Immundus

Uno

— 01 —

Julio 27 de 2002, Daventry, Northamponshire, Inglaterra.

Althorp House.

 

...c

Mi corazón se siente como si estuviera a punto de salir de mi pecho, intento no correr, pero mis piernas solo obedecen a mi subconsciente. Cuando me encuentro a unos metros de la habitación de la abuela Maia, mis piernas desaceleran mientras me acerco lentamente a la cama de dosel blanco en donde mi Nurnie yace respirando cada vez más lento. Se que ella puede sentir mi presencia y veo como aun con sus ojos cerrados me regala una de sus dulces sonrisas. Al tomar su mano suave y arrugada entre las mías, puedo notar la manguera diminuta conectada a su muñeca y cables azules en su pecho.

—Caelum, mi dulce niño…tu fuerza es más que extraordinaria, eres más especial de lo que si quiera imaginas, de lo que los demás imaginan —murmura con una pequeña sonrisa.

La miro con confusión y antes de que pueda responderle, el sonido ensordecedor del monitor no me lo permite, la reacción de los médicos a mi alrededor me hace saber que mi ser favorito dejo de existir. No sé cuánto tiempo estuve observándola, no recuerdo escuchar nada, solo el silencio sofocante en mi cabeza; siento una mano en mi hombro indicando que debo retirarme, así que salgo de la habitación, aquella habitación que fue el refugio de los gritos y mandatos de mi padre, aquel lugar donde fui capaz de sentir y donde irónicamente, mi querida Maia había dejado de sentir.

Bajo por las grandes escaleras guiado por la mano de mi madre sobre mi hombro, había notado su presencia tan solo unos segundos atrás y tristemente soy capaz de notar el temor irradiando de ella, el temor que mi padre le provoca, que nos provoca a todos. Él nos había prohibido visitar a la abuela Maia desde que comenzó a decaer, pero no pude evitar ir con ella, no después de escuchar que su tiempo en la tierra estaba por concluir. Al llegar al último escalón me detengo abruptamente sintiendo el impulso de correr de regreso hacía mi nurnie.

—Cael, ven conmigo querido. Tengo té listo en el jardín para ti.

Madre habla en tono cariñoso, pero yo me doy cuenta de la urgencia en su voz. No la veo a los ojos, tengo mi mirada fija en la alfombra ¿Madre cree que había algo que me importa más que el dolor que siento en este momento? No, no lo hay. Ella guarda silencio y sostiene mis hombros con cariño, pero el silencio reconfortante se acaba cuando se escuchan pasos y vocees desde la entrada principal. Mi madre se tensa reconociendo la voz profunda de su marido y antes de que alguno de los dos pueda hacer o decir algo, el duque de Kent se detiene ante nosotros. O debo decir, mi padre.

—Creo que fui claro cuando dije que no quería a ningún niño de este lado de la mansión, Aquila — dice elevando su voz mirando en mi madre.

Siempre con sus trajes impecables, su piel pálida y sin ningún cabello fuera de lugar.

—No soy un niño —respondo furioso.

Levantando la mirada por primera vez desde que dejé la habitación de la abuela Maia.

—Lo dice quien no puede cumplir una miserable orden.

Lo veo lanzar una mirada dura hacia mi madre y continua su camino.

 

Sé que se dirige a ver el cadáver de su abuela, claro, el gran duque solo se digna a visitarla cuando sabe que será la última vez. Mi madre espera hasta perderlo de vista para tomar mi mano y llevarnos al jardín. Yo sigo sin decir palabra cuando me siento en una de las sillas de hierro blanco donde acostumbramos tomar el té; justo bajando un par de escalones de piedra se encuentran mis hermanas Lyra y Ara, ambas sentadas en una manta azul turquesa con una canasta de flores junto a su niñera. No puedo entender como todo luce tan normal. Madre sirviendo él té mientras observa a mis hermanas sonreír, los sirvientes de la mansión haciendo sus deberes y mi padre dando órdenes; nadie llora y parece que a todos les da igual el hecho de que a algunos metros de distancia, una de las mejores mujeres de toda Inglaterra había muerto. Si el abuelo Nicholas estuviera aquí sufriría la ausencia de su madre, pero la bisabuela sufrió su ausencia primero.

—Madre —hablo después de estar en silencio mucho tiempo. Ella voltea rápidamente esperando mis palabras.

—¿Podre despedirme de la abuela Maia? —pregunto con incertidumbre.

Tengo miedo, miedo a que no tuviera permitido hacerlo. No sería la primera vez que me prohibieran hacer algo que me hace feliz.

—Lo consultare con tu padre, cariño —dice con una pequeña sonrisa.

Trato de regalarle una sonrisa, pero solo soy capaz de hacer una mueca. Su respuesta no era más que un “no” disfrazado.

Madre sirve dos tazas de té de menta y no puedo evitar sonreír, es… era el favorito de Nurnie. Tomo la taza entre mis manos acercándola a mi rostro para poder disfrutar su aroma y sin evitarlo, mis pensamientos se dirigen hacia mi padre, de seguro en este momento está diciendo al personal que hacer con el cuerpo de la abuela, con solo pensarlo una sensación fría recorre mi cuerpo.

Mi padre apenas y había estado en esa habitación más de seis veces desde que su abuela había llegado a la mansión dos años atrás, cuando mi abuelo, el antiguo duque de Kent, falleció. Mi madre en muchas ocasiones me había dicho que papá jamás tuvo una conexión con su abuela, ya que su madre, la ex duquesa de Kent, desde niño lo había envenenado con sus ideas. La abuela Carinna le repetía constantemente “Tu abuela hace débil a tu padre y no hay lugar para la debilidad en nuestro mundo”, así que cuando yo nací y me hice cercano con la abuela Maia, mi padre comenzó a repetirme lo mismo. La diferencia es que a mí no podría importarme menos lo que la bruja de la abuela Carinna podía pensar.



#9834 en Novela romántica
#4236 en Fantasía

En el texto hay: angelescaidos, fantacia, romance

Editado: 15.01.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.