Impostora

3. Atrapada

Noa estaba despierta, el día anterior había sido dada de alta del hospital y le habían recetado varios medicamentos por si llegaba a sentir dolores de cabeza. Ella rodó por la cama y quedó acostada de medio lado. Había comenzado a asimilar la situación al noventa por ciento, pero le era imposible acostumbrarse a llamar mama a otra mujer y estar en un lugar que aunque era tan parecido a su mundo, no lo era al tiempo. Había fingido amnesia y aunque conocía algunos detalles sobre el libro todavía no era capaz de identificar todo. Ella tuvo la esperanza esa mañana que todo fuera un sueño, pero nada sucedió. Despertó en aquella habitación enorme, incluso mas grande que la suya. Llevaba alrededor de dos horas despierta y sabia que dentro de poco debería levantarse para ir a la escuela de Erika... Aquello le dio fastidio, pues hacia unos días que se había graduado y ahora le tocaba volver porque se veía obligada.

Se preguntó si era posible que estando ella allí dentro del libro hubiera desaparecido de su vida real o por el contrario todo seguía igual ¿Tendría aquello que ver con el hecho de que se quedara leyendo Oscura rivalidad esa noche antes de quedarse dormida?...eran tantas las preguntas, pero nadie a quién hacerlas para desahogarse, ya habían imaginado que estaba loca como para volver a ponerlo por duda.

Dos suaves golpes sonaron en la puerta, ella miró la puerta y solo pasaron unos segundos para que se abriera.

—¿Nena? Es hora de levantarse —susurró Nana. Noa la miró y la mujer comprobó con asombro que estaba despierta—. ¿Estas bien, cariño?

Nana se acercó a la cama y acarició el cabello de ella.

—Si, no tenía sueño. ¿Debo ir a la escuela? —Nana asintió.

—Pero si te sientes mal, no debes hacerlo...puedo decirle a Nathan que no venga por ti —musitó.

—No es eso...solo que es raro. No recuerdo nada y va a ser difícil adaptarme —explicó.

—Lo comprendo Kika, sé que será difícil y me siento tan culpable...por refugiarme en mi trabajo y dejarte de lado —confesó.

—No te preocupes, estaré bien. Solo será difícil, no deberías disculparte... Puedes enmendarlo y eso será suficiente. Espero que todo pase rápido. —Eso esperaba...no sabia que diablos hacía allí, ni como podría salir, casi parecía un conjuro.

—Gracias, hija. —Nana se inclinó y le besó la frente—. Debes apresurarte entonces, el desayuno está preparado...Nathan estará aquí en media hora.

Noa asintió y le dio una sonrisa sincera. Se sentó en la cama y recogió el cabello en una coleta.

—¿A que hora te vas? —preguntó ella.

—Debo salir en un cuarto de hora o llegaré tarde al trabajo. Estaré aquí a las cinco, lo prometo.

Noa asintió y Nana se despidió de ella antes de salir. Ella se bajó de la cama y fue al cuarto de baño para darse una ducha y lavar sus dientes. Cuando salió rebuscó en su armario algo cómodo que ponerse y recordó que Erika tenia un mal gusto por la ropa, después de todo era la típica nerd de los libros. Ella quizás se parecieran un poco, pero solo por el gusto en estudiar y devorar libros.

Noa tenía gusto por la moda y aunque no era experta le gustaba vestir bien. Casi sacó toda la ropa hasta que encontró unos vaqueros ajustados y un suéter blanco con corazones estampados, también encontró una chaqueta de cuero negro.

—Tal vez le diga a Nana que debo cambiar mi guardarropa un poco —se dijo. Ella fue hasta el espejo y le agradó la imagen que tenia. Se colocó los lentes que encontró y peinó su cabello.

El cabello de ella seguía siendo el mismo con la única diferencia de que era purpura.

—Estar aquí tiene sus ventajas —rio por primera vez, pero al final hizo una mueca—. Mama nunca hubiera permitido que me tiñera el cabello.

Noa dejó su cabello suelto, se alejó de allí y buscó unas sandalias para calzarse... Luego fue a un perchero y tomó la mochila que supuso era la que Erika solía llevar a la escuela.

Cuando salió de la habitación faltaban diez minutos para las siete y media. Ella avanzó por el pasillo y bajó las escaleras. El silencio que había en la casa le hizo saber que Nana ya se había ido. Pasó el salón y entró en la cocina. En la mesa de cuatro puestos que había allí estaban servidos dos platos. Nana preparó huevos, tocineta acompañados de dos rebanadas de pan. Una taza de café a cada lado y un vaso de jugo que supuso era naranja.

Ella dejó la mochila en el mesón de la cocina y se sentó en una de las sillas, preguntándose para quien era el otro plato. Apenas llevó el vaso con jugo a sus labios y comprobó que era mango, la puerta principal se abrió y ella se puso en alerta. Nana y Erika vivían solas lo que hacia imposible que alguien mas estuviera...no fue hasta que Nathan atravesó la estancia que suspiró de alivio.

—Waoo es idea mía o tus ojos se ven más grandes —se burló él haciendo referencia a su expresión asustada.

Ella resopló y dejó el vaso en la mesa. Procedió a mirarlo con expresión asesina.

—Pensaba que un loco había entrado en la casa, pero me doy cuenta que no estaba lejos de ello —mascullo.

Nathan se dobló sobre su estomago aun de pie en el umbral de la puerta.

—¡Auch! Golpe bajo —dijo haciendo una mueca de dolor, pero después se enderezó y caminó hasta la silla junto a ella—. ¿Como éstas? Nana me invitó a desayunar en agradecimiento por llevarte a la escuela.

Él dejó la mochila que llevaba en su hombro en el suelo y tomó asiento.

—Ya veo...estaba preguntándome para quien era el otro plato y de no haber aparecido de seguro me lo hubiera comido —musitó. Ella empezó a comer y Nathan la estudió por un largo rato. Cuando ella se percató enarco una ceja—. ¿Tengo un moco en la nariz o que?

Nathan río y apartó el rostro para mirar su comida.

—No, te ves muy guapa y algo diferente, es todo.

—Supongo que el cambio de look hizo la diferencia —sugirió ella.

Él se encogió de hombros.




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