I'm not your Cinderella.

Capitulo 3: Más malas noticias.

La renta atrasada por dos meses y seguro que si Víctor la veía, no tardaría en cobrarle. Las facturas ya habían llegado, desempleada, empapada.  Un encuentro con un desconocido que se creía "El buen samaritano".  Y ahora un exnovio con un par de tragos encima que estaba sentado junto a la puerta del edificio.      


—¿Por que vienes a ésta hora? ¿No se supone que hoy sales a la una? ¿Por qué no contestabas? Te llamé mil veces. 
—Thomas no tengo por qué responde nada y no estoy de humor para tus estupideces así que por favor vete.


Se quedó de pie en el umbral de la puerta para esperar a que se fuera. Por nada del mundo lo dejaría entrar. 


—Oye Sam. No nos hagas esto. Tú sabes que aún me quieres. Lo que pasó con Rose no fue nada. 
—Thomas vete. No quiero escucharte. He tenido un día demasiado largo y solo quiero dormir. 
—Sam. Bebé mira, todo se resolverá. 
—No Thomas no se resolverá. Por qué no quiero resolver nada contigo. ¿No lo entiendes?
—Ya sé lo que pasa — dijo cambiando su peso de un pie al otro. Se acomodó la chaqueta de cuero y se envaró antes de hablar —. ¿Estas saliendo con alguien más cierto? ¿Es alguno de esos ridículos meseros o cocineros? O ya sé. Talvez uno de esos idiotas que hacen las hamburguesas — dijo burlándose sin piedad —. Por qué así son las cosas. Discutimos, tú vas y buscas algo más en otro sitio ¿Verdad? 


Samantha había sido paciente, demasiado paciente. Thomas había sido un buen novio al principio pero era de los que no aceptaba que todo había acabado por su culpa. Y ahora solo sabía fastidiar y decir que ella lo había engañado antes que él a ella y que solo usó su "desliz" como excusa para terminar. 


—Cállate Thomas. ¡Cállate! Y vete de aquí si no quieres que llame a la policía. 
—Tú. Estas equivocada muñeca. Aún me quieres pero no lo aceptas. 


Sin querer esperar más buscó el móvil en su bolso para marcar a la policía y hacer que se llevarán al idiota que tenía enfrente. Pero Thomas se acercó a ella y le arrebató las llaves de las manos. 


—¿Sabes qué? No entraras hasta que resolvamos esto.
—Thomas dame las llaves — ordenó. 


Éste levantó el brazo para mantenerlas fuera de su alcance. 


—Si las quieres ven por ellas. — Le retó.
—Deja de ser tan infantil y dame las llaves Thomas. 


Comenzó a aporrear la puerta de vidrio para que Víctor saliera de su apartamento que estaba prácticamente junto a la entrada. 


—Ya no te intereso. Nunca lo hiciste — decía con fingida indignación —. Dejaste que un pequeño error destruyera todo. 


Samantha sólo tenía ganas de matarlo. No sabía que los hombres podían ser tan dramáticos y desesperantes. Pero ahora lo sabía. 


—¡DAME LAS MALDITAS LLAVES Y LÁRGATE! ¡No quiero volver a verte! — le soltó con furia. 
—Después no digas que no te di una oportunidad. — Terminó su dramático discurso y lanzó las llaves a un lado. Éstas sonaron contra el suelo mojado. 


Thomas subió a su motocicleta y arrancó a gran velocidad para desaparecer por la carretera. 


Samantha estaba temblando, no sabía si era por frío, por frustración, enojo, tristeza, indignación, impotencia por no poder matarlo ahí mismo. 


Se dió la vuelta sintiéndose ridícula por tener que ir a buscar las llaves en la oscuridad, cuando chocó contra alguien. 


Más molesta de lo que imaginó alzó la vista para ver quién había sido el torpe en atravesarse en su camino. 


—Aquí están — dijo entregándole las llaves. 


Pero en el estado en el que Samantha se encontraba todo y todos eran un estorbo en ese momento. Le arrebató las llaves y fue a abrir cuando se encontró con Víctor.


—¿Que ha pasado? Me has despertado — se quejó aquel hombre que ya pasaba de sus 55 años. 
—Lo siento Víctor. Fue mi culpa. Thomas estaba por ahí borracho.
—Oh ese vago. Ya te dije que no es un buen tipo para ti. 
—Descuida que ya me he hecho cargo — respondió entrando al edificio. 
—¿Que se le ofrece? —Soltó al hombre que seguía de pie detrás de Samantha. 
—Solo vine a dejarla. 


Víctor lo escrutó con la mirada y se fijó en sus elegante traje que estaba húmedo. 


—¿Pero no vas a hacerlo pasar niña? 
—Pero él ya se iba. 
—Pasa hijo. Pasa. Me alegra saber que has venido con ella. No dejes que ese tipo de le acerque. Es muy terco y un mujeriego — decía Víctor mientras hacía pasar a Evan. 
—No se preocupe señor. Cuídate bien de ella. — Le aseguró con una sonrisa. 




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