Evan y Samantha continuaron en la fiesta, pero sus semblantes decían como se sentían. Al dar las doce, Samantha le pidió que la llevara a casa.
—¿Como Cenicienta? ¿No desaparecerás dejándome un zapato, verdad? — Bromeó en un intento de recuperar el trato ameno entre ellos. Pero Samantha no estaba de humor para sus bromas. Al menos no por ahora.
Era sencillo decir que no eran pareja, fingir romper y no volver a verse nunca más pero algo más grande los ataba.
Por un lado, Evan estaba enfocado en continuar con el negocio familiar y dirigirlo personalmente. Había invertido toda su vida en ello. Pero no podía obligar a Samantha a hacer algo como aquello.
Y por otro, Samantha sólo había caído en el momento menos oportuno frente a Evan. Ella no tenía interés en convertirse en su "princesa". Solo quería volver a casa de sus padres y vivir tranquila.
—Pasa — indicó Samantha cuando llegaron al edificio.
—No. Mejor me voy.
—Has manejado mucho y es tarde. Quédate. No sería la primera vez — dijo con una media sonrisa.
Mientras ambos estaban tendidos sobre el sofá con las ropas todavía puestas, Evan suspiró pesadamente.
—¿Que haremos? — inquirió de nuevo Samantha.
—Hablaré con mi abuelo y con mi abogado. Algo debe poder hacerse. De todas formas soy el heredero legal de la empresa.
—Te interesa mucho — observó por la manera en que él se expresó.
—Toda mi vida he trabajo para ello Samantha. Sé que voy a sonar jactancioso...
—No. ¿Tú? No lo creo. — Bromeó mirando el techo.
—Soy bueno en lo que hago Sam. Y me gusta. He estudiado todo lo que necesitaba para esto y ahora él me lo niega poniendo una ridícula condición.
—Tal vez no sea tan ridícula. Talvez tú abuelo tenga razón. Vives trabajando y gozas de tus ganancias pero no estás pensando en el futuro de tu trabajo.
—¿Que estás diciendo? Claro que lo hago. De lo contrario no me esforzaría tanto por tener un buen nombre en el mundo laboral.
—Lo qué quiero decir, es que tú abuelo está tratando de darte una lección de vida. Deberías meditar mejor en su condición.
Evan se quedó pensando en sus palabras. ¿Que podría estar tratando de enseñarle? ¿El valor de la familia? El valoraba su familia. La poca que tenía.
—Evan... ¿Puedo saber que pasó con tu padre? — dijo cruzando las piernas y girándose en su dirección mientras acomodaba la falda del vestido.
—Murió — respondió sin mirarla.
—Lo siento.
—Descuida. Fué hace mucho. Yo tenía menos de 9. Un ataque al corazón lo mató. Al parecer ya tenía problemas cardíacos.
—Eras muy pequeño — dijo con tristeza en la voz. Evan volvió a verla y esbozó una media sonrisa.
—Descuida. Lo superé hace mucho — dijo sujetándole la mano con cariño.
—Debió ser duro para tu madre.
—Sí. Ella se fué a Europa después de eso. Es diseñadora y pasa ocupada en su tienda en París. Así que me quedé con mis abuelos. Él se convirtió en mi padre. Eso ayudó mucho.
—Por eso te consintió tanto. — Bromeó con una sonrisa.
—Sí, ya sabes a quién culpar de mis trastorno de príncipe — añadió. Se quedó mirando sus manos unidas en silencio. Era curioso todo lo que había ocurrido entre ellos y que ahora estaban ahí como un par de íntimos amigos contando su pasado—. ¿Te gustaría ser una princesa? — Preguntó de pronto.
—No. Gracias — respondió apartando su mano de las de él —. Mis planes son otros.
—¿Cómo cuáles?
—Como pagar la hipoteca y volver a mi casa.
—¿De dónde sacaste estos? — preguntó con uno de los peculiares adornos en sus manos. Este estaba en la mesa de centro.
—Yo lo hice.
—¿Tú? ¿Cómo? Son... Interesantes.
—Sí. En el taller de mi padre. Tenía mis herramientas y otras que fui adaptando para hacerlos.
—¿Que es lo que exactamente hace tu padre? — preguntó sin apartar la vista del florero seco.
—Distribuía materiales de construcción. Pero la competencia lo hizo cerrar las bodegas hasta que las deudas fueron más. Y nos regresamos a Montana. Ahí tenía un taller mecánico así que usaba sus herramientas para hacer esos — dijo encogiéndose de hombros.
Evan continuó haciendo preguntas sobre los materiales y el proceso para elaborarlos.
Samantha le explicó que no eran gran cosa más que rocas que escogía en el río. Las picaba del centro hasta convertirlas en una especie de maceta. Llenaba su interior con arenilla, rocas de minúsculos tamaños y colocaba flores secas en lugar de vivas.