Imperio Oscuro

Capítulo 15

Nara

Miré impaciente el reloj en mi muñeca. Pasaron veinte minutos desde que Gian envió ese mensaje y prometió que estaría aquí. Thomas continuó hablándome sobre su espeluznante investigación a pesar de mi evidente desagrado. Todavía no podía procesar el impacto. El hombre que me había acosado estaba muerto. Filippo era una persona horrible y había causado mucho daño, pero mi instinto de periodista insistía en que había algo turbio detrás y que se relacionaba a mí.

―Estás muy callada―comentó Thomas, limpiándose los labios con una servilleta―. Tampoco has comido nada. ¿Te sientes bien?

Mi sonrisa era forzosa.

―Sí. Ha sido una semana un poco dura tratando de adaptarme a mi nuevo empleo.

Masticó otro pedazo de la tarta que había ordenado y bebió un trago de su café. Verlo comer tanta azúcar hizo que mi apetito desapareciera. Siendo honesta, no tenía ganas de nada desde que vi esas fotografías sangrientas. No podía apartar de mi cabeza la imagen de Gian enojado mientras le ordenaba a Filippo que lo siguiera a su oficina.

—Estaría feliz por ti si no supiera todo lo turbio que hay detrás de la familia Vitale —dijo Thomas y fruncí el ceño.

Yo también había oído esas historias. La familia Vitale era la más poderosa de Palermo con una gran influencia. No solo por sus negocios. Ellos financiaron la campaña política del actual gobernador. Escribí innumerables artículos en mi blog sobre la mala gestión de Adriano Ferraro porque siempre creí que estaba relacionado a la Cosa Nostra. Pero Gian no tenía nada que ver con la mafia. No lo iba a condenar por los pecados de sus antepasados.

―¿De qué cosas turbias estamos hablando? ―Alcancé un trozo de muffin con la necesidad de distraerme con algo.

Thomas se sentó derecho en la silla e hinchó el pecho.

―Lavado de dinero y extorsión. Quiero decir más, pero…

―No hay pruebas ―Terminé por él―. No me gustan las especulaciones.

Me dio una mirada cargada de incredulidad.

―Escúchate. No pareces la misma persona que lucha para demostrar la verdad que ocultan los poderosos como tu nuevo jefe. ¿Qué sucedió contigo, Nara?

Eso fue más que suficiente. Recogí mi bolso y me levanté de la mesa. Probablemente tenía razón, pero me negaba a poner a Gian en el mismo nivel que escorias como el gobernador o Filippo. Él era mejor en todos los sentidos y no iba a creer lo contrario.

―Vamos a dejarlo aquí, ¿de acuerdo? No quiero pasar el resto de mi día hablando sobre asesinatos y teorías conspirativas.

Suspiró.

―Mira, mi objetivo no era hacerte sentir incómoda. Pensé que compartirías mi opinión. Te encanta el papel de detective.

Eso era antes de que mi jefe estuviera involucrado en un posible asesinato. No quería ir tan lejos como acusarlo sin pruebas o cuestionar su honestidad. Gian me había demostrado que era maravilloso y me aferraría a esa imagen.

―Fue lindo verte ―dije―. Pero prometí almorzar con mis nonnos y se está haciendo tarde―mentí, cansada de su presencia.

Thomas se puso de pie.

―No te vayas así, Nara. Lo siento si estuve fuera de lugar. Es solo que…

Aquí vamos… Sabía la razón de su insistencia. Tiraba constantemente de la cuerda porque Gian y yo estábamos pasando mucho tiempo juntos y se moría de celos. Pero Thomas nunca admitiría sus sentimientos. Era demasiado cobarde.

―¿Qué? ―Lo presioné.

Se hundió en su asiento con una expresión de derrota y los hombros caídos. Negué con la cabeza, incrédula de que adoptara esa actitud. Esperaba que esta vez fuera diferente. Esperaba que encontrara el valor de decírmelo. Ya no importaba de todos modos. Nunca sería correspondido.

―Espero verte pronto―contestó, su rostro lleno de dolor.

Yo no… Pero en lugar de ser sincera, asentí y abandoné el lugar. Me aferré a mi bolso, moviendo las piernas desesperadamente para llegar a la puerta. Suspiré de alivio cuando lo vi al otro lado de la calle con una sonrisa juguetona en los labios. Jugaba con la llave de su auto, moviéndolo entre sus largos dedos. El viento le despeinaba el cabello rubio. Se había quitado la chaqueta de cuero y en su lugar tenía puesto una camisa polo negra.

―¿Qué tal tu cita? ―preguntó cuando me acerqué a él—. No pareces feliz, preciosa.

Rodé los ojos.

―Oh, cállate. Tardaste mucho.

Esbozó una pequeña sonrisa.

―¿Ansiosa, amor? Quería que disfrutaras un momento más con tu amigo. ¿Qué ocurrió? ―Se puso serio y entrecerró los ojos―. ¿Debo entrar al restaurante y darle una paliza a ese imbécil?

―Hey, no ―Coloqué una mano en su pecho―. No salió como esperaba. ¿Está bien? Thomas suele ser raro e intenso.

―¿Raro en qué sentido?

Oh, Dios. Parecía a punto de matar a alguien y un escalofrío recorrió mi columna vertebral. Por un segundo empecé a cuestionarme qué se ocultaba detrás de su fachada de chico sofisticado. Gian usaba las apariencias a su favor. Era obvio.

―Asesinatos y crímenes organizados ―Me encogí de hombros―. Ser fotógrafo te obliga a explorar ciertos lugares. Una vez visitó una casa embrujada con el fin de obtener material inédito. No durmió durante una semana por culpa de sus pesadillas.

Gian sacudió la cabeza con un resoplido.

―Suena como si fuera un completo estúpido.

―No seas cruel con él. Thomas es bastante apasionado cuando se trata de su trabajo―Le quise golpear el hombro juguetonamente, pero me atrapó la muñeca y me acercó a su cuerpo.

Mi pecho se movió con una inestable respiración. La piel sensible de mi cuello se calentó y el resto de mi cuerpo se ruborizó por su cercanía. Las señales de alerta empezaron a sonar en mi cabeza, como cuando se acercaba un tornado o una tormenta imparable.

―¿Sí? ―susurró cerca de mi oreja―. ¿Qué hay de ti? ¿Por qué saliste tan molesta de esa cafetería hace minutos? No tengas miedo de decírmelo, Nara. Una sola palabra y me aseguraré de que no vuelva a incomodarte.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.