Aún me encuentro recorriendo distintas ciudades y lugares que voy guardando en mis lienzos. Cada parada hecha con el fin de comer, descansar o simplemente recorrer los lugares en turno, me permite apreciar cada detalle. Desde imponentes construcciones hasta tranquilizantes jardines han sido lugares que, gracias a mis lápices, pinceles y colores, he podido almacenar entre mis lienzos y cuadernos. Aún recuerdo cuando estuve en aquel imponente hostal con forma piramidal y ornamentos similares a los usados por una civilización, misma de la que recuerdo haber escuchado que su ciudad estaba cimentada sobre un lago, algo muy sorprendente para aquella época.
Aún recuerdo cuando tomé ese tren para acudir a mi siguiente parada, cuando parte de mi camino lo tuve que continuar a pie, pues el tren no me dejaría en el monte que anhelaba visitar. No me arrepiento de nada, pues el tesoro que hallé fue mejor que lo que tenía planeado visitar. En medio de los verdosos bosques y el cantar de las aves marrones como avellanas, vi un pequeño pueblo que se elevaba entre los acantilados de espumosas cataratas, así como frondosos bosques coronando dichos acantilados.
Sobre el pueblo, pude contemplar cómo las pagodas laureadas por el apagado reflejo del cielo se imponían, mientras sus ornamentos daban la sensación de brillar. Ese lugar impregnaba misterio y belleza, pues incluso las nubes y la brisa de las cascadas daban la sensación de querer enmascarar aquel lugar.
Dado que ese pueblo y el tramo donde me encontraba estaban divididos por un ecosistema de inferior altura, me era imposible llegar de inmediato, además de que estaba por oscurecer, así que monté mi campamento, para después ponerme a hacer bocetos de aquella aldea. Gracias a los últimos rayos de sol, pude obtener mejores vistas que me ayudaran a aplicar más color a la aldea. No obstante, para cuando los primeros rayos de la luna hacían su esmero por atravesar la máscara de nubes, me fue más sencillo apreciar la iluminación sellada entre las calles de las pagodas, descubriendo así que había muchos colores y quizás aromas.
Esa noche no pude dormir, ansiaba saber qué había en ese pueblo, la curiosidad de saber quienes lo habitaban. No recuerdo haber escuchado algo sobre un asentamiento ubicado aquí, de ahí la razón de mi fervor en visitarlo. Para el amanecer, decidí meditar, era lo mejor que podía hacer para calmar mis ansias, a la vez que contemplaba el panorama.
Luego de analizar con detalle, decidí seguir un arroyo que se encontraba cerca de la senda, con la idea de que dicho sendero de agua estuviese conectado con las cascadas. Y así fue, pese a que me alejé de la idea, ya no sería complicado llegar en tanto siguiera el río. Para cuando volví a introducirme en los bosques, logré hallar un camino de piedras, mismo que seguí hasta llegar al sitio.
Fue de apreciar, pues las calles compuestas por piedras blancas como la luna, las rústicas y elegantes fachadas de las pagodas, así como los faroles cálidos como duraznos generaban una calidez contrastante con su borroso cielo. Aún no había desayunado, así que decidí hacer una parada en el primer local que vi, a la par que continuaba hojeando mis cuadernos. El café y el pan que tomé en aquel lugar estaban deliciosos, y de verdad me ayudaron a recuperar energías, mas también procuré ser cauteloso, pues la chica que me había atendido miró con sorpresa y misterio mis dibujos.
El resto del día lo pasé recorriendo el pueblo, adentrándome más y más en su belleza, hasta que hice una parada en un estanque ubicado cerca de uno de los ríos, conectado con la enorme cascada que descubrí desde el horizonte. La brisa revoloteaba, y la frescura se dejaba sentir, siendo un ambiente poco favorable para dibujar, pero sí para descansar.
Fue en ese lugar donde conocí a una chica, la misma que me había atendido en aquel café, solo que la encontré con ropa más ligera, meditando y realizando movimientos en los que soltaba un polvo colorido tras otro. Literalmente estaba pintando su cuerpo y su alrededor, cosa que me llamó la atención y me llevó a preguntarle por qué lo hacía, más ella decidió tomar sus cosas y alejarse.
Tanto sus ojos como su cabello de color ámbar consiguieron cautivarme, así como esa meditación tan peculiar que hacía. Eso me llevó a buscar un hostal donde pasar otra noche para que, al día siguiente, la pudiera buscar en la misma cafetería. Esa vez decidí dejar que ella me viera dibujando, lo que llevó a que ella me preguntara cómo llegué, y por qué había dibujado su pueblo. Tras contarle sobre mis experiencias como trotamundos y pintor, ella me confesó que ese lugar era nada menos que una aldea edificada a modo de refugio tras una devastación que su pueblo sufrió antaño.
Sucedió que, hace varios años, la guerra y la codicia engendraron un conflicto que culminó con la destrucción de aquella antigua aldea, y sus habitantes no tuvieron más opción que reiniciar su vida fuera de los ojos del mundo, siendo esa la razón por la que, aprovechando que aquel ecosistema se ocultaba entre la bruma, se asentaron ahí. Dado que vivían en armonía, no veían la necesidad de dar a conocer su existencia.
Sumergido, decidí preguntarle más, pero ella me pidió que la viera en el mismo estanque donde la había encontrado el día anterior. Atendida su cita, ella procedió a contarme más sobre las costumbres de su pueblo, sobre cómo los aldeanos conmemoraban la reconstrucción de su hogar con un desfile de luces, o cómo el cumpleaños de su ya difunto fundador era festejado con una fiesta de linternas flotantes y bailes con coloridas tizas, siendo eso lo que aquella chica estaba haciendo. Me comentó que necesitaba una pareja para dicho baile, así que, sin pensarlo, me ofrecí a ayudarla. Desde luego, me reveló su nombre, Tanji, cosa que me llamó la atención, puesto que yo también me llamo así.
En los días posteriores, mientras ella trabajaba en la mañana, yo continuaba elaborando mi pintura para que, llegada la tarde, Tanji y yo pudiésemos practicar los distintos movimientos que ella tenía planeado incorporar en su baile. Fue una odisea para alguien con nulos conocimientos de baile, pero pude dominar cada paso y cada maniobra a realizar tanto con mi cuerpo como con las figuras a dibujar.