Aquello era lo peor que le podía pasar en ese momento. Pero a pesar de la situación, Evan mantuvo la calma y reorganizó todo para la llegada de sus invitados imprevistos.
Ya que la cabaña central era la única que estaba terminada por completo, mandó traer algunos de los muebles y camas ya que era muy posible que se quedarán por lo menos una noche.
Evan corría de un lado a otro para asegurarse que lo esencial estuviera en su lugar antes de partir al aeropuerto para recibirlos.
Hasta que recordó que no había nada que ofrecerles a sus invitados. No había comida ni más bebida que café. Samantha se ofreció a conducir hasta el supermercado más cercano, que quedaba a una hora en automóvil, para traer algunas cosas. Evan dudó un momento antes de confiarle su tarjeta de crédito de nuevo.
—Todo va a salir bien. — Le aseguró con una sonrisa.
Era todo lo que Evan necesitaba escuchar.
El avión llegó puntual. Hicieron todo el camino con las conversación básica de alguien que ha hecho un viaje. ¿Qué tal el vuelo? ¿No le fue difícil abordar? Etc.
Pero al ir acercándose al resort, Evan no pudo evitar sentirse un poco nervioso. Los Fuku-hashi no sólo eran sus posibles inversores. De hecho ya habían invertido. Y mucha de la tecnología que Evan estaría utilizando en las instalaciones venía directamente de Japón gracias a Akihiro, quien se había especializado en electrónica enfocada al área ecológica.
Evan comenzó su discurso sobre la misión del centro vacacional y los propósitos. Dejó claro que al tenerlos de vista antes de lo programado, verían inconclusa una parte de la obra pero que podía llevarlos a ver el proceso para asegurarles que estaban apegados a una programación.
Cuando llegaron, Evan anunció que harían el recorrido a pie hasta su lugar de alojamiento ya que aún no disponía del equipo ciclista para las visitas.
—Estaremos un tanto apretados. Ya que la construcción número uno es la que está completa y con los servicios habilitados me temo que tendremos que hacer uso del mismo lugar.
Los Fuku-hashi no se mostraron reacios a ello.
Eiji Fuku-hashi se mostraba un tanto escéptico al ver que Evan aseguraba que caminarían. Sabía que en América las personas literalmente pagaban por no caminar.
Pero para sorpresa de Evan, se encontró un reluciente Mercedes Benz aparcado. Vio a Samantha hablando con unos hombres y Owen a su lado.
"¿Que está ocurriendo?" Quiso saber Evan.
Se disculpó con sus invitados un momento y fué hacia la chica que iba bien vestida y arreglada.
—¿Que pasa aquí? ¿Por qué está éste camión aparcado?
—Evan, estábamos esperándote. Solo hace falta que firmes esto— dijo entregándole algo que parecía más un recibo —. Owen me ayudó a traer el pedido de bicicletas que ya tenías encargado. Y también trajeron el carrito de golf.
—¿El carrito de golf? Pero me dijeron que no estaría listo hasta en un mes.
—Nos ayudarnos a ensamblarlo hoy mismo cuando les dijimos que los inversores venían — interfirió Owen—. Quieren que les ayudemos a promocionar su trabajo.
—Y he ido al supermercado. He preparado un té especial para nuestros invitados de honor — dijo satisfecha.
Evan estaba admirado por la eficiencia de aquellos dos. Tenía que reconocer que ni siquiera él mismo habría pensado en esos detalles.
—Es bueno contar con empleados tan eficientes — dijo una voz a espaldas de Evan. Este firmó las facturas y le dejó todo a Owen.
—Akihiro. Ella es Samantha, una amiga que ha querido acompañarnos éste fin de semana.
Ambos se saludaron formalmente con un apretón de manos. Y la presentación se repitió con Eiji. Sin embargo, aquel hombre mayor saludó a la chica en japonés añadiendo unas palabras de más.
Samantha, sin intimidarse, respondió al saludo de aquel hombre, en su mismo idioma. De forma más pausada pero pronunciando claramente las palabras.
Eiji se mostró satisfecho con la respuesta de aquella joven y le sonrió.
Así que sin más preámbulos cada uno subió a su bicicleta hasta la cabaña.
Dedicaron todo el día a recorrer el lugar con Evan. Hacían muchas preguntas y en otros momentos solo observaban todo.
Al llegar la hora de la comida todos disfrutaron de los platillos caseros de Samantha. Una lasaña vegetariana. Pues temía que no vieran a bien comer mucha carne. Y Eiji degustó del buen té de jengibre que les ofreció.
Al pasar la tarde, Eiji y Evan permanecieron reunidos en su oficina mientras Samantha y Akihiro caminaban por los alrededores.
Akihiro era un hombre bien parecido. Alto y apuesto. Todo en él emanaba perfección. Desde sus pulcras ropas, pasando por su cabello negro y liso hasta la forma en que caminaba.