Al día siguiente me vestí nada más sonar la alarma, recogí todo de mala manera en mi mochila y salí disparada hacia casa. Había superado el cupo de tiempo pasado cerca Alex y necesitaba respirar oxígeno que no fuera el oxígeno de esa casa. Abrí la puerta de casa rápidamente, tiré las cosas encima de mi cama y me metí en la ducha, intentando aclarar mis ideas al mismo tiempo que dejaba el agua correr. Le había insistido a mi madre que podía quedarme sola en casa, haciendo mis cosas y sin molestar a los Smiths. Pero, por culpa de la suerte que siempre huía de mí, acabé en esa casa, acabé hurgando en los cajones y por consiguiente acabé viendo algo que desearía no haber visto. Desde que vi la pulsera manchada de la sangre de Sophia, no podía pensar en otra cosa que no fuera esa muchacha. Me la imaginé usando el baño de Alex, el mismo que había usado yo, pasando a su cuarto, pero sobre todo me la imaginaba siendo feliz. La felicidad que se fue con la infidelidad de Alex. Y aunque él no la hubiera matado, que no lo creía ni por asomo, sí pensaba que si Alex no la hubiera traicionado, no hubieran discutido esa noche y probablemente Sophia nunca podría haber sido atropellada. Cuando parecía que me estaba olvidando de Sophia y empezaba a ver a Alex como alguien no implicado en un homicidio, justo encuentro la pulsera que Sophia llevaba la noche en la que murió. Enrollé mi cuerpo en una toalla, limpié el vaho del espejo y me miré fijamente. Había dejado que Alex, que Sophia y que toda su historia me absorbiera completamente. No me había concentrado del todo en los estudios, no me había esforzado en encontrar amigos y no me había asentado del todo en mi nueva vida. Estaba más pendiente en convencerme de que Alex no era un asesino que en mi vida en general. Me preguntaba una y otra vez qué era lo que Alex tenía que me atrapaba tanto. Una de mis cualidades era la curiosidad, y supongo que con él había alcanzado el límite. Un límite que no iba a sobrepasar. Tenía que centrarme en mi misma, tenía que olvidar todo lo relacionado con Alex, pero sobretodo olvidarme de él. Oí mi teléfono sonar dentro de la mochila en mi cuarto. Descolgué pensando en que sería mi madre dándome los buenos días, pero en cambio fue una voz masculina poco contenta.
-¿Dónde estás?- preguntó tajantemente.
-¿Quién eres?- pregunté intentando reconocer la voz, pero me había pillado demasiado desprevenida.
-Soy Alex- parpadeé-¿Dónde estás?
-En…casa- respondí.
-¿Por qué te has ido sin avisar?-volvió a preguntar de la misma manera.
-Era temprano- fue por el miedo. El miedo fue la verdadera razón por la que me fui sin avisar.
-Iré a recogerte en media hora para ir al instituto- dijo y colgó. No me había dado la ocasión de rechazarlo, pero aún así no me iría con él.
Me preparé rápidamente y en veinte minutos ya estaba lista. Abrí la puerta de la entrada y antes de salir al porche, asomé la cabeza para asegurarme de que el escalofriante de Alex no estaba en la acera de enfrente vigilando mis movimientos. Cerré la puerta y bajé las escaleras del porche rápidamente, cogiendo la dirección opuesta a la que normalmente solía tomar para no pasar por la casa de Alex. No sabía hacia donde me dirigía exactamente, pero tenía media hora hasta que empezaran las clases, así que opté no preocuparme. Llegué al instituto cinco minutos antes de que el primer timbre sonara, así que fui a mi taquilla a dejar algunos libros. Antes de que pudiera huir, Alex se había posicionado a mi lado, impidiéndome abrir la taquilla. Le sostuve la mirada unos segundos, intentando hacer que se fuera.
-No me has esperado esta mañana- se quejó frunciendo el ceño.
-Sé el camigo hacia el instituto- respondí empujándole levemente para que pudiera abrir mi taquilla.
-¿Y?- insistió inclinando la cabeza, metiéndose en el hueco entre mi cabeza y la taquilla. La abrí más e hice que se retirara un poco, pero no salió de mi campo de visión.
-Tengo clase- dije girándome en mis talones.
Mi primer día intentando no relacionarme con Alex Smith no había sido del todo exitoso. Sólo había hablado con una persona en todo el día, y ese era Alex, y encima había hablado en dos ocasiones. La mañana se hizo larga y me esforcé un poco mejor en no ver a Alex e incluso puse más empeño en él que en la explicación de las clases. Incluso intentando ignorarlo, empleaba el mismo tiempo y esfuerzo. Cuando iba a irme, pasé al baño. Me lavé las manos y enderecé un poco mi pelo, y justo cuando iba a salir, Alex pasó a los servicios y se paró mirándome fijamente. Comprobó que no había nadie en los cubículos empujando la puerta de cada uno rápidamente y se volvió a colocar enfrente de mí.
-¿Por qué huyes de mí?- dijo en tono contundente.
-No huyo de ti- susurré apartando mi mirada de la suya. Al fin se había dado cuenta. Pero no quería aceptarlo, no quería verme vulnerable.