Impostora

5. ¿Quien Eres?

Noa se quedó muda. Consiente de que él podía ver a través de aquella imagen y en ese momento no sabia si sentir alivio o miedo por lo que la acusaba Seth. Por otro lado estaba el hecho de que nada parecía ser igual a lo que había leído en Oscura rivalidad y algo le decía que sus acusaciones se acercaban más a la parte oscura del libro y la única conclusión a la que alcanzaba a llegar era que Seth era una criatura mágica. No sólo por sus habilidades como un ser cambiante, sino también por los poderes que poseía y si no se andaba con cuidado lo más probable es que jamás logrará salir de aquel mundo en el que todavía no sabia si era parte de un sueño o la verdadera realidad. No sabía si todo aquello era parte de un invento de su subconsciente después de haber estado leyendo demasiados Manhwas de reencarnación en libros.

Como si le hubiera leído la mente, él entrecerro los ojos y con un ágil movimiento se apartó de ella. Sus ojos la escrutaron como si no la hubiera visto nunca y luego apretó la boca.

—¿Me creerás si te digo la verdad? —susurro ella incorporándose en la cama.

Seth no dijo nada durante largos segundos y ella se quedó quieta. Hasta el momento nadie había creído lo que realmente le había sucedido así que lo intentaría. No perdería nada. Con suerte si lo que estaba ocurriendo era real y si sus sospechas de que era un ser mágicos resultaban ciertas, él  podría ayudarla a volver con su familia.

—Yo pregunto y respondes —rugió sin dejar de mirarla. Sus miradas se encontraron y ella trago saliva.

Terminó el contacto más por nervios que por miedo. Noa se iba a colocar de pie, pero él no la dejo. Su cuerpo se mantuvo paralizado.

—¿Que has hecho?

—Me aseguro que no escapes.

Noa castañeo los dientes y lo miró enojada.

—Imbécil, si tuviera el poder para hacerlo estarías huyendo de mi —escupió envalentonada. Él enarco una ceja y le regaló una sonrisa de medio lado.

—Por ese detalle tan significante descubrí que no eras ella. Erika no tiene la suficiente confianza para atreverse a insultarme.

Noa gruñó y lo miró furiosa.

—Es cierto, pero nunca trate de ocultar quien soy, de hecho fuiste tú la primera persona que vi cuando llegué aquí y tampoco me creíste cuando te dije que no era ella. Es una lastima que mi apariencia los hubiera engañado —susurró con amargura.

Él no dijo nada, pero por el modo en que la miró supo que estaba procesando sus palabras.

—¿Quien eres? —inquirió él fulminante.

—Alguien —dijo con sarcasmo.

—No te hagas la tonta —farfullo.

—Me llamo Noa Adams.

—¿Quien diablos te envío?

Ella puso los ojos en blanco e intentó removerse pero fue en vano.

—Dale con lo mismo. Nadie me envió que yo sepa. Aparecí aquí nada más y aun trato de descifrar si se trata de un sueño largo o de la maldita realidad. Han pasado varios días y sigo aquí. No pertenezco a este lugar si eso te hace sentir mejor.

—¿Como es que sabes de nosotros? —habló con voz dura.

—No tengo intención de hacerte daño ni aunque pudiera. De hecho estaba tratando de pasar desapercibida hasta que tu y la bola de estúpidos de tus amigos me fastidiaron. No me iba a dejar molestar por unos chicos descerebrados.

Él dio dos pasos hacia ella y cuando tocó su barbilla no pudo evitar sentir una corriente eléctrizante rozar su piel. Incluso pareció que Seth también lo sintió. Pero él no dijo nada en cambio ella contuvo la respiración.

—No respondes mi pregunta... ¿De quien intentabas pasar desapercibida?

—De todo el mundo, no te creas tan especial y respondiendo a tu estúpida pregunta —chilló para apartar las emociones que la estaban inundando—. Leí sobre ustedes y sobre Erika.

Seth la obligó a levantar el rostro y sus miradas se encontraron. Él soltó una risa amarga y se inclinó para olerla. Noa abrió los ojos sorprendida por la acción.

—¿Q... Que haces? —balbuceo.

—Nada que te importe.

—Lo hace cuando invaden mi espacio personal —mascullo.

—¿Han escrito sobre nosotros? —preguntó ignorandola. El corazón de Noa dio un vuelco cuando sintió la respiración de él  acariciando su piel.

—Si... Es difícil de explicar... —tartamudeo—. Deja de torturarme o no diré más.

Pero él no hizo caso a sus palabras y con su otra mano le rozó el brazo. Sus dedos subieron a lo largo del mismo hasta que llegaron a su cuello. Ella pensó que la lastimaría y en cambio buscó el pulso con sus dedos.

—¿Mis caricias son torturas? Porque me parece que te gustan.

Noa trago saliva porque sabía que era cierto, pero primero muerta antes que decírselo. Ella hizo un mohin.

—Ya quisieras que suspirara por ti como todas las demás chicas —mascullo—. Prefiero besar a una fila de sapos antes que tocarte por voluntad propia.

—¿Besar? —se burló Seth—. No lo había pensado. Pero jamás besaría a mi enemigo, una caricia no es algo que una bruja como tú merezca.

—¿Entonces por que diablos me tocas, imbecil?

Él se echó atras como si hubiera sido consiente por primera vez que la estaba tocando y gruñó.

—No tengo porque darte explicaciones. ¿Quien escribió sobre nosotros? ¿Que sabes?

—No hablaré hasta que pueda moverme con libertad. Ese juego que haces con tu mente me tiene entumecida.

Entre los dos discutieron una vez más y ella se negó a pronunciar palabra hasta que no la dejara moverse.

—Esta bien.

Los ojos de Noa se iluminaron cuando sintió que la tensión que sentía desapareció. Pero no pasaron ni dos segundos cuando una soga transparente y de la cual emanaba una luz blanca apareció en sus muñecas uniendo sus manos.

—¿Que demonios! —chilló.

—¿No creerías que te dejaría así como si nada? —inquirió con una ceja enarcada. Noa gritó furiosa en su dirección y él se encogió de brazos—. Ese lazo de luz te mantendrá sujeta hasta que yo lo decida. Mejor que te acostumbres.




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