Tessa Pimenova
— ¡Tessa! — gritó alguien aporreando mi puerta de color blanco — ¡Abre la puerta! ¡Llegarás tarde!
Levanté un poco la cabeza para segundos después, dejarla caer. El mierdas de Teddy no tenía otra cosa que hacer que darme por culo, cuando sabía perfectamente que por las mañanas era el diablo vestido de ángel.
A quien quiero engañar. Jamás seré algo parecido a un ángel.
— ¡Tessa! — gritó de nuevo mi mejor amigo, golpeando la puerta – Tiraré la puerta abajo como sigas así de vaga
Sabía que era una amenaza. Y también sabía que Teddy cumplía ese tipo de amenazas.
Así que con muchísima pereza, me levanté y abrí la puerta, dejándolo pasar.
Para segundos después, volver a tirarme a la cama para poder seguir descansando.
— ¿Por qué tenías el pestillo echado? — preguntó mi mejor amigo quitándome las sábanas que descansaban encima de mi — Ni que te fueran a violar con esa cara que tienes.
— ¿Tienes algún problema, simio de mierda? — pregunté con la voz rasposa, de no haber hablado durante horas — En vez de estar molestando aquí, vete a molestar a otra persona.
— Tienes clase de gimnasia dentro de media hora, y Pedro no es que sea muy comprensivo contigo — comentó abriendo mi armario que seguía vacío — ¿Dónde está toda tu ropa?
Con la cabeza señalé la maleta que estaba debajo del escritorio. No había tenido tiempo para poder desacerla.
Mentía. Si había tenido tiempo de sobra. Pero había preferido quedarme en la cama con los sábanas y viendo alguna que otra serie que encontré por ahí.
Ted con un suspiro, abrió la maleta y comenzó a quitar toda la ropa de ella. Ya no me importaba que viera mi ropa interior, ni tampoco mi pijama de leopardo. Ya que él había dormido con él también.
V
No si en verdad me quitaba la ropa todo Dios.
— Tessa levántate ya que vas a llegar tarde — volvió a insistir Ted quitándome de nuevo las sábanas — Hoy entrenas con los jugadores de fútbol
— Mierda — gruñí — Entonces no tardarán en venir para insistir que vaya con ellos.
— Cuando me he despertado estaban durmiendo todavía.
Sonreí. Ellos eran más vagos que yo.
También mentía, ya que si Ted no me hubiera avisado hubiera seguido durmiendo todo el maldito día..
Porque no había puesto alarma.
Mis paredes retumbaron y se comenzaron a escuchar muchos golpes. Ted y yo, preocupados, salimos al pasillo y nos encontramos a todos los jugadores en calzoncillos corriendo de un lado hacia otro
— ¡Louis nos matará! — gritaba Neil empujando a Jaden — ¡Llegamos tarde!
— ¡Cállate de una puta vez y entra al baño ya, que te voy a arrancar las orejas! — escupió Roy empujando a Neil y este volviendo a empujar a Jaden —
— ¿Sois golipollas o que? — bramó este último enojado — ¡Dejen de tocarme los cojones!
— Deja tú de tocarme las narices — ladró esta vez Travis, señalándolo con el dedo — Quiero cambiarme de habitación que no veas cómo ronca el payaso este
— ¿A quien llamas tu payaso? — cuestionó Jaden acercándose amenazadoramente a él — A que te reviento la cabeza.
Y comenzó el caos.
El único que estaba tan normal apoyado en la pared como si el tema no fuera con él, era Thomas. Estaba tranquilo observando el escándalo que estaban haciendo sus amigos sin ni siquiera moverse de la cola que estaban haciendo
Lo que no entendía era el porque estaban haciendo cola, cuando había más cuartos de baño en la mansión.
Estos tíos eran gilipollas.
Me acerqué cuando vi que Travis y Jaden estaban apunto de engancharse a hostias.
— ¡Buenos días, caballeros! — grité metiéndome en medio — Veo que se despiertan con una energía arrolladora.
— Este gilipollas que se quiere pasar de listo — volvió a gruñir Jaden pero bajando el tono de voz — ¿Que tal has dormido, preciosa?
— ¡Cómo vuelvas a decirle preciosa te corto la lengua, te lo juro! — gritó Neil poniéndose al lado de Travis, que seguía con los puños levantados — Es que te meto de hostias hasta que no te reconozca ni tu madre
— ¡Que agresividad! — grité levantando las manos, intentando calmar el ambiente — Hay más cuartos de baños en la mansión. Vayan repartiéndose. No sé qué cojones hacen aquí.
— La limpiadora tiene que venir a limpiar los cuartos de baño de nuestras habitaciones — susurro Thomas con tranquilidad — Este baño se limpia todos los días ya que es el que utiliza Nancy, la limpiadora.
Asentí comprendiendo un poco lo que habían estado liando estos gilipollas.
Pero lo que no entendía era el porqué no lo limpiaban ellos. Osea, qué cojones les pasaba.
Perfectamente podríais haber cogido un punto trapo y una puta fregona y haberlo limpiado vosotros con los huevos.
Se los quise decir, pero no quería calentar más el ambiente.
— Que sexy duermes, Tessita — bromeó Travis escaneándome de arriba a abajo — Vi ese pijama tirado en tu habitación cuando la vimos, pero tengo que reconocer que te queda mucho mejor puesto.
No hace falta que lo digas, vaquero.
Jejejeje
¿Dónde estaba Gabriel?
— ¿Y a mí no me decís nada? — cuestionó Teddy con las manos en la cintura — ¿Yo no me merezco vuestros cumplidos?
Por unos cuantos segundos dejaron de discutir para mirarse los unos a los otros pensando en alguna respuesta que no le hiciera daño.
Ted dormía con unos leggins negros que utilizaban los chicos que iban al gym para resaltar su culo. Con una camiseta de tirantes donde el agujero de las manos se abría hasta la cintura.
Bastante sexy, según él.
— ¿Dónde está Gabriel? — preguntó Ted con una sonrisa triste — Él si me hace cumplidos.
Todos de quedaron en silencio mirándose los unos a los otros, buscando alguna respuesta para darle.
No me estaba poniendo nerviosa por no saber dónde estaba, claro que no.
¿Verdad?
Sin quererlo, comencé a mover mi pie de arriba abajo, mirando hacia todos lados buscando la razón por la que Gabriel no estaba en estos instantes aquí.
— Él se ha ido esta mañana — habló al fin Thomas, provocando que todos suspirasen del alivio — Es nuestro capitán, por lo cual tiene que entrenar más que nosotros, según Louis.
— ¿Lo obliga a entrenar más? — cuestioné horrorizada —
Cuando Thomas asintió sin ninguna emoción en su cara se me cayó el mundo encima. Odiaba el deporte. Odiaba todo lo que significaba correr o sudar.
¿Y que me obligaran a entrenar todos los días porque se supone que tengo que ser mejor que los demás? ¿Te quieres ir un poquito a la mierda?
Negué con la cabeza rendida.
Me acerqué de nuevo a mí cuarto y me preparé rápidamente para una sesión de deporte con mi queridísimo mejor amigo Pedro.
Sería el padrino de mi boda con Dylan O'Brien
Te lo aseguro.
••••
Cuando llegué a la cancha solamente había una persona dando vueltas por todo el campo. No tarde mucho en averiguar que el pobre que corría era Gabriel.
Este no se estaba fijando en nadie, solamente corría y corría a los ojos del profesor que lo miraba sin apartar ni un segundo la mirada.
Mi profesor estaba al lado de Louis, el entrenador de los jugadores de fútbol que hablaba y hablaba sin parar.
Maldito hijo de puta
— ¡Tessa! — gritó mi profesor al darse cuenta de que al fin había llegado — ¡Llegas tres minutos y treinta y cinco minutos tarde! ¡Siete vueltas te sumo a las que tienes que dar hoy, que lo sepas!
— ¿Cuántas tengo que dar? — cuestioné llorando internamente mientras me acercaba poco a poco a mi profesor.
Reze interiormente para que pasara algo y me dejara al menos descansar por hoy, pero sabía que para Pedro eso era imposible. Tenía una rara obsesión conmigo. Y si quería convertirme en la flaquita que le gustaba el deporte no lo conseguiría en su vida.
Mi Nutella será mi mejor amiga siempre. SIEMPRE.
Me fijé en Gabriel que seguía corriendo. Con la diferencia que antes estaba absorto en sus pensamientos, ahora me miraba interesado por saber cuántas vueltas tenía que dar.
— ¡Quince más siete! — chilló Pedro señalándome con el dedo. ¿No sabes sumar imbécil? Se quedó callado unos cuantos segundos, seguramente sumando — ¡Veinticinco vueltas!
— Veintidós — calculé rápidamente — No me digas que lo de profesor te lo ganaste en una lotería, por favor.
— ¡He redondeado, niña impertinente! — se justificó mi profesor — ¡Empieza ya las vueltas si no quieres que te tenga haciendo abdominales hasta mañana por la noche!
— El coño de tu prima, hijo de la grandísima gran puta — murmuré cagandome en toda su familia —
— ¿Qué has dicho? — Pedro se cruzó de brazos observándome. Sabía que no le caía nada bien, pero el a mí tampoco.
Ni un poco.
Ignorándolo, comencé a correr.
Al principio todo iba bien hasta que como siempre me empezó a faltar el oxígeno. Intenté controlar mis respiraciones, pero eso no servía para nada.
Así que cuando vi que Pedro había girado la cabeza para hablar con Louis, me paré en seco.
Algo chocó contra mi espalda haciéndome caer. Pose mis manos en el suelo para intentar que el choque fuera mínimo, pero aún así el golpe me lo llevé.
— ¿Que ha pasado? — gritó mi entrenador que seguía en el mismo sitio — ¿Qué has hecho esta vez, Pimenova?
Sentía un peso encima de mi espalda y de mi culo.
Y algo duro.
Muy duro.
Varios escalofríos me recorrieron poniéndome la piel de pollo.
Mierda
— ¡Gabriel! — gritó Louis al darse cuenta de lo que había pasado — ¿Estás bien? ¡Gabriel!
Louis comenzó a correr para llegar hasta nosotros. Hasta yo me preocupe al notar que Gabriel no estaba quejándose, ni tampoco riéndose.
Se había hecho daño y había sido mi culpa.
— ¿Gabriel? — cuestioné con dificultad gracias a la falta de oxígeno. Se escuchó un gemido y me preocupes aún más — Oye, socorrista de pacotilla no me estarás diciendo que te has hecho pupa por esta gilipollez.
Louis y Pedro ayudaron a quitarme a Gabriel de encima con sumo cuidado. Cuando sentí que no tenía ese peso en mi espalda me di la vuelta, queriendo saber la que había liado esta vez.
Gabriel tenía las dos manos llenas de raspaduras. Pero lo que me preocupo más, fue que se agarraba la muñeca con fuerza, adolorido.
— ¿Que te duele, Gabriel? — preguntó el entrenador acercándose a él y cogiéndole la mano con sumo cuidado —
— La muñeca — soltó con un suspiro — Pero el dolor esta pasando — aseguró, intentando convencernos — Sigamos con el entrenamiento.
Louis no obtuvo la respuesta que esperaba por parte del capitán del equipo, por lo cual, le fulminó con la mirada.
La muñeca se le estaba hinchando y estaba cogiendo un color púrpura. No había sido simplemente el golpe.
Se la había torcido pero bien.
Mierda Tessa, siempre que estás cerca de alguien la lias
— Ha sido culpa mía — solté sorprendiéndolos — Me paré en seco y él no tuvo tiempo para frenar.
— Es obvio que eres tú — Pedro me señaló con el dedo, enfadado — Estarás dando vueltas hasta que me canse de mirarte, te lo juro.
— Estoy bien de verdad — volvió a asegurar Gabriel dándome la otra mano para levantarme — Podemos seguir con el entrenamiento perfectamente.
Cogí su mano y él me alzó sin ningún problema. Sin esfuerzo.
Mierda
Si era una vaca con apariencia de humano.
Los jugadores de fútbol comenzaron a llegar y se acercaron todos para saber que había ocurrido.
Por la cara, también estaba Ted, que venía hablando con Thomas tan tranquilos.
Cuando Thomas cruzó la mirada con Gabriel, este primero comenzó a correr hasta llegar a nosotros, preocupado.
— ¿Que ha pasado? — preguntó alarmado — ¿Estás bien?
— No te preocupes, Thomi, estoy bien.
Me pareció tan tierna la respuesta de Gabriel que me entraron ganas de llorar. Joder. No sé podía ser tan cariñoso.
O al menos con su hermano lo era.
Era tan tierno...
— Pimenova — me llamó mi entrenador entre dientes — Acompaña a Moore a la enfermería. Después tú y yo, hablaremos muy seriamente.
Asintiendo y sin decir una palabra más, cogí a Gabriel de la mano que sabía que estaba bien y comencé a caminar
Había sido mi culpa. Esto había pasado porque era un vaga de mierda.
Seguimos caminando en completo silencio. Cada uno con sus pensamientos. Cada uno perdido en su mundo.
— No es tu culpa — soltó dejándome de piedra. Me paré en seco dándole la espalda, sorprendida. Este paró centímetros después que yo, sin pensárselo mucho — Deja de echarte las culpas de lo que pase alrededor, Tessa. No es bueno para ti.
Con tristeza, me di la vuelta dispuesta a encararle. Pero no me esperaba lo que me encontré.
Una mirada llena de seguridad, de sinceridad. Una mirada que transmitía todo en segundos. Una mirada donde rebosaba la comprensión.
Mi vista se formó borrosa, y no quise que me viera en esta situación.
Pero no podía evitarlo.
Una lágrima cayó segundos después donde él había posado su mano.