Impetu Amoroso

Capítulo vigésimo quinto: Una Luna con poca Miel.

Capitulo vigésimo quinto

Una Luna con poca Miel.

CON UN DIA TAN PERFECTO, DECIDIMOS CENAR UNA 1BARBACOA. Mientras los hombres hacían fuego en el jardín de la cabaña, Nosotras preparamos algunas cosas en la cocina.

Mis extremidades aún estaban pesadas por la encantadora languidez que me había acompañado desde que hicimos el amor, pero una parte de mi mente comenzaba a funcionar de nuevo. Aunque Víctor y yo pasaríamos aquí unos días, mis momentos a solas con Sally podrían ser fugaces, y ahora, aunque fuese por rato tenía a mi hermana para mi sola.

—¿Has pensado en lo que dije antes? —, comencé, con la mayor delicadeza posible.

Sally se dio la vuelta, y una cuchara de madera salió volando de su mano al hacerlo.

—¿Sobre irme de aquí?

—Sí.

—¿Dejar a Robert?

Asentí.

—¡Olvídalo, Erika! ¡Olvídalo! Lo amo, ¿no lo entiendes?'

Oh, sí, lo entendía. Sabía lo que era estar enamorada. Dejar a Víctor ahora sería perder una parte de mí misma.

—¿Qué tienes contra él? —preguntó mi hermana.

Que es un coqueto y un mujeriego empedernido. Que te sacará todo el amor que pueda, y luego se cansará de ti y te romperá el corazón.

Todo lo cual Sally negaría. Sus ojos ya brillaban con la luz de la batalla.

—Robert parece muy simpático. —dije en voz baja. —Pero Sally…escaparte así, de esta manera

—Parece bien claro que tú y mamá están en contra del matrimonio.

Me pase una mano por mi cabello.

—Cree que estoy arruinando mis posibilidades de llegar al éxito. Mamá todavía cree que voy a ser la estrella que ella nunca pudo ser.

—Quizás sí.

—Ambas sabemos que no es así. Bailo y canto, no tengo esa cualidad especial de estrella.

—Estás perdiendo un papel en una obra por estar aquí con Robert.

—Un papel en un coro.

—Lo que podría llevar a cosas más importantes.

—Y que probablemente no. —Sally tiró la ensalada con tanta fuerza que me maravillé de que no cayera al suelo. —No me presiones, Erika. Sé que mamá quiere, lo que siempre ha querido para mí.

—Se que me emocioné cuando me ofrecieron el papel, pero luego me enamoré y la obra dejó de ser importante. —Guardó silencio un momento y luego dijo con un poco de tristeza: —Sé lo mucho que significa para mamá, pero tiene que aceptar que no tiene una segunda oportunidad en mí.

Me quedé callada. Cada palabra que mi hermana había dicho era verdad'. Era más o menos el argumento que yo misma usé con su madre. Y con gran firmeza Sally dijo: —Robert y yo nos amamos. Nadie nos impedirá casarnos.

Ese era un razonamiento que se había desperdiciado. Solo había otro, y ese no tenía ninguna posibilidad de éxito. Si le insinuaba mis preferencias por Robert, Sally podría no volver a hablarle, y se casaría con él de todos modos.

Sabiamente, guardé silencio. Las ensaladas estaban listas, las puse en una bandeja y las sequé.

Hacía tiempo que yo no disfrutaba de una barbacoa a la luz de la luna. Víctor y Robert eran expertos en hacer fuego, las llamas estaban bajas y las brasas grises, perfectas para asar la carne.

No tenía sentido volver a indagar. Mi hermana me había dejado claro que una carrera teatral le importaba menos que Robert. No escucharía ni una palabra en su contra si yo lo criticaba, eso también estaba claro. Tenía que haber otra manera.

Y se le ocurrió una tan de repente que contuvo la respiración. ¿Podría lograrlo? ¿Se atrevería?

Durante la siguiente hora lo pensé, intrigada un momento, dubitativa al siguiente. En teoría, podría funcionar. En la práctica, sería cuestión de encontrar el momento oportuno.

Después de la comida, Víctor echó más leña al fuego y Robert trajo su guitarra de la cabaña. Rasgueó suavemente un rato y luego empezó a cantar, y después de un par de compases, Víctor cantó con él una canción que evidentemente había estado en la familia durante mucho tiempo.

Sally se acercó a Robert y apoyó la cabeza en su hombro, y el brazo de Víctor me rodeó, abrazándome con fuerza contra su calor. Y entonces Robert tocó canciones que todos conocíamos, y cantamos juntos.

El fuego se apagó una vez más, y no lo revivimos, sino que entramos en la cabaña. Me dirigía a la habitación que compartía con Vector cuando Sally me detuvo en el pasillo con una mirada desafiante.

—Por cierto, todavía no nos hemos acostado.

—No te lo he preguntado.

—Pero te lo preguntaste.

Y era cierto. Me había preguntado precisamente eso.

Habían pasado varias horas y en mi cama aún seguía despierta. Por la ventana abierta se oía el sonido de las olas y el canto de los grillos. En la habitación, se oía una respiración lenta y regular. Después de nuestro tiempo juntos en la playa, no había pensado que Víctor quisiera volver a hacer el amor, pero lo había hecho con mucha pasión y satisfacción.

Ahora él dormía. Y yo yacía de lado, sintiéndolo a mi alrededor, pues su cuerpo estaba moldeado para encajar con mío. Un brazo me sujetaba contra él, la mano ahuecando ligeramente un pecho. Puse una mano sobre la de él.

Llevábamos casados ​​tres días. Deberíamos estar todavía de luna de miel, solos, sin nada en qué pensar excepto en nosotros mismos. No me parecía justo que tuviera que cargar con un problema que parecía no tener solución.

Increíblemente, el momento y la oportunidad se presentaron al día siguiente.

***

Compartíamos un desayuno tranquilo en la terraza de la cabaña cuando resultó que cada uno teníamos planes diferentes para el día.

—¿No te pide a gritos que pesquemos en ese mar? —preguntó Robert.

Víctor sonrió.

—Vaya vago. Pensé en ir en coche hasta casa de Jannie Landsman.

—Vago, sí —replicó su hermano con fingida indignación—. Esta noche te comerás tus palabras, junto con un pescado realmente delicioso.

—Te haremos esperar, cariño —rió Sally—. Me voy al pueblo a comprar algunas provisiones; me aseguraré de tachar el pescado de mi lista.




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