Sinceramente estaba cansada de esos dos, llevaban a mi sistema nervioso a niveles de estrés demasiado elevados. Salí de la casa por la puerta trasera, me sentía tan furiosa y hostigada por esos dos, que sólo quería regresar a mi vida normal dónde ellos no estuvieran. Cuando llegué al jardín sentí que alguien me tomaba del brazo y me jalaba hacia el estacionamiento, cuando vi las botas blancas me dejé llevar.
Subimos a su automóvil, y para cuando salía de la propiedad de los trece había comenzado a llover. Aun así, él manejaba con velocidad, reflejo mismo de su enojo. De alguna manera lo entendía, él había planeado algo hermoso… y se había echado a perder.
—¿Por qué él?
—No entiendo a qué te refieres.
—¿Por qué de entre todos los que te rodean, lo escogiste a él?
—Yo no he escogido nadie.
—Pero sales con él — gritó golpeando el volante —¿Sientes algo por él?
—No.
—¡Deja de mentir!
—Nunca te he mentido.
Conforme discutíamos aumentaba la velocidad, estaba realmente aterrándome.
—¿Qué estás haciéndome?
—Yo no estoy haciendo te nada.
—Tienes que escoger, es él o yo… Si me dices en este momento qué es Aarón, daré la vuelta al coche y te dejaré en la casa… Fingiremos que no nos conocemos.
—¡Eso no es justo!
—Te tengo una noticia mi amor, nada lo es.
—Esto está de más Raziel, no voy a permitir que me pongas en esta posición.
Raziel golpeo el volante en repetidas ocasiones.
—No voy a repetirlo… es Aarón o soy yo.
Comencé a ponerlos en una balanza, Aaron era agradable, era dulce y siempre se había mostrado atento hacia mí o hacia mis cosas. Raziel era duro, era enojón e intolerante, y siempre estaba diciéndome que no pertenecía. Siguiendo a la razón tenía mi respuesta, pero nada salía de mi garganta.
—Eres un idiota.
—Soy todo lo que quieras, pero responde de una maldita vez.
—Tu, ¿de acuerdo? Siempre me has gustado tu.
Detuvo el auto de una forma violenta en medio de la carretera, afortunadamente era un camino poco transitado.
—Quiero que estés bien segura de lo que estás diciendo.
—Nunca he dudado de lo que digo.
Sin decir más puso en marcha el coche de nuevo, esta vez comencé a reconocer a donde se dirigía, íbamos a su departamento. Increíblemente durante todo el camino no dijo palabra alguna, yo sólo observaba por la ventanilla.
Metió el auto en el garaje, antes de entrar al edificio tomo mi mano. No la soltó hasta que estuvimos frente a la puerta del departamento, abrió la puerta y me hizo pasar. Nos dirigió a la oficina, que también funcionaba como biblioteca.
—Aquí hablaremos.
—Ya te dije lo que quería saber, ya inflé tu maldito ego… ahora quiero irme a mi casa.
—No... tenemos muchas cosas que aclarar, para ello vamos a jugar un juego.
—¿Jugar?
—Sí, miénteme y me darás un beso, por cada mentira. Dime la verdad y daremos tres pasos hacia atrás, yo te guiare a la meta.
—Quieres decir que este juego perder, perder para mí.
—Como lo quieras ver, al final del juego habrá un ganador.
—Eres un idiota.
—Dime algo que no sepa.
Se recargó perezosamente en el escritorio, cruzando sus brazos sobre su pecho. Debo admitir que el atuendo que traía le sentaba excelentemente bien y, en realidad quería jugar ese juego.
—Comienza hacer las preguntas, pero puedo decidir no contestar.
—Si no respondes te besaré yo.
¡Por la más grande de todas las palabrotas!
—Tu juego, tus reglas.
—¿El fin de semana pasado saliste con Aaron?
—¿En serio quieres que responda algo que ya sabes?
—Mientes o retrocedes.
Di tres pasos hacia la salida de la oficina.
—¿Piensas en mí cuando estás con él?
—No.