El Imperio Stormhaven no fue forjado en tiempos de paz. Desde su fundación, hace 672 años, cada piedra de sus imponentes fortalezas, cada astro de sus dominios ha sido reclamado a través del acero y la sangre. Lo que una vez fueron reinos fragmentados ahora yace bajo el estandarte del León Carmesí, el emblema de la dinastía Stormhaven, dueña y señora de los vastos archipiélagos que conforman este imperio.
En el corazón de la metrópolis imperial, Varethia, el trono de Magnus IV Stormhaven se alza imponente. Magnus IV, conocido como El Titán de Stormhaven, es un emperador militarista, nacido y criado para gobernar con puño de hierro. Hijo de Lucius II Stormhaven, El Guerrero, continuó la expansión iniciada por su padre, sometiendo las últimas regiones rebeldes del imperio. Pero el precio de la conquista ha sido alto, y las cicatrices de la guerra aún arden en cada rincón de su vasto dominio.
La Casa Stormhaven siempre ha sido sinónimo de poder absoluto, pero la sangre de la familia imperial se ha debilitado con la muerte. Apolonio Stormhaven, el primogénito de Magnus IV y heredero del imperio, cayó en batalla durante la ofensiva contra los separatistas de Tarsis. Cesarion Stormhaven, el segundo hijo, pereció en el Archipiélago de Thal’Dorien, en una emboscada que desangró al ejército imperial.
Ahora, solo queda su hija legítima, Thessalia Stormhaven, una princesa rodeada de enemigos. Aunque es la heredera oficial, el consejo nobiliario y los generales imperiales ven con recelo la idea de una mujer en el trono, en un imperio donde la guerra dicta el derecho a gobernar.
Sin embargo, el linaje imperial no está completamente extinto.
Aún vive Orión Stormhaven, el Gran Duque de Stormhaven, sobrino del emperador y legítimo comandante de las legiones. Hijo de Hadrian Stormhaven, hermano menor del emperador. Orión ha pasado su vida en los campos de batalla, liderando las campañas más cruentas del imperio desde los 15 años. Su título, más que un honor, es un peso que lo ha marcado: su destino está ligado al futuro del imperio, le guste o no.
Junto a él creció otro miembro de la familia imperial, pero en una posición muy distinta. Kassandros Varethia, hijo bastardo del emperador Magnus IV, nunca tuvo derecho al trono. Reconocido, pero sin poder, criado en la corte, pero tratado como un sirviente, ha vivido su vida en las sombras del palacio imperial. Para todos, Kassandros es un hombre leal, dócil y sin ambiciones. Pero en el Stormhaven Empire, incluso los más sumisos pueden convertirse en depredadores.
El Alto Consejo Nobiliario, compuesto por los duques y altos señores del imperio, observa con atención. Sus lealtades son inciertas, y muchos de ellos desean más autonomía, más poder. En especial, el Canciller Imperial, la segunda figura política más poderosa después del emperador, ha comenzado a mover sus piezas en este tablero de intrigas.
Mientras tanto, el Ejército Imperial, comandado por el Gran Duque Orión Stormhaven, mantiene el dominio de las fronteras. Dividido en legiones, flotas y unidades de élite, su misión es proteger el imperio de las amenazas externas y sofocar cualquier rebelión interna. Pero incluso dentro de las filas militares, la lealtad a Magnus IV comienza a desmoronarse.
En las Islas Negras, piratas y mercenarios han comenzado a hostigar las rutas comerciales. En el Principado de Vharyon, los nobles conspiran contra el trono. En las aguas del Archipiélago de Thal’Dorien, una flota desconocida ha sido avistada.
El Stormhaven Empire está al borde de una nueva guerra. Y en su centro, Orión y Kassandros se encuentran atrapados en un destino que no pidieron, en un juego que solo se gana con sangre.
El trono de Stormhaven aún sigue en pie.
Pero ¿por cuánto tiempo?