La relación con los trece me estaba afectando, mis compañeros no me hablaban o lo hacían menos que antes, me sentía como una paria. Dentro del auditorio me senté en la última fila, no quería estar cerca de nadie y quería tener la puerta a mi alcance, en caso de necesitar correr. La exposición la inicio el asesor Barrales, su voz era algo aguda.
Me coloque mis audífonos y me acomode en mi asiento, observando los labios del hombre moverse y el lento avance de las diapositivas. Sentí a alguien sentarse a mi lado, pero no me inmute, por lo menos alguien que no me veía como bicho raro o que no sabía quién era yo. Estaba esperando que dentro de 4 horas nos dejaran ir por un aperitivo, otras mil horas de exposición y una hora más de comida, mañana se repetiría la rutina.
Mi mente estaba en otro lugar, según me había dicho Cata, los trece irían a montar a caballo. Algo que no habían hecho en algún tiempo, pese que alguno de ellos tiene caballerizas en casa. Me había entusiasmado la idea, pero no quería más preguntas acerca de mi o insinuaciones de Aaron, y recibir burlas por ello.
Hacía años que no montaba, pero, prefería sacrificar ese capricho infantil que mi ego. Cuando encendieron las luces para el siguiente expositor, me di cuenta de que mi compañero tenía las piernas sobre el respaldo del asiento de enfrente… entonces reconocí esas pesadas botas de cuero de tipo motociclista.
Gire lentamente la cabeza, solo para encontrarme con esa escalofriante mirada centrada en mi
—¿Por qué estas tu aquí?
—Por lo mismo que tú, el simposio.
—Ok… el asiento de los trece es allá —le señale la primera fila, que estaba totalmente vacía.
—No me gustan los favoritismos, solo porque algún ancestro nuestro le dio al gordo con un negocio y lo trabajo hasta reventarse los bolsillos de dinero, no significa que seamos mejores o necesitemos trato reverencial.
—Bien, tienes un buen punto.
—¿Por qué no quisiste ir con ellos?
Me acomodé en mi asiento y volví mi rostro al frente.
—Algo en la atención de Aaron no me gusta, sé que es tu amigo, pero…
—No es mi amigo —me interrumpió en un bajo gruñido.
Me gire a verlo, estaba furioso.
—Ok, disculpa. Algo en ello me incomoda, no me gusta recibir tanta atención de nadie.
—¿Te gusta él?
—No lo sé… él es… mira, he tenido citas, una que otra relación… pero, siempre es diferente con cada persona.
—¿Estás pensando salir con él?
Ok, este interrogatorio estaba de más, Raziel no tenía por qué saber si me gustaba Aaron o no… o mis planes futuros, él había dejado en claro que no le agradaba.
—No lo sé.
—¿Cómo que no sabes?
—No lo sé, Raziel… Es algo que tengo que pensar.
—Los sentimientos no se racionalizan, Beatrix.
—Pero, si la decisión de involucrarse con una persona o no… así que no tengo idea si saldré con él.
Me centre en el expositor que tenía frente a mí, no quería seguir charlando. Él cambio de posición y se recargo en el reposabrazos que tenía a mi derecha, con cuidado retiro mi audífono y se lo coloco en el oído. Estaba escuchando la banda que teníamos en común, una de sus baladas.
Permanecimos así el resto de la exposición, cundo nos dieron el descanso mi estomago se estaba devorando al resto de los órganos y hacia sonidos extraños. Iba a ponerme de pie, pero Raziel me tomo del brazo y lo impidió, tenía los brazos cruzados sobre su pecho, por lo que no se notaba la mano con la que me sujetaba. Seguía sentado perezosamente y miraba al frente, aún tenía el audífono en su oído.
—Deja que salgan primero.
—¡Muero de hambre!
—Te compensare, si esperas un poco.
—¿Sabes que me tratan como una paria porque ustedes me hablen?
—¿A qué te refieres? —giro tan rápido su cabeza que de no moverme su nariz habría chocado con la mía.
—Los demás compañeros del programa, no me ven como uno de ellos y no me ven como uno de ustedes.
—Es porque no perteneces a ninguno de los dos grupos.
Zafé mi brazo y me puse de pie tomando mi mochila, arrancando de golpe el audífono de su oído.
—Gracias por la compañía señor Valle, pero ya no será necesaria.
—Beatrix…
Sali del auditorio furiosa, odiaba al sujeto. Era tan arrogante, presuntuoso, gruñón, engreído. Pero, tenía razón, no pertenecía a ese lugar. Aun antes de que ellos me incluyeran en su círculo, eran pocas personas con las que hablaba. Así que en medio de mi verborrea mental me dirigí a la cafetería.