Capítulo 16

Nara

La piscina tenía casi tres metros de profundidad. Gian fue el primero en lanzarse y me tendió la mano cuando estuvo en el agua. Acepté con una sonrisa mientras me ayudaba a entrar. Kiara y Luciano terminaron de poner la red y jugaban con la pelota de voleibol.

La temperatura aumentó cuando presioné mi cuerpo contra el de Gian y jadeé al sentir sus músculos duros. El agua hizo que el bikini rosa pareciera una segunda piel. Mis pezones se endurecieron, un escalofrío recorrió mi columna. Sus labios se acercaron a mi oído y susurró:

—Me estás matando aquí.

Mi boca se secó, incapaz de contradecirlo. Me arqueé contra él con una inhalación temblorosa.

—¿Y por qué no haces algo al respecto? —pregunté, mi voz sonaba baja, sexual.

La mano que tenía en mi cintura se movió para pasarla por mi pecho húmedo en un toque sutil. Sus ojos estaban oscuros, llenos de deseo e intensidad. ¿Cómo iba resistirme a su seducción? No podía y tampoco quería.

—Voy a saborear cada centímetro de tu cuerpo y a ti te va a encantar—Lo dijo como si fuera un juramento irrompible y le creí.

Me soltó con la mandíbula tensa y se puso en posición. Me preocupé de que Kiara y Luciano hubieran escuchado algo de nuestra conversación, pero ellos estaban muy ocupados compartiendo saliva y manoseándose.

—¡A ver, Romeo y Julieta! —exclamé, todavía agitada—. ¿Podemos jugar sí o no?

Luciano le palmeó el trasero a su esposa y ella nadó hasta el borde de la piscina para alcanzar la pelota. Tenía una sonrisa gigantesca en el rostro, como si supiera un secreto. Yo estaba tan roja.

—Les estábamos dando algo de espacio —dijo Luciano—. Pensé que irían a una habitación.

Gian lo señaló con el dedo.

—Ocúpate de tus asuntos.

Mis ojos volvieron a conectar con esa mirada tormentosa. Estaba cerca de desarrollar sentimientos por él y me pregunté si valía la pena arriesgar mi corazón. Si me decepcionada, la caída sería muy dura, pero me aseguraría de disfrutarlo primero.

—¿Listos? —inquirió Kiara, guiñándome.

Asentí y me acerqué a Gian que no me quitaba los ojos de encima. Se aclaró la garganta un par de veces antes de enderezarse. Ni siquiera estaba concentrada cuando Luciano lanzó el primer saque. Solo imaginaba el momento exacto dónde Gian cumpliría su promesa.

—Concéntrate —susurró en tono divertido. Luciano y Kiara llevaban ventaja con cinco puntos.

Sacudí la cabeza.

—Perdón.

Gian se rió mientras lanzaba el saque y la pelota atravesó la red. Luciano la devolvió con un golpe brusco que me obligó a hundirme en el agua para evitar que anotara otro punto. Fue una maniobra arriesgada, pero exitosa. Después de minutos dónde los hermanos se lanzaban insultos pocos amistosos, logramos ganar el primer set.

—¡¡Sí!! —grité, chocando los cinco con mi compañero—. ¡¡Sí!!

—Te dije que me pasaras la pelota —refunfuñó Kiara, cruzándose de brazos.

Su esposo se rió, mirándole los pechos.

—Bueno, cariño, me gustaría tocar otro tipo de pelota.

Kiara le enseñó el dedo del medio.

—Imbécil pervertido—dijo, pero sonreía y le aventó agua en la cara.

Gian rodó los ojos cuando la pareja de casados continuó con la sesión de besos, ignorándonos. Traté de actuar como si mi bikini no enseñaba tanta piel y levanté los brazos para ajustar la coleta de mi cabello.

—Solo espera un minuto—advirtió Gian—. Se disculparán e irán al baño para quitarse las ganas.

Contuve la carcajada mientras Luciano y Kiara hicieron exactamente eso. Él la ayudó a salir de la piscina con la mano derecha en su trasero. Se alejaron lo más rápido posible, desapareciendo en los vestidores.

—Oh, Dios —Me reí, manteniéndome a flote—. ¿Cuánto tiempo llevan casados?

—Casi tres años.

—Son realmente lindos.

Soltó un resoplido molesto.

—Lamento no pensar lo mismo que tú. Son insoportables.

—¿Sí? Quizás solo estás celoso—Me encogí de hombros.

Una sonrisa cruzó su apuesto rostro.

—¿Qué te hizo llegar a esa conclusión?

Ahora me sentía estúpida por haber dicho eso.

—En mi caso ver parejas así me hace sentir muy sola. ¿No te pasa lo mismo?

La nostalgia de apoderó de sus rasgos.

—A veces.

Me pregunté si pensaba en ella. La chica que fue dueña de su corazón. Liana. Si la echaba de menos o todavía la amaba. Se me revolvió el estómago por la incertidumbre. La pregunta salió de mi boca antes de que pudiera evitarlo.

—¿Te ha hecho daño?

Sus ojos eran la fría personificación de la indiferencia.

—¿Quién te habló de ella? ¿Fue Kiara?

—Lo siento. No debí… —sacudí la cabeza. La vergüenza por haber mencionado el tema paralizó mis palabras—. No es de mi incumbencia.

—No, está bien—Me estudió con un suspiro resignado—. Ella me ha lastimado, sí, pero yo lo hice primero.

No dijo nada más y no me atreví a pedir detalles. No quería sentirme insegura respecto a su antigua relación. Ella era su pasado. Yo me aseguraría de ser su presente si me lo permitía.

—Necesito que me digas lo que está pasando entre nosotros —musité, los nervios y las dudas me carcomían—. Necesito saber que no todo está en mi cabeza. Odiaría hacerme ideas equivocadas, Gian.

Empezó a nadar hacia mí, quedando a escasos centímetros de mi rostro. Sostener su mirada gris era aterrador y al mismo tiempo reconfortante. Sus ojos expresaban mucho.

—También quiero seguir descubriéndolo—susurró—. No eres un juego, Nara.

Mi corazón martilleó contra los confines de mi pecho. Me estaba resultando imposible no ilusionarme con él. ¿Cómo podría mantener mis emociones a raya cuando me consumía tanto? Despertaba y pensaba en sus ojos. Dormía y soñaba con sus sonrisas. Tenía fantasías de sus manos tocando mi cuerpo.

—Es mejor tomarlo con calma —dije, asintiendo.

Gian sonrió antes de agarrarme por la cintura y tirarme sobre su hombro. Quedé boca abajo, mi rostro muy cerca del agua.