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…c…
Me dejo caer en la cama con un dolor de cabeza de los mil demonios, haber dormido en el viaje fue un error y uno más grave fue recargarme en el hombro de Sienna para eso. Haberla ignorado luego de su confesión, no hace que lo sucedido en el viaje fuera ameno. Ella había confesado que está enamorada de mí, estaba en un semi subespacio, pero las personas que caen en estos suelen ser más sinceras que un niño sin escrúpulos. Maldita sea, todo iba bien hasta que ella tuvo que hacer lo que jodidamente le dije que no hiciera. Es una idiota, la más grande de las idiotas por querer a alguien como yo.
A pesar de la situación, no puedo evitar reaccionar con ella, es como un imán. Involuntario y casi necesario. Extraño sus besos, ni siquiera me la he tirado y parezco un imbécil por ella. Estoy jodido, pero ella más.
—Hola —una voz cantante saluda abriendo la puerta.
La tía Elena tiene una sonrisa y los brazos extendidos para mí.
—Hola, tía. —Rodeo sus hombros. Recuerdo cuando ella era más alta que yo.
—El viaje fue bien ¿no? —pregunta entrando en la habitación y abriendo las cortinas.
—Algo así.
Ella sonríe.
—¿Todo bien en tu habitación? —inquiere—. Fui a tu apartamento en Kensington por tu frac y las cosas que me pediste de tu dormitorio. Aunque no había mucho.
—Odio nuestro apartamento en Kensington —resoplo bloqueando recuerdos y enviándolos al fondo de mi mente.
—Yo igual —admite con una sonrisa cómplice—. Toda la familia vive ahí, Carinna, vive ahí.
La expresión de desagrado hace que suelte una carcajada. Siento lo mismo tía.
—Tú me entiendes. —Río. Ella suelta una risita y sale de la habitación despidiéndose con un beso en el aire.
—Cael. —Enzo entra medio desvestido azotando la puerta.
Arqueo una ceja ante su torso desnudo.
—Estaba por ducharme —aclara—. No importa. Estaba pensando que podemos buscar más ejemplares en la biblioteca, usamos mucho la casa en invierno, así que hay muchos libros y recuerdo haber visto algunos del rey Arturo. Además, puede haber algo en la biblioteca secreta, la que tiene los archivos familiares.
—Tienes razón —concedo buscando ropa cómoda en mi maleta—. Podemos buscar hoy en la noche, no sé tú, pero no me apetece salir.
—Somos dos. Helena, por otro lado, tiene planes con mamá —informa de camino a la salida.
—Podemos solos —finjo pesar. Escucho a Enzo reír antes de cerrar la puerta.
Una vez duchados y vestidos con ropa cómoda, Enzo y yo nos dirigimos a la biblioteca, no sin antes haber pedido que se nos llevaran aperitivos.
La biblioteca no es ni la mitad de grande que la de su finca, pero es generosa y llena de buena literatura. Comenzamos a buscar ejemplares en los amplios estantes de madera blanco, luego Enzo se adentró en la biblioteca secreta sacando dos ejemplares sobre el rey Arturo. En total tenemos siete libros por revisar. Así que decidimos comenzar, porque mañana tendríamos un día lleno de compromisos. Iniciando con un desayuno en Windsor con toda la familia Hannover, luego un almuerzo con algunos políticos y sus familias. Seguido de la cena de Estado, en la que teníamos que presentarnos solo para sonreír durante la recepción, ya que al ser miembros jóvenes debemos retirarnos temprano.
—Este está en griego. —Enzo dice ojeando un libro de pasta roja y plateada.
El abuelo materno de Enzo, Nikolos Cozakis, es el actual presidente y primer ministro de Grecia. Ha estado en la política desde que su padre fue elegido como uno de los Imperium infiltrados en esta después de la abolición de la monarquía en Grecia. La abuela de Enzo, la señora Cozakis, es británica. Por eso mi tía Elena estudio en Balteum. Esta casa fue un regalo de bodas de parte de Nikolos a su única hija y a su yerno, al cual adora gracias a los años en que el tío Charlie vivió en Grecia y paso mucho tiempo con ellos. Así que la literatura griega rodea esta casa.
—¿Por qué papá solo recuerda sobre el diario y todas esas cosas?
Enzo pregunta de espaldas a mí. Su voz suena calmada, pero puedo notar la angustia en ella.
—No lo sé —admito dejando mi lectura—. Tal vez se deba a los tratamientos que recibió en la clínica.
—Cuando él se fue por primera vez —comienza a decir girándose para estar frente a mí—. Aún nos recordaba, todo giraba en torno a la investigación, pero el aun sabía quién era y quienes éramos nosotros; después de su diagnóstico y su regreso, el comenzó a presentar amnesia selecta, era por momentos. Recuerdo como despertaba gritando porque no reconocía a mamá; la vez que golpeo a Helena con una lampara, la vez que fuimos de casería y me apunto con la escopeta desconociéndome.
Las palabras de Enzo comenzaron a sonar ahogadas y no puedo evitar sentir una presión en mi pecho, uno de empatía y dolor. No soy una persona cariñosa, pero amo a mis primos, son como mis hermanos y mis mejores amigos. Los últimos años habían sido una tortura para ellos y nunca he podido hacer nada al respecto. El tío Charles y su condición también han dejado una marca en mí, él había representado una figura protectora y feliz para mi desde la muerte de mi…bisabuela. Y la pobre de mi tía Elena, una mujer radiante y fuerte, permaneció así para sus hijos, pero puedo notar que no es la misma y que su esposo le hace mucha falta.