El universo de mi mente
crea caras majestuosas
que se pasan hostigando
mi cruel imaginación.
Y a pesar de mis esfuerzos
por quedarme en la cordura,
me aferro a la locura
de mi real ilusión.
Cuantas veces tengo
que engañar al cuerpo
que pide a gritos un beso
melancólico en un atardecer divino.
Sufrido o no sufrido,
refrescante como el sol,
dulce néctar
de una maldita imaginación.