Capitulo trigésimo
Mis peores temores.
NO VOLVERÉ A MOLESTARTE. Las palabras se repetirían en mi mente una y otra vez durante los días siguientes. No les había dado importancia cuando las pronunció. Solo había sentido el alivio de volver a la cama, de beber lo que Grace me había traído. Sabía que había cosas que resolver, con Víctor, también conmigo misma... Y había asumido que más tarde, cuando Víctor volviera a casa al final de la jornada laboral, hablaríamos.
No hablamos. Ni ese día. Ni en los días siguientes. Peor aún, Víctor empezó a salir noche tras noche, llegaba tarde a casa, a veces más tarde. Y cuando volvía, dormía en el estrecho sofá que había en la habitación.
Nunca me decía adónde iba, y yo, demasiado orgullosa para preguntárselo.
Esa mañana vi un deportivo rojo detenerse frente a la casa, emergiendo una figura esbelta. ¡Ay, no! Marilyn Simmons. Y ni siquiera había podido desayunar. ¿Cómo demonios iban a aguantar, Marilyn?
—Víctor no está —dije cortésmente mientras ella se sentaba en una silla de la terraza. Sonó una risa ronca que me sobresaltó, jamás la había oído.
—Ni me lo imaginé que no he venido a ver a Víctor.
La miré con recelo.
—¿No?
—Pues, querida, claro que no. Hablo con Víctor a otras horas que no sean las diez de la mañana de un día laborable.
Un nudo se me hizo en el estómago. Parecía que cada vez que me encontraba, con Marilyn la provocaba.
Con mucha educación, dije: —Entonces, ¿por qué has venido?
—A visitar a la inválida. Aún no la conozco.
—Sally ha tenido una mala noche. Todavía duerme. Y no está invalida, se está recuperando un grave accidente
Marilyn se iría. Pero sonrió y dijo: —Lo siento. Pero también vine a verte.
—No creo que tengamos mucho que decirnos. Mi tono era monótono.
Los brillantes ojos de Marilyn brillaban con malicia.
—Veo que el matrimonio no te ha dado más seguridad en ti misma.
—No creo que me conozcas lo suficiente como para juzgarme.
—Es verdad. Dime, ¿estás disfrutando de estar casada?
—Sí. —Dije y me removí en la silla—. ¿Te ofrezco un té?
—El té nunca ha sido mi bebida, Víctor te lo puede asegurar, y no me apetece nada más fuerte en este momento. —Marilyn se inclinó hacia delante. Era como una araña; pensé que disfrutaba de la idea de atrapar a una víctima en su telaraña—. ¿Así que disfrutas de ser esposa?
La mire directamente a los ojos.
—Mucho.
—¿Incluso cuando tu marido se divierte sin ti?
Ya había vomitado una vez esta mañana, pero ahora las náuseas me atacaban de nuevo, como si me invadieran todo el cuerpo. —De verdad que estás celosa de mí, —le espeté a Marilyn—.
—¿Celosa? ¡Cielos! No. Nada ha cambiado entre Víctor y yo. Creía que lo sabías.
—No te creo. —Mantuve la voz lo más controlada posible. —Dicen que no hay peor ciego que el que no quiera no ver.
— ¿A qué hora llegó Víctor a casa anoche? —Su risa ronca volvió a sonar cuando no le respondí—. Déjame darte la respuesta por si te duermes. Pasada la una de la madrugada.
Estaba tan cerca de la verdad. Tan terriblemente cerca. Yo había permanecido despierta, como la noche anterior, había oído el coche detenerse en el garaje y miré el reloj antes de cerrar los ojos… para cuando Víctor entro en la habitación estaba dormida.
¿Podrías hacerme esto, Víctor ?, pensé. ¿Sabe que me siento destrozada por dentro, como si me hubiera apuñalado con un cuchillo?
Seguí callada, sin responder a la provocación de Marilyn. No había nada que pudiera decir. Simplemente dejé que mis uñas se clavaran en las palmas de mis manos y recé para que mi compostura durara hasta que Marilyn decidiera irse.
Pero sabía que ella aún no estaba lista para dejar de jugar. Una sonrisa cómplice curvó sus labios. —Supongo que no te dije algo que no supieras. ¿Qué le dijiste a Víctor cuando entró?
—Lo que pasa entre mi marido y yo es asunto nuestro —dije con una mirada fugaz.
—Puede que sí. Sé que no es un asunto atractivo.
Y mientras la miraba, me preguntaba cómo contrarrestar este ataque si resulta — Quizás, pero conozco la mirada de un hombre que no está satisfecho… Y Víctor no lo esta
Respiré temblorosamente.
—Eres una mujer cruel…
—¿Cruel? ¡Cielos! No, solo estoy preocupada. Te pareces demasiado a Víctor…
—¿Será tu opinión? —dijo con una fría voz—. No me interesa hablar de mi vida privada…
—Como tú lo quieres. Y dime, ¿cómo está tu hermana?
—Hay que darle tiempo al tiempo para que recupere la normalidad.
—Y tú tampoco estás bien —observó Marilyn.
—Estoy bien, gracias.
—No te ves nada bien.
Su mirada sobre mí era evaluativamente. Delgada y demacrada, como mínimo. ¿Era esto el preludio de otra burla? Y a la defensiva, dije: —Estoy muy bien.
—Bueno, es natural que te sientas indispuesta —continuó Marilyn—. La negligencia de Víctor sumada a la inminente maternidad.
Aturdida, me encontré con la mirada divertida de ella.
—¿Maternidad?
—Embarazo. Bebés —explicó Marilyn secamente.
—¡No quiero hablar de eso! —La protesta brotó de mis labios con inesperada vehemencia.
—Así que estás embarazada.
Una expresión extraña apareció en el rostro de Marilyn. Me dio cuenta de que me había engañado para que le revelara algo que imaginaba que ella había deducido de Víctor. Por un momento, me pregunté por la amargura que vi en los ojos de Marilyn.
Y una vez más se echó a reír.
—Caroline Keys debe estar en el séptimo cielo. Un bisnieto, lo único que siempre quiso. Se puso de pie. —Víctor es listo, ahora lo tiene todo. Un bebé y, además, su diversión.
***
Las cosas no mejoraron en los meses siguientes. Víctor siguió saliendo casi todas las noches y, al volver, dormía en la habitación de invitados. Incluso en casa, se mantenía alejado de mí.
Editado: 17.05.2025