Los recuerdos que parecen de una vida pasada, me agobian y alejan el cálido abrazo de Morfeo… ¡Maldición! Tengo insomnio otra vez, estoy terriblemente agotada, pero eso a mi cerebro no le importa… nunca lo ha hecho. Solo basto con escuchar su nombre, para trastornar mi noche. ¿Por qué Elizabeth tenía que preguntarme si lo he vuelto a ver? ¿Por qué ahora después de tanto tiempo?
No, en varios años no lo he visto, no he hablado con él. No es que no me interese, no es que no quiera… solo que paso tanto entre nosotros… tanto que tengo el terrible presentimiento de que aún estoy enamorada irremediablemente de él. Mis recuerdos de nuestra vida juntos no se opacarán, desaparecerán, serán justo como son.
Comenzaré por el inicio, de mi típica historia cliché…. No, similar, sí. Soy de un lugar pequeño, cerca de la ciudad, Santa Lucía. Por un proyecto de mi especialización tuve que unirme a un curso especializado ofrecido por una fundación muy importante, se suponía que era para aprender detalles, conseguir contactos, en fin… volver a la escuela.
El proyecto académico, duraría un poco más de tres años, sin ser similar a un postgrado… y con objetivos por completo diferentes. Me inscribí, preparé mi maleta y viaje a la ciudad. Mi primera vez aquí, la primera vez sola, lejos de mi familia y sin conocer a nadie.
Me mude al edificio de la fundación Montecarlo, fundación que me otorgó la beca para el programa. Me asignaron el departamento 1239, en el último piso. Un edificio de diez pisos y muchísimos departamentos, no solo yo pertenecía al programa, también había personal de la fundación y asesores. Era un lugar enorme, más grande que mi casa familiar, amueblado con todo lo necesario para una vida super cómoda.
Este sería mi mundo, mi trabajo y mi vida por los próximos tres años, y después de ello volvería a Santa Lucía a hacer todo lo que había planeado, con bases más sólidas. En el programa había grupos avanzados de otras especialidades, la idea de la fundación Montecarlo era ayudar a materializar proyectos desarrollados dentro de su programa. Así, que abarcaban un montón de cosas, ayudaban a un montón de gente y entre ellos estaba yo.
Como en todo lugar donde las personas se reúnen, conviven y viven, había una jerarquía bien establecida y definida. Sobre todo, por el grupo de los trece. Ellos eran hijos de empresarios o empresarios jóvenes, estaban allí no por la beca, si no, por los contactos de la fundación. Para expandir el negocio familiar, su propio negocio o conseguir el propio aun contando con bastos recursos, eso era hacer trampa... En mi opinión. En fin, apenas había cumplido veintitrés años, sentía que podía comerme al mundo y todo estaría super.