Imperio Oscuro

Capítulo 3

Nara

Se necesitaba reservación para ingresar a unos de los clubes más prestigiosos de la ciudad, pero esa noche todos éramos privilegiados debido a la demanda que imponía una fecha tan especial como lo era Halloween. Me quedé maravillada mientras miraba con asombro el interior. Thomas, a mi lado, compartía la misma emoción.

La decoración era tan elegante que le quitaba el espíritu al aclamado 31 de octubre. Aún así tenía mucho material para escribir en mi próxima nota. Mis dedos picaban deseando sacar el bolígrafo de mi bolso y no me quedé con las ganas.

—Jesús, Nara—Se quejó Thomas a medida que nos movíamos entre la multitud ruidosa—. ¿No es más fácil sacar fotografías con el celular?

Las pequeñas bolas de cristal en el techo rodaban, iluminando el salón con distintos colores. Me mordí el labio y anoté los primeros detalles. El lugar era increíble y entendía por qué todos los jóvenes de Palermo querían asistir. No se trataba solo de la comodidad o los lujos, aquí había diversión garantizada.

—Me gusta lo tradicional—respondí y observé a los clientes eufóricos y disfrazados. Eran muy ingeniosos con sus atuendos. Si no viniera aquí por cuestiones de trabajo no dudaría en unirme a ellos.

La banda de rock en el escenario sabía cómo animar una fiesta. La guitarrista estaba en sostén mientras hombres y mujeres le daban nada más que ovaciones. La miré hipnotizada, preguntándome cuando fue la última vez que había tomado un descanso y perdía el control como una chica de mi edad.

Mis días en la oficina eran rutinarios y aburridos. Me deprimí al pensar que ninguno de mis correos solicitando empleo en otras empresas de comunicación fueron respondidas. Ese sueño se sentía demasiado lejos desde que mi jefe aceptó sin vergüenza que había saboteado mi futuro.

—¿Quieres tomar algo? —preguntó Thomas—. Me estoy muriendo de calor y este disfraz no ayuda en nada.

Solo a él se le ocurriría disfrazarse de Michael Myers. Ese mono azul cubría la mayor parte de su cuerpo y la máscara era escalofriante. A diferencia de mí su ropa coincidía perfectamente bien con la fecha. ¿Llamaría incluso la atención de mi principal objetivo? El disfraz de conejita tenía su encanto.

—Soda con hielo está bien—dije.

—¿Segura? —Thomas entrecerró los ojos detrás de su máscara.

—No podré hacer mi trabajo si estoy ebria—Lo despedí con la mano—. Nada de alcohol.

—Quédate aquí—murmuró antes de retirarse.

Moví mis hombros de un lado a otro mientras disfrutaba la canción y luego me puse a hacer lo mío. Escribí lo mucho que me encantaban las luces y algunos puntos negativos sobre cómo este lugar no debería ser tan glamorosa en Halloween. Mastiqué la punta del lápiz y eché un vistazo a la fotografía de Gian Vitale en mi celular. De repente una preocupación vino a mi mente.

¿Cómo iba a reconocerlo? ¿Cuál era su disfraz? Tenía que llegar a la zona VIP y solicitarle al orangután que me dejara pasar. Imposible. Observé hacia las escaleras que conducían al segundo piso y vi a mujeres sensuales con sus minis vestidos de diablas. No dejaban nada a la imaginación. ¿Lo gracioso? Fueron despedidas por los custodios. ¿Qué me esperaba a mí si ellas no tuvieron ninguna oportunidad?

Hice un mohín y me reprendí por haber rechazado el vaso de whisky. Tal vez con el alcohol en mi sistema me sentiría valiente y seduciría a Gian Vitale. Una mujer extrovertida tenía más oportunidades que una tímida. Maldije a mi jefe. Yo no era la indicada para este trabajo.

Thomas regresó y sentí su aliento en mi nuca. Me sobresalté.

—¿Te asusté? —bromeó—. Un poco de soda para la dama.

Lo miré con mala cara.

—No vuelvas a hacer eso—Le arrebaté el vaso y tomé un breve trago—. Ya estoy lo suficiente estresada y no quiero empeorar la situación. ¿Realmente crees que Gian Vitale accedería a hablar conmigo? Mírame.

Thomas evaluó mi cuerpo de arriba abajo y sentí un escalofrío recorrerme la piel. Por supuesto que me había mirado desde que fue a recogerme en su viejo Mustang. Ni siquiera se intimidó cuando mi abuelo amenazó con dispararle si no regresaba intacta a casa.

—Pienso que Vitale sería un completo estúpido si no acepta tu entrevista—Se quitó la máscara y pasó una mano por su cabello. Lucía guapo esa noche—. Pero te advertí que nadie lo ha logrado. Ni siquiera Matilde Ávila.

Terminé la soda de un trago y solté un gemido de frustración. Matilde era una reconocida periodista en los medios de Palermo. Había entrevistado desde actores hasta políticos. Yo era una novata en comparación a ella. La envidiaba y la odiaba.

—¿Sabes qué? —espeté y le tendí el vaso—. Cambié de opinión. ¿Puedes traerme un vaso de whisky?

Thomas esbozó una sonrisa y asintió.

—Claro, lo necesitarás para el resto de la noche.

Le guiñé un ojo.

—Eres el mejor.

Thomas me aseguró que estaría de regreso en unos minutos mientras yo avanzaba hacia una esquina opuesta, rechazando a algunos hombres que me invitaban a bailar. Tenía un par de horas para escribir con muchos detalles sobre Vitale Club. Sería perfecto si el dueño respondiera a mis preguntas personalmente.

Mordí la punta de mi bolígrafo, concentrada en las paredes desnudas sin ningún tipo de gracia. Alguien chocó contra mi hombro y acepté sus disculpas sin girarme. ¿Por qué no había tantos artículos relacionados a este lugar en internet? ¿Cómo podía ser tan concurrida sin publicidad? Las redes sociales tenían mucho poder.

—La mayoría de las personas que asisten a mi fiesta no quedan indiferentes —La voz a mi espalda sonaba áspera y con un toque de diversión—. ¿Qué tiene de interesante las paredes?

Enderezando los hombros, me giré boquiabierta para observar al dueño de la rica voz. ¿Él había dicho "mi fiesta"? En la foto que me mostró mi jefe tenía un esmoquin negro elegante, pero ahora, obviamente iba vestido para la ocasión. Todo lo que pude pensar fue maldita sea...




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