I'm not your Cinderella.

Capítulo 20: Sorpresa.

A pesar de lo que Samantha escuchó aquella noche, decidió no darle más vueltas al asunto.


Evan tenía razón, una familia exigía tiempo. Y ellos se lo estaban dando así mismos. No tenían por qué apresurarse.


Incluso habían hablado sobre la condición de la herencia. Evan dejó claro que no deseaba formar una familia con ella por la ambición, si no más bien, por que ambos lo desearan. Y que solo ocurriría hasta que ambos hubieran hecho todos los planes necesarios para asumir dicha responsabilidad. Algo en lo que Samantha estaba totalmente de acuerdo. Era mejor planificar las cosa y tomarse todo con calma.


Y por ello, desde su regreso de París, hace ya unos meses, Evan y Samantha se mantenían en una luna de miel que pretendía durar mucho más.

 

 

Una mañana, al despertar, Samantha giró en la cama para alcanzar el reloj. Se incorporó de prisa al ver la hora. Pero aquel movimiento le provocó un fuerte mareo y con ello unas terribles náuseas.


Corrió al cuarto de baño para lanzar todo lo que había ingerido en los últimos dos días. De pronto tenía a Evan a su lado sosteniendo su cabello y frotando su espalda.


—¿Estas bien linda? Estas muy pálida — señaló ayudándole a incorporarse.


Samantha suspiró y buscó su cepillo de dientes pero el olor y sabor intenso a menta le provocó nuevas náuseas.


—Creo que no debí comer tanto de la salsa especial de la abuela — dijo mientras terminaba de cepillarse.
—Sí. No siempre es bueno excederse con esa salsa — respondió apoyando su barbilla en su hombro para abrazarla —. ¿Mejor?
—Un poco.
—Si te sientes muy mal no deberías ir a trabajar.
—Ya sé me pasará — aseguró al sentir su estómago más tranquilo —. Evan ¿Que haces? — Preguntó al ver sus intenciones.
—Pero ya te has cepillado los dientes — refutó.
—No. Así no — dijo escondiéndose en su pecho para respirar su aroma. Eso la tranquilizaba junto a sus abrazos.


Evan fue a ponerla a la cama y le arropó de nuevo.


—¿Te vas? — dijo al verlo ponerse la camisa y el reloj.
—Sí. El vuelo sale a las 10 pero quiero evitar el tráfico. Volveré mañana, descuida.
—No quiero que te vayas — suplicó tomándolo de la mano para atraerlo. Evan sonrió con aquello.
—Lo sé. Yo tampoco quiero. Pero estaré aquí mañana. Lo prometo. Y no comas mucho. Llámame si sigues mal. ¿De acuerdo?


Ella asintió antes de recibir un beso.


Se quedó un rato más en la enorme cama pensando en desayunar solo un poco de fruta para no incomodar más su estómago irritado.

 

Sin embargo, las náuseas continuación apareciendo en el transcurso del día. Mientras estaba en la freidora, el olor del aceite comenzó a causarle un nuevo mareo. Trató de controlarlo pero al no poder hacerlo por más tiempo corrió a los servicios.


—Sam te ves muy mal — decía Zoe entregándole un vaso con agua.
—Estoy bien — aseguró—. Solo comí demasiado anoche y aún tengo el estómago revuelto.
—Bueno, pero si sigues así deberías ir al doctor.


De pronto una alarma sonó en el móvil de Zoe, ella fue a sacar algo de su bolso y se tomó la píldora con un par de tragos de agua.


—¿Que es eso? — Inquirió Samantha —. ¿Estas enferma?
—Oh no. Solo son las pastillas anticonceptivas. Ya sabes. Odio las inyecciones así que opté por las pastillas. Por que, tú sabes, un bebé en estos momentos no es la mejor noticia que podría recibir.


Samantha asintió y le dió la razón. Zoe aún tenía un año de estudios por delante y estaba viviendo con su novio así que era razonable que se cuidaran.


—Bueno si vuelves a sentirte mal, dímelo. ¿Vale?
—Gracias.


Se sirvió un poco más de coca cola y comió otro trocito de pan tostado de las ensaladas. Eso ayudaba un poco. Pero de nuevo las náuseas la hicieron correr.


Ésta vez Jack le aconsejó que fuera al médico. No podía seguir así ahí. De manera que fue a una farmacia para comprar un antiácido y luego se dirigió a la clínica.


Le pidieron que se realizara unos exámenes solo para descartar posibles infecciones, tendría que volver a la mañana siguiente por los resultados.


El resto de la tarde la ocupó en dormir, últimamente tenía mucho sueño. Además de hambre. Así que se quedó dormida en el sofá con los restos del pollo frito, puré de papas y jugo de manzana.


Afortunadamente las nauseas cesaron y pudo dormir tranquila, el antiácido hizo su trabajo. Pero a la mañana siguiente volvió a correr al cuarto de baño a escupir todo lo del día anterior.




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