Imposible Olvidar

TRECE

Para cuando recobré la conciencia ya casi amanecía, por un momento me desubicó encontrarme en otro lugar, pero una vez que los recuerdos estuvieron en orden supe que todo estaba bien. Me encontraba acostada de lado dándole la espalda, así que para poder verlo tuve que girar sobre mí eje. Él ya estaba despierto, tenía un libro en las manos.

 

—¿Qué estás leyendo?

—El Conde de Montecristo.

 

Me acomodé recargando mi cabeza en su pecho, aún me sentía soñolienta.

 

—¿Puedes leerme?

 

Sin responder el continuo la lectura en voz alta.

 

—“Al cabo de quince meses, la excavación estaba terminada debajo de la galería. Oíanse los pasos del centinela, y los dos obreros, precisados a esperar una noche sin luna para que su evasión tuviese más probabilidades aún de buen éxito, tenían sólo un temor, y era que el suelo, falto de su base, se hundiera por sí mismo bajo los pies del soldado. Este inconveniente se remedió un tanto, colocando una especie de puntal que habían encontrado en sus excavaciones. Ocupado en asegurarlo estaba Dantés, cuando de pronto oyó al abate Faria, que se había quedado en el calabozo del joven aguzando una clavija para asegurar la escala, oyó, repetimos, que lo llamaba con acento de dolorosa angustia. Acudió Dantés al punto y encontró al abate de pie en medio de la estancia, pálido, con las manos crispadas, e inundada la frente de sudor” …

 

Recordaba cada frase, cada palabra, cada acento y cada coma. Pero, el escucharlo de con su voz, le daba una nueva perspectiva. Por un lado, podía escuchar su respiración, el rítmico palpitar de su corazón, su voz amortiguado. Por el otro, su aterciopelada y grave voz. Su acento, las expresiones que imprimía a las conversaciones. Nunca había apreciado la obra de Alejandro Dumas, de la forma en que lo estaba haciendo en ese momento. 

 

Estaba quedándome dormida de nuevo, cuando el estúpido tono de mi celular nos interrumpió.

 

–Tu responde, quien sea diles que me mude a Timbuktú –le dije envolviendo me en la frazada.

–¿Si es Aaron?

–Dile que me mude a Marte.

–Bien —lo sentí moverse un poco y después el tono de mi celular se detuvo. —¿Diga?

—¿Quién diablos eres y por qué tienes el teléfono de mi amiga? —escuche el grito de Cata, Raziel había activado el altavoz.

—Ella duerme, ¿Le digo que llamaste o que te llame?

—¿Qué?  ¿Cómo que duerme a las once de la mañana?... Espera, ¿Raziel?

—¿Quién más respondería el teléfono de Beatrix?

—¡Oh por Dios! ¡Eva están juntos!

—¡Ya era hora! —grito Eva.

—Chicas, Beatrix duerme.

—¡Ups! Dile que me llame cuando esté en casa.

—Le diré.

—¡Felicidades! —grito antes de corte la llamada.

—Esas chicas están locas.

 

Levante la cabeza mientras él dejaba el celular en el buro, lo observaba con calma.

 

—Eva no planeo lo de los disfraces, ¿Verdad?

—¡Qué bueno que no preguntaste eso anoche!

—Lo supuse —comenté recargando mi cabeza en su pecho otra vez.

—¿Por qué lo supusiste?

—Porque un anime tan sanguinario tiene más relación contigo que con ella, ella es más de romance y cosas delicadas… solo basta ver cómo trata a Cata y la forma en que le habla o como la mira.

—Eres una muy buena perfilista.

—Gracias.

—Pero, ¿te das cuenta que me dijiste sanguinario?

—No, yo sólo lo insinúe.

 

Reímos por un buen rato, nos dimos una ducha y fuimos a desayunar. Estábamos almorzando en su restaurante favorito, esta gente no sabía de comer en casa. Pero seamos honestos, a mí también me gustaba el hecho de ser atendida.

 

Esta vez la interrupción provino de su teléfono, respondió poniendo el altavoz.

 

—Max estoy en medio de una cita.

—¿Una cita en domingo a las 2 de la tarde?

—Cualquier hora es buena para una cita, Max.

—¿Mi sobrina sabe que estás haciendo esto?

—¿Cuál sobrina tío?

—¿Cómo que cual sobrina? Estoy hablando de Betty.

 

No sabía si reír o arrancarle el teléfono y gritarle a Max.

 

—Max, claro que lo sabe.

—¿Y está de acuerdo que salgas con otras mujeres?



#23182 en Novela romántica

En el texto hay: traicion, romance, drama

Editado: 25.08.2021

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