Habíamos iniciado la clase con el asesor Ramos, un par de minutos después entró en el aula el hombre perfecto para mi… por desgracia, resultó ser uno de ellos. Vestía unas botas de combate negras, pantalón, camisa y saco, en el mismo color, y una gabardina guinda. Su cabello lacio, perfectamente peinado y una barba de candado bien definida. El sonido de mi teléfono avisándome de un mensaje atrajo mi atención, me llamo la atención el remitente.
“Bea, te veo después del curso, iremos a comer, xoxox Cata”
¿Cómo mierda había conseguido mi número? No le respondí, simplemente me concentré en lo que había a mi alrededor, el símbolo de mi banda favorita plasmado en plata en la mochila del sujeto en cuestión me sorprendió. Si Aba estuviera aquí, habría dicho algo como: “Si el destino no lo hizo más perfecto para ti, entonces te hizo algo inalcanzable para joderte”. Imaginé su tono de voz, recordé a detalle su expresión y no pude evitar reír.
—¿Qué es tan gracioso señorita Wook? –me interrogó el asesor Ramos, mortalmente serio.
—Un recuerdo, lo lamento.
—¿Usted es una becaria y aun así se atreve a no poner atención? Repita lo que dije.
—¿Las últimas frases o desde el comienzo?
—¿Se cree muy graciosa?
—No, estoy hablando en serio.
—Bien, desde que llegué.
Pude sentir la mirada de todos, escuchar sus burlas.
—Llegó diciendo que nuestros trabajos eran un asco, ninguno era merecedor de una calificación decente, que había perdido una placentera cita con Netflix por revisarlos y, que un niño de 6 años lo habría hecho mejor, José López le replicó que su hermano le ayudó y tiene 6, lo que provocó la risa de todos, nos gritó silencio y dijo “Pongan atención bola de inútiles”, voy a hablarles de un proyecto que se desarrolló aquí hace nueve años, Los tratados de la eco ciencia. La compañera Doris Zepeda le interrogó sobre el autor de esos tratados, quien es usted mismo. Así que comenzó con la explicación de diez puntos de los tratados, entonces el compañero a quien no conozco interrumpió con su tardía entrada y tuve un recuerdo gracioso y estamos en este punto… ¿Necesita que le repita los diez tratados?
Por su expresión me di cuenta de que ni el recordaba habernos llamado inútiles.
—No, solo perderíamos tiempo… Continuemos.
Sentí mis mejillas teñirse de rojo, tomé asiento percatándome que el sujeto en cuestión me observaba por sobre su hombro. Tuve que fingir indiferencia, y que realmente me interesaba lo que él profesor decía, pero ya había leído sus tratados. Y gracias a mi problema de memoria, recordaba cada palabra, coma, acento… digo problema, porque no puedo olvidar nada.
Al salir de clase me encontré con Cata, y seis chicos y chicas.
—¡Bea! Venimos por ti para ir a almorzar.
—¿Venimos?
—Oh si, él es Daniel, Alejandro, Elizabeth, Irma, Rafael, Andrea y Miguel —me presento de izquierda a derecha —Ella es Beatrix, de quien les conté.
Saludé a los seis que la acompañaban, pude notar que mis compañeros me miraban de manera extraña… ¿Sorpresa? ¿Miedo? ¿Pena?
—Volvió a inscribirse —comento Daniel viendo a la puerta que estaba detrás de mí.
—No pensé que estaría en el programa, había dicho que no quería volver —comentó Irma.
—¿El treceavo hijo del infierno?
La cara de los siete era un poema.
—¿Cómo supiste su sobrenombre? —me interrogó Cata.
—El asesor Ramos hizo algunas referencias cuando se dirigía a él.
—Que Raziel no se entere que lo sabes —me susurro Miguel, Raziel se paró a mi lado observando a sus compañeros.
El hombre era alto, muy alto.
—¡Hola Raz! —le saludo Irma.
—¡No me digas así! No soy un puto perro.
—Hay ya, tú siempre de mal humor.
—¿Qué hacen aquí?
—Vinimos por Bea para almorzar —le respondió Cata.
—¿Bea?
Todos me señalaron con la mirada, al segundo siguiente sentí como los bellos de mi cuerpo se ponían en punta. Volví a verlo, tuve que levantar mucho la mirada para verlo a los ojos.
—Tienes una mirada escalofriante —murmuré y me dirigí a la incitadora —Lo lamento Cata, ya tengo planes.
—¿Ya? ¿Con algunos amigos? ¿Un novio?