertido en buenos amigos, tanto que fue ella la que me dió la idea de engañar a su hermana de esta forma. El don de las mentirijillas también parecía ser una cualidad compartida entre las chicas Aranda. Cuanto más conocía a la niña, más me daba cuenta de que eran idénticas.

— "Capitán enamorado", ¿todo bajo control? –me preguntó la niña nada más bajarse del coche. La primera invitada en llegar no podía ser otra que ella.

— Sí, "Princesa Piruleta" –me hacía llamarla con el nombre de su golosina favorita, la pequeña decía que ya que no podía comerla al menos la tendría en su nombre. Pensé que no sería necesario matizar que mi nombre secreto también había sido ocurrencia de la renacuaja–, todo bajo control. Ya sabes tu parte del plan, después te toca a ti –agregué susurrándole antes de que viniese su madre aupándola hacia arriba.

— Buenas tardes, Marcos –me saludó amablemente y yo le devolví el gesto.

— ¡Noa! –gritó su hermana a través del cristal llamando a la niña para que entrase a la cocina. La madre de Julia la había acogido con los brazos abiertos, incluso en ocasiones Ainhoa se quedaba en casa con Julia y con ella–. Estoy preparando un pastel delicioso de frutas para que tú puedas comer también.

— ¿Y chocolate? No existe un cumpleaños sin chocolate –renegó Noa, una fiel seguidora del dulce que tanto adoraba su hermana.

— Bueno, ya lo veremos si puedes comerte una onza de chocolate puro –sentenció su madre que también se dirigía hacia la cocina para felicitar a Julia.

— ¡Yupi! –gritó la pequeña–. ¡El chocolate es mi comida favorita! ¡Igual que tú! –añadió refiriéndose a su hermana.

— Bueno, los gustos cambian –musitó elevando el tono de voz para que yo lo escuchara desde el jardín. ¡Ay, mi "niña valiente", si supiera que sus labios se habían convertido en mi comida favorita!

Desde que Luna estableció las pautas de reunión entre Julia y Noa, no pasó fin de semana sin que las hermanas no se vieran. Mi niña ahora irradiaba felicidad y plenitud, se habían convertido en "mejores hermanas para siempre". Así lo apodó la niña. Las tres primeras semanas quedaron en la ciudad donde vivía Noa, y más tarde fueron rotando e intercalando la ciudad con su pueblo. Además, la madre de la pequeña nunca había puesto impedimento en que se quedara a dormir en casa de mi suegra. Es más, en dos ocasiones ella misma se quedó a tomar una taza de café. Por otra parte, Tomás Aranda se había mantenido al margen de la incipiente relación entre sus hijas, tan solo la última vez que quedaron las chicas Julia lo saludó cuando llevó a Noa al cine para ver una película juntos. Su psicóloga le recomendó ir entablando una relación cordial por la niña, y Julia lo estaba intentando. Ella misma me aconsejó sentarme con mi padre y aclarar los motivos reales que nos habían distanciado, pero yo aún no estaba listo para ello... Y hablando de la reina de Roma, fue la siguiente en llegar a la celebración.

— Hola Marcos, ¿la cumpleañera está dentro? –me preguntó alzando una bolsa con la que supuse que sería un regalo.

— Sí, pasa –le contesté con una media sonrisa que sólo delataba mi impaciencia por lo que pasaría después.

— Tranquilo, ¡le va a encantar la sorpresa! –me tranquilizó guiñándome un ojo. Contaba con la aprobación de Luna, es más, fue ella la que me animó a dar el paso y me apoyó con que irnos a Londres sería lo mejor para desconectar del ambiente que tanto malestar le había causado a Julia. Aunque todo estaba llegando a buen cauce, la presión y la ansiedad que le llegó a ocasionar incluso una crisis nerviosa a mi novia hacía que con un cambio de aires bastase para disuadirlas completamente. "Mi novia", aún le debía una proposición de cuento de hadas... Pero todo estaba planeado.

En los siguientes treinta minutos, unos cuantos familiares de Julia, mi madre y el "amigo especial" de la suya terminaron por completar la lista de asistentes al evento. Las felicitaciones a mi "niña valiente" inundaban la estancia, los regalos llenaban la mesa, los dulces volaban de ella y la felicidad se palpaba en el ambiente. En un despiste entre la multitud, le pedí a Julia que me acompañase a su habitación, que mi regalo llevaba allí durante mucho tiempo. Ella me respondió con una mirada pícara, como si esperase que nuestra visita al piso superior fuese para otra cosa digamos que más pasional. Si bien ese no era mi objetivo principal, me moría de ganas por devorarla enterita.




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