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Castelton, Derbyshire, Inglaterra.
...c…
Me encuentro en un automóvil camino al Instituto Balteum junto con Enzo y Helena, ahí llevaremos a cabo nuestra educación por los próximos cuatro años. Miro a Enzo dormido cómodamente, tomando por almohada el hombro de su hermana; los tres siempre hemos sido muy unidos, especialmente por tener la misma edad. Hemos vivido prácticamente juntos desde los doce años cuando iniciamos nuestra educación en el internado Fallenbelt. Helena es la atrevida, alegre y coqueta de los tres, siempre aligera la situación cuando lo amerita, le gustan los deportes y la moda, pero todo eso es ensombrecido cuando su actitud caprichosa sale de vez en cuando; Enzo es el genio académico y el bufón oscuro, combinación extraña para muchos, pero su característica oscura es la adicción a todo aquello que lo desconecta de este mundo. Yo por otro lado, soy considerado el serio y astuto, líder por naturaleza y el mejor en todo lo que hago. No hay nada malo en mí.
—Espero tengamos rostros novedosos, es un poco aburrido que siempre seamos los mismos ¿no crees? —Helena comenta poniendo su vista en mí.
—A mí me parece bien, no hay necesidad de conocer a tantas personas.
Ella rueda los ojos.
—¿Por qué tienes que ser tan aburrido?
—Sabes que no soy aburrido —sonrío cómplice—. Solo no me apetece tratar con tantas personas, es bueno tener un círculo de confianza ¿A caso nuestros amigos no son suficientes?
—Claro que no —Golpea mi brazo —. Solo es un comentario.
—Tu problema es la falta de carne fresca —digo con humor, la expresión de Helena me hace saber que estoy en lo cierto—. No te preocupes, puede que Balteum nos sorprenda.
Luego de algunas horas de viaje, bajamos frente a la casa que es la residencia de Balteum. Subimos por unas escaleras de piedra y nos adentramos en el gran vestíbulo donde ya se encuentran otros chicos, algunos conversando animadamente y otros tomando bebidas o aperitivos ofrecidos por personal de la institución. Todos ahí son alumnos de primer año, la mayoría de dieciocho años, los cuales iniciaríamos clases la semana próxima. Balteum es nuestra última parada de la formación Orioni. Conozco a la mayoría de los alumnos aquí, todos venimos del mismo internado, claro que había algunos ausentes y otros nuevos. Chicos del extranjero.
Volteo a ver a mi prima con una ceja elevada que dice te lo dije.
—Espero conocer a las chicas de cursos arriba, ya he probado todas las que quería de nuestro curso. —Enzo comenta en voz baja.
—No podría importarme menos a quien probaste ya —digo fingiendo seriedad—. De seguro las probé antes que tú.
Ambos reímos provocando que Helena ruede los ojos y se aleje murmurando que iría con Elara. Su molestia me resulta absurda, ya que ella no es precisamente una chica conservadora y nuestra conversación anterior lo demuestra. Justo después de eso, un idiota de piel pálida y ojos color miel, se acerca a nosotros.
—Creo que por primera vez podremos beber en los dormitorios sin esconderlo ¿no? Félix celebra entregándonos dos vasos de brandy, siempre siendo el alma de la fiesta y el amor secreto de Helena desde que la caprichosa de mi prima puso los ojos sobre el por primera vez.
—Teniendo en cuenta que eres el hijo de la Rigel, pensé que te tomarías estos años en serio —hablo después de tomar un poco de mi bebida.
Félix rueda los ojos y luego nos mira con seriedad.
—Hablando de mi madre. Me informó algo durante el verano que me tiene bastante sorprendido, pero supongo que sus altezas, los poderosos Hannover ya lo saben.
Finge una reverencia hacia Enzo y a mí. Ambos le lanzamos una mirada aburrida. Imbécil.
—¿Qué es tan relevante para que nosotros tengamos que saber? En lo que a mi concierne, los asuntos de Estado me importan un carajo.
Enzo expresa mirando de forma discreta a unas chicas con mini falda frente a nosotros.
Antes de que Félix pueda continuar, algunos de nuestros conocidos se acercan a saludar y de manera rápida dice que nos contará más adelante. Demasiado secretismo para mi gusto, pero asiento con la cabeza; saludando a más de mis compañeros y tras hablar sobre nuestro verano, todos somos dirigidos al comedor.
Tomo asiento en una mesa con el que ha sido mi círculo más allegado desde los doce años, además de Helena, Enzo y Félix, también nos acompañan nuestros otros amigos: Elara Devereux, hija del actual primer ministro, inteligente, atractiva y con un sentido enorme por la justicia. La chica perfecta; Francis Scott, hijo del conde de Stattford, amante del brandy y las chicas de baja moral, había embarazado a dos durante nuestra estancia en Fallenbelt, cosa que su padre resolvió.
Frente a mí se encuentran Marcus Clifford, hijo del vizconde de Somerset, bastante malo en lo académico, pero el mejor en los deportes y combate; y Tara Hastings, la hija menor del barón de Essex, una chica pequeña, algo manipuladora, pero de buen corazón. Tara y Marcus mantienen una relación desde los dieciséis, y a mi parecer son la pareja más complicada y cursi que he conocido.