Impetu Amoroso

Capitulo Quinto

—Me pregunto por qué estás tan molesta —dijo Víctor.

—Aparte del hecho de que mi madre probablemente sufrirá un ataque al corazón por esto, mi hermana es demasiado joven. Señor Keys. Está muy bien que su hermano la haya conquistado, pero apenas se conocen. Definitivamente no podrá funcionar.

—Un poco tarde para pensar en eso. Huyeron del nido.

—Y tú también estás muy satisfecho con eso —dije con una repentina oleada de ira.

—Estás equivocada, estoy muy molesto.

Me quedé desconcertada.

—¿Lo estás?

Sus ojos oscuros me miraron fijamente, burlándose de mi asombro.

—¿Crees que eres la único que está en contra de usa unión?

—¿Cuáles son tus razones? —le pregunté después de un momento.

—Mi hermano se fue en un mal momento. Estamos hasta las orejas de trabajo en este momento, él lo sabía, y aun así decidió tener un romance con una niña tonta.

Una cosa era que ella pensara que su hermana era tonta y que no pensaba en las consecuencias de sus acciones. Otra muy distinta era que este arrogante Víctor Keys criticara a Sally.

—Eres muy grosero —le dije.

—Solo te digo cómo lo veo. Tu hermana Sally sacó sus garras para atrapar a mi hermano Rob. No es la primera, debo decir, pero sí la primera en lograrlo.

—Y supongo que tu hermano Rob no tuvo nada que ver en el asunto —repliqué con calma, tratando de controlar mi temperamento.

—A mi hermano siempre le han gustado las chicas guapas —dijo—No hace falta mucho para que se encapriche. Pero esta es la primera vez que piensa en casarse.

—¿Por qué tengo la sensación de que responsabilizas a mi hermana Sally?

—Creo que ella lo sedujo.

—¡Esto es indignante! —Sin pensarlo levanté mi mano para limpiar la expresión de desprecio de su rostro. Pero él atrapó la mano antes de que pudiera alcanzar su objetivo.

—Tienes un temperamento bastante fuerte, ¿no? —Se rió. —Espera a que califique mis palabras antes de ponerte violenta.

La mano que cubría mi muñeca quemó la delicada piel. Podía sentir cada uno de sus largos dedos, haciéndome temblar. Jason había hecho mucho más que tocar mi mano y yo nunca había reaccionado de esta manera. Era absurdo que pudiera dejar que este hombre arrogante me afectara de esta manera, pensé.

—Empieza a calificar, —espeté.

—No estaba hablando de seducción física.

Sus ojos brillaron peligrosamente y sus labios se levantaron ligeramente en las comisuras.

—¿Qué otro tipo de seducción hay? —exigí.

—Psicológica. Y más potente, señorita Janes, como estoy seguro que sabes, —me miró. —¿O no lo has probado? —añadió insolentemente.

Retiré de un tirón mi muñeca de su mano.

—Ve al grano.

—Tu hermana es una chica bonita. Y astuta. Y por supuesto vio el efecto que tenía sobre Rob y aprovechó la situación. Manteniéndose firme hasta el matrimonio.

—No permitiría que un hombre me hiciera el amor a menos que estuviéramos casados. —Dije, sin saber qué me hizo decir eso. Me sentí un poco tonta, pero ahora que había dicho esas palabras, apenas podía retractarme o explicarlas.

—¿No lo harías?

Los ojos de Víctor Keys la recorrieron lentamente, deteniéndose un momento interminable en sus labios antes de bajar.

Podía sentir sus ojos en mi garganta, en mis pechos, en mi delgada cintura y piernas que ya había tocado con sus manos. El color se encendió una vez más en mis mejillas y tuve que enroscar mis dedos con fuerza en mi palma para mantener cierta compostura.

—Estábamos hablando de Sally, mi hermana. —Le recordé.

—Ah.

—¿Están casados?

—Todavía no.

—¡Gracias a Dios! —dije tan aliviada que olvidé mi indignación. —¿Estás seguro? ¿Cómo, lo sabes?

—Los escuché hablando. Parece que falta aproximadamente un mes para el cumpleaños de tu hermana. Y cuando cumpla los dieciochos anos… Bueno ya sabes el resto de sus planes.

—Llegué a pensar que quizás mentirían sobre su edad...

—En eso, están demostrando más sentido común del crédito que le has dado a ellos. Además, no quieren problemas legales.

—Entonces, ¿por qué se fueron de aquí?

Víctor se rió entre dientes.

—Quizás porque adivinaron que podrías seguirlos e intentar poner fin a las cosas.

—Entonces, todavía hay esperanza.

Víctor se encogió de hombros.

—Si tú lo dices.

—Tenemos que ir a buscarlos.

El alzó las cejas.

—¿Tenemos que hacerlo?

—A ti te desagrada la idea de este matrimonio tanto como a mí. —Le estaba suplicando ahora, y no me avergonzaba de ello. Por favor, señor Keys, vayamos a buscarlos.

—No puedo.

Traté de dejar de lado un sentimiento de impotencia.

—¿No sabes adónde han ido?

Después de un momento dijo: —Lo sé.

—Entonces no hay problema.

—No a tus ojos tal vez. —La voz de el sonó tranquila. —Ya le he dicho que estamos muy ocupados aquí en Watamu. Rob se ha ido justo cuando más lo necesito. Significa que tengo que hacer su trabajo además del mío.

—¿No significa nada para ti que todo este asunto sea un desastre?

Víctor la estaba mirando a los ojos; su rostro parecía impersonal.

—Creo que estás exagerando.

No podía creer sus palabras y respiré profundamente.

—Le prometí a mi madre que recuperaría a mi hermana. Y sabes dónde están.

—Pero no voy a ir tras ellos.

Me embargó una absoluta frustración en el silencio que siguió a la pregunta.

Su madre había pensado que sólo tenía que ir a Watamu para que Sally regresara al refugio maternal, tan segura y virginal como lo había dejado.

Lo que su madre nunca concebiría era, al hombre que se encontraba bajo el cielo africano sin nubes, más seguro de sí mismo e implacable que Erika hubiera conocido.

Me aparté de él, mis ojos contemplando los árboles frutales que se extendían hasta el horizonte y más allá.

—¿No hay manera? —pregunté de nuevo.

—Tal vez —dijo al fin.




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