Impredecible

Capítulo seis.

Oí la puerta de la entrada y no pude evitar sobresaltarme, levantándome rápidamente del sofá.

-¿No deberías estar en clase?- me preguntó mi madre frunciendo el ceño.

-Hemos salido antes- le respondí intentando disimular la siestecita que me había echado.

-No puedo hacer la comida- dijo mi madre andando rápido hacia la cocina-. He comprado comida prepreparada por si tienes hambre.

-¿Por qué?- quise saber.

-Mañana tenemos que terminar unos papeles en casa- dijo mi madre refiriéndose a nuestra antigua casa-. Esta tarde tenemos que coger el tren para estar mañana allí a primera hora.

-¿Te refieres a papá y tú?

-Luke también vendrá.

-¿Y yo no?- pregunté enfadada.

-No quiero que pierdas clase. Además necesitamos la presencia de un hijo para firmar unos papeles- explicó.

-¿Y tiene que ser él?- pregunté todavía más enfadada.

-No le des más vueltas- dijo haciendo un movimiento con los brazos-. Te quedarás en casa de los Smiths esta noche.

No podía creerlo.

-Puedo quedarme en casa de Serena- dije sin pensar.

-¿Quién es Serena?

-Una amiga del instituto.

-No intentes escabullirte, porque te quedarás ahí. Es sólo una noche y acabo de pasarme por la casa de Ellen para comunicárselo.

-¿Y no me puedo quedar aquí?- dije intentando evitar lo inevitable.

-No- me respondió rotundamente.

-Mamá- intenté quejarme pero salió de la cocina.

-Voy a prepararme el equipaje- dijo mientras corría hacia la planta de arriba.

Me tiré en un sillón mientras pensaba cómo lo iba a hacer para no quedarme a dormir allí. Sólo de pensar que iba a dormir en la misma casa que Alex me dieron escalofríos. Pero por más que lo intentase, sabía de sobra que no podía escabullirme de la situación.

Después de que mi hermano y mi padre llegaran casi al mismo tiempo, hicieron el equipaje rápidamente y se fueron. No iba a ir hacia la casa de los Smiths hasta la hora de cenar, así que decidí ducharme y prepararme el poco equipaje que iba a llevar. Después de preparar todo sin prisa, me senté en uno de los sillones del sofá. El silencio me envolvió y me sentí realmente sola. La soledad era uno de mis miedos, ya que no me agradaba del todo estar sola en casa. Y menos en esa casa tan vieja. Antes de encender la tele, me levanté y fui hacia la cocina, abrí un cajón y cogí el manojo de llaves de emergencia, con el que cerré la puerta principal, la trasera y la puerta que bajaba al sótano. Mi padre, cuando vio por primera vez la casa, pensó en restaurar el sótano y convertirlo en una salita, con sofás y un televisor, pero de momento sólo tenía goteras y cajas vacías de la mudanza. Me aseguré de que no había nadie en el jardín de la entrada y me recosté en el sofá, intentando alejar de mis pensamientos dónde iba a dormir esa noche. Justo en el día en el que me había enterado de las pesadillas de Alex.

Miré el reloj y eran más de las siete. Salí del sofá intentando darme ánimos pero estaba falta de éstos. Sólo quería meterme en la cama y no salir hasta el día siguiente, pero sabía de sobra que si lo hacía, Ellen vendría a buscarme y a sacarme de casa. O vendría Alex, cosa que me molestaría más. Cuando estaba a punto de subir las escaleras para recoger mis cosas, el timbre sonó y me giré de repente. Nadie en el vecindario nos conocía y tampoco esperaba ninguna visita, así que dudé entre abrir o subir las escaleras. Cuando volvió a sonar me acerqué a la puerta, mirando por la mirilla. Vi a Alex, con las manos dentro de los bolsillos de una sudadera roja. Antes de que me pusiera más nerviosa, abrí la puerta, y nada más verme, me sonrió.

-Vengo a recogerte- dijo antes de saludarme.

-Sé dónde está tu casa- susurré dándome cuenta de que era más tarde de lo que pensaba, ya que ya había caído el sol.

-Mi madre está terminando la cena- repitió el con algo de vergüenza.

-Voy a por mis cosas- dije señalando las escaleras-. Pasa.

Entró al pasillo y subí las escaleras de dos en dos. De tanto pensar en las pocas ganas que tenía de dormir en su casa, no me había dado cuenta de que ya había anochecido. Ahora les había dado la impresión de que no quería ir a su casa, pero realmente era verdad. Cerré la mochila y bajé rápidamente la escalera, viendo que Alex me esperaba al lado de la puerta de entrada, en la misma posición en la que lo había dejado antes. Cuando bajaba los últimos peldaños, elevó su mano hacia el perchero y cogió mi abrigo, tendiéndomelo cuando dejé las cosas en el suelo. Mientras me lo ponía cogió todo y me hizo hueco para que saliera de casa. Intenté que Alex me dejara cargar con mi equipaje, pero consiguió convencerme a la primera.




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