Impostora

1. Desconocido

—¿Que demonios! —El grito que Noa pegó podía haber levantado hasta los muertos.

Ella dio un salto y se sentó sobre la cama. Abrió los ojos sorprendida y clavó la mirada en la espalda desnuda del chico que la acompañaba. Ella lo escrutó alarmada cuando lo escuchó gruñir. El corazón le comenzó a latir desbocado y el miedo la atenazó. Se pasó los brazos a si misma y comprobó con alivio que seguía vestida. El muchacho hizo un ruido y ella lo vio removerse por la cama. Noa se echó hacia atrás para evitar que siquiera la rozara y en su afán por apartarse se cayó de espaldas.

—¡Auch! —se quejó, el dolor se extendió por la parte baja de su espalda y llegó hasta su cabeza.

—¿Que diablos haces aquí? —espetó una voz, a la que ella identificó como el desconocido que despertó a su lado.

Ella llevó una mano a su cabeza y dejó un suave masaje en la zona antes de intentar levantarse. Algo que resultó difícil porque se mantenía enredada en un sin fin de cobijas que cayeron al suelo junto a ella.

—¡Como mierda quieres que lo sepa! ¿Quien eres tú y donde estoy? —replico ella—. A parte eres un burro con todo y orejas ni siquiera te has molestado en ayudarme, imbécil.

—Vaya, ver a Erika Sanders decir tantas palabras en una oración es una novedad. Ni siquiera has tartamudeado ¿Te fumaste algo en la fiesta de ayer?

Cuando ella finalmente se colocó de pie, lo estudió. El chico era el mas guapo que sus ojos hubieran tenido el placer de ver. Tenia un espeso cabello castaño que caía sobre su frente en ondas suaves y despeinadas, ojos café claros y cejas gruesas que quedaban bien enmarcadas con su nariz fileña. Su boca podía ser considerada un pecado, labios carnosos, rojos y sensuales que le hicieron imposible apartar la mirada, verlo enojado solo aumentó su atractivo. Ella deslizó sus ojos mas abajo y se encontró con su pecho terso y bien formado que en contraste con su piel rosada, casi bronceada lo hacían aun mas deseable.

—¿Terminaste? Definitivamente te fumaste algo, me miras como si nunca lo hubieras hecho ratoncito —dijo con voz burlona. Una sonrisa amarga se deslizó en sus labios y ella puso los ojos en blanco.

—Deja de insultarme, imbécil. Además que yo sepa no te recuerdo de ningún lado. Tu estupidez tiene un nivel Dios y esas cosas no las olvido. —El muchacho cuadró los hombros e hizo de sus boca una fina linea, se apoyó en la cama y en cuestión de segundos estuvo frente a ella. ¡Vaya que era alto y atlético!, ella casi le llegaba los hombros y a duras penas.

—Andas muy valiente, veamos cuanto te dura. Te aplastaré y luego no quedará nada de ti —gruñó. Él dio un paso adelante y ella uno atrás, hasta que quedó acorralada contra la pared. Él se inclinó y acercó su rostro al de Noa.

—Lo diré una vez ¿Que mierda haces aquí?

Noa lo encaró, no se dejó intimidar a pesar de que su mirada parecía congelar hasta la lava. Ella levantó la barbilla.

—No lo sé. No te conozco, ya lo dije —farfulló con ojos encendidos.

—Mentirosa. Me conoces bien, he visto como me observas desde hace tiempo, te gusto. Lo que no explico es como llegaste aquí. ¿Te escabulliste en medio de la noche? —cuestionó con dureza.

—Mierda, te dije que no te conozco. Ahora apartate —gritó exasperada. Noa colocó las manos en el pecho de él y lo alejó de un empujón.

No le pasó desapercibido su gesto de sorpresa. Ella comprobó su ropa en totalidad.

—Solo espero que no haya pasado nada entre los dos porque juro que te mato —sentenció. Ella llevaba un pantalón negro hasta el tobillo y una camiseta blanca sin mangas, ambas prendas eran demasiado holgadas para su cuerpo y eso que ella no era tan delgada, en su lugar tenia curvas y aun así, cuando bajó la mirada no vio que la ropa se le ajustara al cuerpo, no era lo que ella acostumbraba a llevar.

—Ya quisieras, nena.

Cuando levantó la mirada despacio y sus ojos le recorrieron las piernas, ella por primera vez se dio cuenta que él solo vestía un bóxer y que éste no llegaba ni a la mitad del muslo. El descubrimiento le dejó sin aliento. No sólo su pecho se veía terso, firme...sino que sus piernas se veían largas y fuertes, eran gruesas. Ella tragó en secó y apartó la mirada rápidamente. Sabia que tenia las mejillas encendidas y no quería que él hiciera un comentario sobre eso.

—Estúpido —siseo. Ella echó un vistazo a la habitación por primera vez, necesitaba ubicarse y mirarlo a él no ayudaba en nada.

La habitación era amplia y las paredes estaban pintadas de azul oscuro, unos pocos cuadros cubrían las paredes y todos mostraban deportes extremos. Ella frunció el ceño, ya que le recordó a un personaje de libro que guardaba una especial semejanza y que era tan o mas estúpido del chico frente a ella... Había un televisor en un rincón de la pared, debajo se encontraba una mesa con videojuegos, un enorme sofá en frente y finalmente estaba la amplia cama donde había despertado.

—¿Es tu casa? —indagó curiosa y confundida por estar allí.

—Ya lo sabes. —Ella sacudió la cabeza.

—De ser así no preguntaría, descerebrado —mascullo sin mirarlo.

Ella vio una ventana y caminó hasta allí, se acercó y comprobó que estaban en un segundo piso, además el vecindario se le hizo extraño. Nunca había estado allí.

—¡Mierda! ¿Donde diantres estoy? —se preguntó así misma, ya que hacerlo al gorila que estaba con ella en la habitación no funcionaba—. Maldita sea, mama me va a matar si se entera que no estoy allí.

Ella palpó los bolsillos de su pantalón para ver si encontraba su teléfono, pero no lo halló y eso incrementó su incertidumbre.

—Toma, vete de aquí —gruñó él. Noa se dio la vuelta y lo encontró con una bata de baño puesta. En sus manos tenia un abrigo rosado y se lo lanzó casi a la cara. Ella lo atrapó de cosa.

—¿Que es esto? —replicó confusa.

—Tu ropa, supongo...es lo único además de ti que no encaja aquí. Ahora largo, sal por la cocina y procura que nadie te vea. —La corrió. Ella abrió la boca asombrada y lo miró furiosa. Pero no se molestó en decir o preguntar nada, sino que se giró y abrió la ventana.




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