Impredecible

Capítulo once

El día anterior al de Navidad mi madre y yo nos acercamos a comprar las últimas cosas para la cena y para la decoración. La mayor parte de los días anteriores los había pasado decorando la casa y buscando recetas con mi madre para que la velada navideña fuera perfecta. Ese año los Smiths nos acompañarían ya que mi madre se empeñó en que Alex y su madre no pasaran el día de Navidad solos. Yo no puse resistencia alguna y me encantó la idea de cenar con Alex en ese día. Eran mis primeras Navidades en Washintonville y mis primeras Navidades junto a Alex. Estaba emocionada y un poco nerviosa, pero al fin y al cabo era una cena junto a mi novio y mi familia. No debía de qué preocuparme. Cuando terminamos de comprar las servilletas rojas, algún que otro elemento decorativo y algunas luces para el árbol, mi madre se tiró en el asiento del piloto exhausta. Mi madre era demasiado perfeccionista y cuando tenía que organizar algo fuera de lo común se aturdía y se comportaba como una loca. Me había gritado más de una vez en la tienda cuando buscaba las luces de colores, ya que ella quería amarillas y yo no encontraba otras que fueran blancas.

 

-No debes tomarte tan en serio esto- la animé poniéndome el cinturón.

 

-Es que quiero que todo salga bien. Es tu primera Navidad con Alex- repuso. Cuando le conté a mi madre lo de mi relación con Alex mi madre se echó a llorar. Lloró un buen rato mientras desayunaba y mi hermano le preguntó por qué lloraba. Tuve que contárselo y a Jake no le agradó del todo, pero al cabo de unos días terminó aceptándolo. Mi padre, sin embargo, fue el que más se alegró por mi. Sabía que si tenía novio era porque estaba feliz en Washingtonville. Y mi padre, que yo fuera feliz, era lo que quería.

Cuando el día llegó juro que a mi madre no le quedaba voz para quejarse, y menos pelo para tirar de él. Al fin y al cabo la cena fue bien y la comida nos gustó a todos. Después de cenar nos desplazamos al comedor.

-¿Quieres ir arriba?- me preguntó Alex al ver mi cara de aburrimiento. Asentí y me siguió escaleras arriba hacia mi cuarto.

-Tengo una sorpresa- dijo él. Me cogió de las muñecas y me sentó en la cama. Después fue hacia el pasillo y trajo una bolsita color salmón con una cuerda del mismo color.

-¿Dónde lo has guardado?- pregunté cuando se sentó a mi lado.

-Me lo ha guardado tu madre.

-¿Desde cuando?- volví a preguntar.

-No hagas tantas preguntas y ábrelo de una vez- murmuró Alex.

Suspiré en silencio y levanté la mirada del regalo. Alex me miraba pacientemente y con media sonrisa dibujada en su rostro. Abrí la bolsa tirando de la cuerda y pude ver lo que había en su interior: un sobre color amarillo y una cajita pequeña blanca. No supe qué coger primero y, ante la impaciencia, saqué las dos cosas y las deposité sobre la cama. Miré a Alex intentando que me dijera qué debía desempapelar, pero el me hizo un ademán para que abriera alguno de una vez. Fui a por la cajita. La abrí lentamente y cuando la destapé del todo pude ver un colgante sobre una almohadilla de terciopelo. La cadena parecía de plata y tenía un colgante en forma de letra A. Era pequeñito, no demasiado exuberante, pero era precioso.

-Es precioso- musité aturdida.

-¿Quieres ponértelo?- dijo despacio. Asentí y se lo di. Retiré mi cabello y me lo pasó por delante, dejándolo caer sobre mi cuello. El tacto frío de sus dedos mientras me lo ataba provocó un escalofrío a lo largo de mi columna vertebral.  

-Gracias- musité y me giré para mirarle.

-Puede ser la inicial de tu nombre- me besó.

-O tu inicial- susurré cerca de sus labios, rozándolos cuando terminé de hablar.

-Según como tengas el ánimo- dijo bromista.

-Siempre será tu inicial- le miré a los ojos e intensificó el beso, dejando una ristra de caricias a lo largo de mi brazo.

-Deberías abrir el otro regalo- dijo sin alejarse de mí.

-Debería- le contesté y me alejé. Cogí el sobre mientras veía a Alex pasarse una mano por la nuca, claramente nervioso. Despegué el papel y cogí el que había en el interior. Lo desdoblé y empecé a leer.

-Vaya- suspiré cuando me dí cuenta de lo que era. Dos noches de hotel en el centro de Nueva York, en Brooklyn.

-¿Te gusta?- preguntó él ansioso.

-Me encanta- dije mientras seguía leyendo. Ir en Navidad a Nueva York era especial para mí. Lo echaba de menos, pero sobre todo echaba de menos a mis amigas. Y gracias a Alex las iba a ver. Le besé la mejilla y le musité un gracias, ansiosa de que el día llegase.

-Mi regalo comparado con esto es insuperable, pero aún así lo he intentado- dije remarcando mi poca maña haciendo regalos. Saqué la bolsa del fondo de mi armario y se la entregué.

-No creo que sea tan malo- intentó mejorar la situación, pero sólo quería coger el regalo y tirarlo por la ventana.

-Puedes devolverlo si quieres- sugerí mientras sacaba el reloj del pequeño maletín. No era un reloj caro, ni de piel, era un reloj deportivo. Siempre se reía del que yo llevaba, con cuentakilómetros, con cuenta pasos y muchas funciones más. Una vez que fui con mi madre a comprar lo ví y me acordé de Alex.




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