Tessa Pimenova
Querido diario
Hoy me he levantado con el culo en el ventilador, hace tanto calor que no se donde puedo poner mi enorme culo para sentirme fresquita.
Son los últimos días que tengo de libertad, aún no se que coño he hecho este verano aparte de abanicarme el coño que se me han pasado volando los días
Se, querido diario que estoy repitiendo mucho la palabra coño, y te diré el porqué
Tengo a mis dos mejores amigos intentando sacarme de la cama a base de puñetazos y patadas.
Lo que no saben es que cada vez que me golpean me estoy tirando un pedo silencioso en sus caras.
Volvamos a lo interesante..
— ¡Tessa! — volvió a gritar Tara en mi oreja, dejándome sorda por unos segundos — ¡Nos vamos! ¡Te guste o no!
Lo único que quería hacer era terminar de escribir el diario que tenía olvidado en el sótano desde hace diez años y que encontré los otros días mientras buscaba mi sujetador.
Y tú dirás, ¿qué cojones hace un sujetador en un sótano? Y yo te diré: es que mi abuela es una hija de la grandísima puta que me roba mis sujetadores porque piensa que sigue teniendo veinte años.
— ¡Vámonos a la playa ya, Tessa! — gritó mi mejor amigo llamado Ted, y no, no era un puto peluche — ¡Que se nos va los papasitos!
— ¡Y las mamasitas! — volvió a chillar Tara, fulminandolo con la mirada —
— Mi abuela me quitó el bañador — dije con desdén, acostumbrada a que mi abuela me quitase hasta los tangas — No puedo ir
No tenía ganas de ir a la playa a mirar como esas tabletas de chocolate de tiraban al agua en busca de frescor. Tampoco tenía ganas de ver esos culos respingones jugando al fútbol.
Cierto. Quería ir. Con todas mis ganas.
Puta abuela.
— ¡Vieja rejuvenecida por Satanás! — llamé a mi abuela, esta no tardo ni dos minutos en aparecer por la puerta con uno de mis tangas puestos y un sujetador negro que obviamente era mío — Me das asco — solté al verla —
Mis amigos la miraron y comenzaron a reír, el imbécil de Ted se volvió tan loco que me tiró una estantería llena de libros.
Iba a recogerlo con la lengua.
— No te doy asco ni aunque quisieras — sonrió mi abuela, enseñando su culo adornado por un hilo —
— Te voy a comprar un taca taca — decidí levantándome de la cama exhausta por tirarme tantos pedos — ¿Dónde está mi bañador?
— ¿Tu bañador? — preguntó observándose las uñas, intentando disimular — Estará en el cuarto del vecino — soltó, dejándome la boca abierta —
— ¿Qué? — escupi mirando mal a mis amigos, que seguían riendo como dos monos en plena actividad sexual — ¿Qué has dicho?
Mi abuela sonrió entrando en la habitación. Y si, iba en tanga por la casa y en sujetador, según ella porque no tenía nada de que avergonzarse
Y era porque de lo vieja que estaba no le salía pelos en el chumino ni en las piernas.
— El vecino me invitó a su piscina y no tenía traje de baño — dijo está restregando su culo en mis sábanas, cuando se sentó — Y cuando volví me di cuenta de que me había dejado tu bikini allí, en alguna parte de la habitación.
— ¿Y como volviste, hija de Satanás? — cuestioné cruzándome de brazos con una mueca dibujada en la cara al ver como mi abuela se acomodaba en mi hermosa cama — ¿Desnuda?
Aguanta mi amor, pensé observando como mi cama estaba siendo violada.
Tara y Ted se habían acomodado en una esquina de la habitación, tirados en el suelo riéndose cada vez que veían a mi abuela y a mi hablar.
Eran anormales.
— No tonta — negó mi abuela sonriendo con su dentadura más falsa del chino — Me puse la ropa de su antigua esposa, que murió por un infarto.
— ¿¡Te pusiste ropa de una muerta? — grité horrorizada —
Un gemido se escuchó y se volvieron a escuchar carcajadas de mis amigos, está vez con más energía
— ¡Que me meo! — gritó Ted levantándose de golpe y saliendo de la habitación!
— ¡Mantén la picha arriba, hermano! ¡Así no se te derramará el pis! — chilló Tara agarrándose la barriga por el dolor que había causado pasarse tanto tiempo riéndose —