La fiesta de cumpleaños fué en la hacienda de los Reed. Una hermosa propiedad fuera de la ciudad con 20 manzanas de bosque verde al rededor.
Era su lugar preferido cuando sus padres lo llevaban para las vacaciones. Aunque su familia podía optar por viajar a cualquier parte del mundo él prefería ir ahí.
Respirar aire puro, disfrutar de la naturaleza era algo que le llenaba de tranquilidad.
Eso, y su viaje a Japón hace ya unos dos años, le habían impulsado a la creación de su proyecto. Quedó más que fascinado con el equilibrio de elegancia, lujo, modernismo y respeto a la naturaleza que sus amigos nipones demostraban en su arquitectura hostelera.
Akihiro Fuku-hashi y su padre Eiji Fuku-hashi se habían convertido en sus socios potenciales. Se conocieron en una reunión de negocios en Milán y gracias a las provechosas conversaciones y puntos en común de sus visiones, Evan decidió visitarlos y ver por si mismo aquellas maravillas naturales de las Eiji tanto hablaba.
De manera que ahora los Fuku-hashi y él se habían convertido en más que socios. Quizá no amigos pero si posiblemente estaban sentando las bases para una larga relación.
Ese año viajarían desde Japón para ver el progreso de Evan y decidir si invertirán un porcentaje más en la creación del lugar.
Eso lo mantenía viajando a Montana constantemente para asegurarse que todo estuviera conforme a sus planes. Conseguir los permisos y licencias necesarias, los tratos con empresas ecológicas para que todo lo que se produjera y desechara se hiciera de la forma más respetuosa con el ecosistema.
Era un trabajo enorme, mucho más caro que haber ido a talar todo el bosque y poner sus hoteles. Pero era algo que Evan deseaba hacer.
Su abuelo no estaba del todo de acuerdo con ello, él veía los enormes gastos que involucraba la construcción y el mantenimiento del lugar. Y que aunque veía posible que algunos pagarán lo necesario como para mantener aquel lugar, decía que no vería ganancias hasta después de dos años como mínimo.
Pero Evan confiaba en sus instintos y carisma laboral. Tenía suficientes contactos como para comenzar a popularizar su negocio.
—¿Donde está tu novia? — preguntó su abuelo con la copa de champagne en la mano.
—No ha podido venir. Está muy ocupada últimamente.
—Que extraño que una novia no asista a la fiesta de cumpleaños de su novio.
—Yo soy comprensivo. No la presiono — dijo bebiendo de su copa.
—¿Estarán el sábado cierto?
—Yo creo que...
—Me gustaría verla de nuevo. Es simpática y muy hermosa — añadió con una sonrisa.
—Abuelo. Te recuerdo que es mi novia no la tuya.
Usar el término: "novia" mientras hablaba y pensaba en Samantha le dejó con una sensación de vacío. Ahora extrañaba sus labios con helado de vainilla.
—¿Acaso un viejo como yo no puede divertirse? — Bromeó. Evan sabía que aunque a su abuelo le gustara coquetear con mujeres jóvenes, nunca dejaría a la abuela —. ¿Cómo va todo con tu ecología y eso?
—Bien. Hay mucho trabajo por delante pero espero terminar todo antes de otoño. Los Fuku-hashi vendrán a ver los avances.
Él asintió, miró el cielo estrellado y el bosque que les rodeaba.
—¿Vas a seguir con eso, eh?
—Sabes que, lo que empiezo lo termino abuelo.
—Lo sé — dijo pensativo —. ¿Recuerdas cuando íbamos a pescar al lago con tu padre?
—Sí. A mi madre no le gustaba mucho por temor a que mojara la ropa — dijo con una sonrisa y la vista puesta en el pasado.
—Ya no eres un niño que no sabe pescar — afirmó poniendo una mano sobre su hombro —. Haz que llegue tu novia el sábado. Le pedí a Parks que lleve los documentos.
—Y ¿Por qué quieres que esté ella ahí?
—Bueno, mientras tú te aburres con los documentos yo puedo sacarla a bailar.
Evan rió con la ocurrencia.
—Ya le advertí sobre tí y no bailará contigo — dijo siguiendo la broma —. No voy a dejarla sola sabiendo que comenzarás a contar esas anécdotas vergonzosas.
El viejo rió con aquello.
—Salúdala de mi parte cuando vuelvas — dijo antes de regresar al interior de la casa.
Ahora Evan tenía en parte el compromiso de llevarla a la fiesta de aniversario de Diamond.
Pero estaba seguro que Samantha no accedería para acompañarlo. Ya habían pasado una semana y cuatro días desde que le vio. Y no es que Evan llevara la cuenta de los días transcurridos.
Se preguntó si ya habría encontrado otro empleo y cuál sería la situación financiera de esa hipoteca que mencionó la noche en que la conoció.