Imperio Oscuro

Capítulo 21

Gian

Desearía tener la habilidad de detener el tiempo y quedarme aquí para siempre. Nara Lombardi me hacía disfrutar de las cosas más simples, me recordaba que aún era joven. Que estaba bien soltarse de vez en cuando y olvidar las responsabilidades. A su lado era un idiota enamorado. Un hombre de veinticinco años que solo quería vivir. Fueron las mejores horas de mi vida. Ella me robó sonrisas, me regaló besos, me miraba como si fuera importante. Y mierda, era tan feliz.

La puerta de la habitación se cerró y la seguí mientras me aflojaba la corbata. Nara caminó seductoramente hasta el centro. Las cortinas del ventanal estaban apartadas, las luces de la ciudad iluminaron su hermoso cuerpo. Me miró por encima del hombro, quitándose un tirante del vestido, luego otro hasta que la tela se deslizó por su pequeña cintura y cayó al suelo.

Carajo…

Tragué duro. Su ropa interior de encaje rojo era sexy como cada parte de ella. Me estaba provocando. No podía resistirme a la tentación. Lancé la corbata hacia un lado con la chaqueta y la camisa. Mis movimientos eran impacientes, ansiosos. Nara jadeó cuando me acerqué y envolví su largo cabello castaño alrededor de mi puño. Le rocé el cuello con los labios y pasé mi lengua por su pulso frenético. Un temblor sacudió su cuerpo, su piel se llenó de escalofríos. El sonido de necesidad que emitió envió una descarga de lujuria directo a mi pene. La necesitaba con cada parte de mí.

—Gian...

Arrastré la mano por su estómago e introduje un dedo en su interior. Se estremeció contra mí, separando un poco más las piernas mientras acariciaba su clítoris con la yema de mi pulgar. Su respiración se volvió agitada, sus tetas subían y bajaban. La satisfacción ardió en mis venas. Me deseaba tanto como yo a ella.

—Quítatelo —suplicó, tironeando mi pantalón de vestir—. Te necesito.

—¿Dónde, preciosa? —La provoqué, mi voz sonó áspera, cruda.

—Dentro de mí, por favor.

Instintivamente llevó las manos a mi cabeza y se aferró a mi cabello mientras frotaba su clítoris más rápido. Con su piel sonrojada y sus labios hinchados por mis besos, era la mujer más sexy que había visto.

—Estoy cerca… —dijo. Agarré su mandíbula y la forcé a mirarme. Sus pupilas se dilataron, su boca se abrió en otro gemido.

—Vas a correrte, amor, pero conmigo dentro de ti.

La guié en la habitación sin dejar de tocarla, pero antes de llegar a la cama, ella me empujó encima del sillón más cercano y se sentó a horcajadas en mi regazo. Maldición, era hermosa. El cabello lacio era como la seda, sus labios en forma de corazón me estaban matando y sus ojos rasgados eran brillantes, colmada de deseo.

Me quedé en silencio y le permití tener el control. Acarició las crestas de mis abdominales, pasando las uñas por mi piel. Se inclinó un poco y besó mi pecho, trazando la tinta de mis tatuajes. Recosté mi cabeza contra el sillón, mirándola atentamente. Buscó la hebilla de mi cinturón, sus dedos temblaron mientras intentaba desabrocharlo.

—Deja que te ayude, preciosa—dije y palmeé su trasero.

Con un brazo alrededor de su cintura, la levanté y saqué el condón de mi pantalón antes de quitármelo. Nara chupó sus labios mientras abría el pequeño paquete de aluminio y envolvía mi pene con él.

—Sostente fuerte —Le advertí, mi voz áspera, excitada.

Ella clavó sus uñas en mis antebrazos cuando la bajé sobre mi pene y me hundí en su interior. La llené por completo, disfrutando del deslizamiento. Era cálida. Perfecta. Suave. Éramos la misma pieza de un rompecabezas. Su boca se abrió y un fuerte gemido salió de sus labios. Estábamos temblando. Joder…

—Quiero quedarme enterrado dentro de ti toda la noche, cariño—jadeé. Sin soltar su cintura, me salí un momento y volví a meterme hasta el fondo. Las estrellas estallaron detrás de mis párpados y ahogué mi gruñido en sus tetas. Nara pasó las manos por mi cabello húmedo mientras sentía como sus estrechas paredes me apretaban.

—Dios, Gian…—suspiró.

Observé su rostro, anhelando que esa noche durara toda la vida. Nuestras bocas se reunieron, bebiendo con avidez embriagador en un intento desesperado de consumirnos mutuamente. Pero no era suficiente. Necesitaba estar más cerca. Impregnarme en su alma. Agarré sus nalgas y la ayudé en sus movimientos, acelerando el ritmo porque quería follarla muy fuerte. Me volví loco. La forma en que me montaba con la cabeza echada hacia atrás y los pechos cerca de mi rostro fue suficiente para romper lo poco que quedaba de mi control. Los ruidos que hacía eran tan malditamente sensuales.

—Mierda, Nara…

Azoté su trasero mientras me montaba. Sus brazos se envolvieron alrededor de mi cuello y observó cada una de mis expresiones. Sabía que le excitaba verme tan perdido. Mi cabello estaba sudoroso y pegada a mi frente, mi mandíbula apretada y mis gemidos eran desinhibidos. Mirándonos a los ojos, nos retorcimos y jadeamos en éxtasis.

No quería que esto terminara nunca, esta sensación de euforia y conexión que solo había sentido con ella. No era la primera en mi vida, pero era la única y me aseguraría de que fuera la última.

🩷

Besé el cabello de Nara mientras yacía desnuda e inconsciente en mis brazos, incapaz de dormir por miedo a que estos momentos no se repitieran. El viaje no salió como esperaba en lo que respectaba a mis negocios, pero estaba feliz por el giro inesperado. Supe que Nara me pertenecía desde que nos vimos en mi club y la conexión tan íntima que compartimos no había hecho más que reforzar esa afirmación.

Nuestra relación aún no era oficial, aunque planeaba pedirle que fuera mi novia cuando despertara. ¿El problema? Aún no había sido sincero con ella. Nara tenía una imagen muy marcada de mí y no quería que eso cambiara. ¿Me aceptaría si supiera quién era realmente? Yo era un Don. Representaba todo lo que había dejado atrás cuando decidió empezar una nueva vida en Palermo, cambiando su apellido de Ozaki a Lombardi. Ella anhelaba una vida estable sin el caos que me rodeaba. No iba a soportar su rechazo. No soportaría perderla.




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