Impredecible

Capítulo diez.

Alex me dejó en casa como solía hacer cada vez que salíamos con el grupo. A veces queríamos un rato para nosotros dos solos y aparcaba en nuestro vecindario, algo lejos de nuestras casas, y simplemente hablábamos. Hablábamos de todo y de nada al mismo tiempo. Nos sorprendió la manera en la que congeniamos cuando dejamos nuestros problemas y miedos a un lado. El miedo a perderme que Alex tenía le impedía abrirse hacia mí y en cuanto mí, no tenía un miedo claro, ya que me habían juntado todas mis inseguridades eso me imposibilitó darle una oportunidad a Alex. Los días posteriores a mi llegada a Washintonville me sumergí en Sophia y no pude ver a Alex más allá del asesino que todo el mundo pensó de él en su día. Al igual que cambió mi visión de él, cambió la forma en la que yo pensaba que la gente lo veía. Veía que al fin y al cabo era un adolescente normal, con su equipo de béisbol y con sus fiestas los viernes por la noche.

 

Justo después de que la comida terminase, le invité a casa. Mis padres estaban en sus respectivos trabajos y mi hermano estaría dando los últimos retoques a la última entrega del periódico escolar antes de vacaciones, así que estábamos solos. Me ayudó a colocar algunos cuadros en la habitación y propuso acompañarme a comprar las lámparas para mi cuarto, así que al día siguiente me llevó a una tienda de iluminación en las afueras del pueblo. Cuando entramos nos encontramos con muchos pasillos iluminados por distintos tipos de luces. Andamos por muchos pasillos buscando la lámpara ideal para mi cuarto: debería tener algo morado pero sin ser demasiado extravagante.

-¿Sabes que me ha contado Serena?- le pregunté al pasar al pasillo de lámparas de pie.

-Sorpréndeme- quise reírme pero sabía que el tema no le iba a agradar. Miré hacia la derecha, buscando las palabras correctas pero lo único que encontré fueron más lámparas.

-Dice que el grupo te nota raro.

-Ah, ¿sí?

-Me ha dicho que ya no tienes la misma confianza con el grupo- seguí explicando-. Que ya no te comportas como te comportabas antes.

-¿Y cómo me comportaba antes?- dijo parándose.

-Pues… no lo sé. Sólo te digo lo que me ha dicho- encogí los hombros.

-No me siento igual de cómodo que me sentía antes con Scott, Mike y James- explicó.

-¿Por qué?

-Porque desde que murió Sophia no me han tratado igual. Piensan demasiado las bromas que hacen para intentar no herirme.

-¿Y qué tiene de malo?- pregunté.

-No tiene nada de malo, en verdad se lo agradezco. Pero los profesores, mi madre y todo el mundo me trata como si estuviera a punto de explotar o algo así. Supongo que ellos tres eran las únicas personas que podían tratarme como si fuera una persona normal.

Era la primera vez en mucho tiempo que hablábamos de Sophia.

-¿Y cómo quieres que te tratemos?

-Como lo haces tú. Eres tú misma cuando estás conmigo. No piensas dos veces lo que vas a decir y no intentas agradarme todo el tiempo- sonreí ante su comentario y reanudamos el paso. Después de unos minutos andando por el establecimiento, entramos en el pasillo que parecía tener la lámpara perfecta para mí.

-¿Esta?- dijo Alex por enésima vez señalando una de ellas.

-No- volví a decir.

-No debería haberme ofrecido a ayudarte- dijo Alex con tono bromista.

-Ah vale, ¡gracias!- le contesté riendo.

-Eres muy indecisa. Esta valdría- dijo cogiendo una blanca con rayas moradas. La examiné unos segundos y pude verla sobre mi mesilla de noche.

-Podría valer. Pero busquemos alguna más- añadí y me giré.

Alex me siguió con paso lento, con las manos en los bolsillos de su abrigo. A veces me sorprendía. Era realmente guapo, con su pelo castaño ni muy largo ni muy corto. Siempre iba bien vestido aunque tampoco evitaba ponerse sudaderas. A veces se dejaba la barba de unos días, dejándome que me riera de lo estúpido que se veía. En realidad no se veía mal, pero supongo que me impresionaba la forma en la que todo le quedaba bien.

Di unos pasos más y Alex pronunció mi nombre, captando mi atención. Me giré y estaba  a tan sólo unos centímetros de mí. Se inclinó y se acercó más a mí. Una sonrisa se asomó en sus labios y juro que estábamos respirando el mismo aire, si es que estaba respirando en esos momentos. Entonces, todo pasó demasiado rápido. No sé si fue él el que que me besó o fui yo la que acortó la distancia minúscula que nos separaba, pero lo importante fue que nos estábamos besando. Puse una mano sobre el hueco de su cuello y con otra tracé la curva de su mandíbula lentamente. Él se limitó a poner una mano en mi espalda, acercándome más a él. En mitad del beso me reí. No sé si fue por los nervios o por lo feliz que me hizo que eso sucediera, pero no podía parar de sonreír. Nos miramos a los ojos y Alex frunció el ceño, preguntándose el por qué de mi reacción. Decidí responderle besándole otra vez, haciendo que las chispas no fueran sólo fruto de las lámparas. Permanecimos así unos segundos y nos separamos. Alex extendió su mano hasta su pecho, donde descansaba la mía. Allí se entrelazaron y Alex me besó en la frente como tantas veces hacía. Nos miramos a los ojos y volvimos a sonreír.




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