Trate de no hacer contacto de ojos con Liam lo más posible, si, loco, ¿no? Aunque todavía tenía que hacerlo, porque obvio, vivíamos en una misma casa. Verlo me debilitaba, escuchar sus palabras que rodaban por mi mente era una adición inolvidable, como hace todo y observa a su alrededor. Lo inteligente que es... y es muy. No mentían cuando dijeron que el era una competencia grata, por que claro que lo era.
Tenía que despertar, y lo que me hacía sentir rara es que hasta cuando dormía se me venía a la mente su voz. Ya an pasado dos semanas, he hablado algunos días con mis padres pero esa promesa de hablar todos los días se quebró cuando vi que estaba aún más ocupada que lo que pensaba. He hablado con Natalia, ella a estado fangirleando sobre lo de Liam, no lo podía tener de secreto a ella.
Salí de mi habitación para poder ir a tomar mi desayuno, he tenido muchas ganas de sándwich con pepinillos, está puede ser una opinion impopular pero hay gente que no le gusta, pero a mi me encanta, cuando estaba pequeña los odiaba con todo mi ser pero he aprendido a amarlos . La noche pasada había ido a la tienda solo porque quería desayunar eso, y lo hice.
Cuando llegue a la cocina, pare en seco cuando vi que la puerta se estaba abriendo presentando a un sudado Liam con suéter y su rostro rojo. Llevaba algunos audífonos prensados en sus orejas, se miraba tan tierno cuando imperventilaba.
—Oh, hola— salude, entrando más a la cocina.
—Hey.
Me puse a rebuscar entre los cajones, tosté el pan que iba a usar y corte un poco de queso para ponerlo en el sándwich. Todos sabemos como hacerlos, ¿no? Bueno, llego la parte de ponerle los pepinillos, no soy fuerte ni pretendo serlo porque es extraño que me mires haciendo cosas que promuevan la dureza de los músculos de los brazos y todo mi cuerpo en general. No podía abrir el bote de pepinillos, en pocas palabras.
—Agh— me frustré, creo que me enojé de mas porque le empece a pegar con el puño.
Busque a ver si Arlette estaba ahí, y para mi pésima suerte no lo estaba. Tenía ganas de mis pepinillos, y no podía abrir ni el mendigo bote. Suspire impaciente y me iba a darle una petición a Liam para que me lo abriera, cuando ya estaba por tocarle el hombro porque estaba bebiendo agua en el sillón, antes de que lo tocara habló:
—¿Que me vas a dar a cambio a que te lo abra?— me congele, encogí mi mano y la mire.
¿Será que le mandaba señales?
—Eh.
—¿Sabes que? Hagamos un trato— empezó hablando y declarando aparentemente.
—¿Si?— estaba aturdida, todavía no entendía como había sabido que le iba a hablar si ni mis pasos se escucharon.
—Tú quitas la cáscara de camarones cuando coma camarones, y siempre te lo abriré— tenía una cara de vuelas-o-lanzas. Debía de estar bromeando.
—¿No eras el maduro?— pregunté, sarcásticamente.
—Y, ¿tú no eras la mujer maravilla? —se burló.
—¿Sabes que? Solo no haré o ayudaré a cocinar camarones, y no lo tendré que hacer— estaba dando el trato como hecho, y el solo sacudió sus manos con las de el.
Le pase el bote y el lo abrió sin ningún esfuerzo, un sonido algo bajo se transmitió anunciando el hecho de que estuviera ya abierto. El lo paso desinteresado y se levanto para ir a el baño; suponía. Me quedé viéndolo como una boba, abrió la puerta de un closet que tenía el apartamento para sacar algunas toallas de baño que habían ahí. Mire como sus músculos se encogían cuando trataba de alcanzar hasta arriba, su camisa se levantó levemente reflejando un abdomen... no podía decir que era tan musculoso pero habían líneas.
Basta, no lo mires.
No se porque me costaba parar de verlo, pero me obligué a dejarlo de mirar.
—No te preocupes, muchas chicas en mi clase hacen lo mismo...no entiendo porque— negó con su cabeza al decir la última parte, le parecía irónico.
—Eres egocéntrico— refute, y me tape la boca cuando lo dije. El me volteo a ver y levanto las cejas.
—Bueno, gracias, me agradas. Y no solo por querer reflejarte fuerte, eres directa, y esa es una cualidad muy respetada de mi parte— pensaba que se iba a enojar, pero no lo hizo, me dio una sonrisa y lo dijo con esa voz.
Oh, esa voz.
Termine de hacer mi comida, me senté en la mesa a devorar todo lo que tenía en mi plato. Cuando vi a un chico con cabello mojado entrar, tenía mitad del sándwich en mi boca. Sentía que iba a toser en cualquier momento, rápidamente baje la mirada y trate de tragar lo que tenía en mi boca. El frunció su ceño, se miraba tan adorable cuando hacía eso. Cabello iba topándose a su frente, sus ojos oscuros cuales permanecían apagados mayormente del tiempo hoy reflejaban su verdadero color claro. Eran un color muy raro, no eran ni azules ni verde...eran muy únicos.
—No te vayas a morir— hablo de repente.
—Oye, ¿no crees que es muy raro que siempre que te mire tú lo sabes?— pregunté, y volví a pensar de todos mis momentos con el que no me mira pero siente.
—Si, es muy fuerte la conexión— dijo, estaba buscando alguna cosa en los muebles de la habitación de estar.
Ese fin de semana era un poco aburrido, Arlette era un oso polar andante en medio del verano. No era verano, pero contar que dormía mucho y tenía que quedar más tiempo con Liam del que quería mencionar. Me senté en el sillón de la sala, no sabía porque sentía que iba a ser grosero irme a mi habitación a encerrar. Me hice otra taza de chocolate, sabía que por beber tanto de eso me iban a empezar a salir granos. Saque mi teléfono, y el mismo sentimiento de incomodidad se transformó llegando a un momento donde ya no podía tragar porque iba a tragar duro.
—Vale, traga, no soy tan malo como me as dibujado— dijo, sus ojos estaban mirando su computadora fijamente.
—No es normal ser como tú, ¿Porque eres así?— pregunté, fue muy directo, pero, el me había felicitado por eso.