In Love

0. Hwagae Market

— ¡Si te olvidas de un solo ítem de esa lista voy a ahorcarte, Lee YoonGi! 

— ¡Yo también te amo, madre! 

El joven pelinegro rió ante la expresión cansada de su madre mientras se alejaba. Ella le conocía tan bien que sabía que debía "amenazarlo" para que ese mocoso no se tardara más horas de las necesarias en Hwagae Market, el viejo mercado entre las provincias de Daegu y Gwangjju, provincias que además eran enemigas y sólo mantenían contacto gracias al tratado del gran lugar de mercaderes. Y ésto su madre lo hacía solo porque YoonGi solía a veces haberse quedado dormido entre los caminos verdes en las áreas cercanas al mercado y como consecuencia olvidado algún ingrediente importante para los platillos de la señora. 

 

Salió de su morada tomando la bicicleta que descansaba siempre en la entrada y montándola de un salto, condujo con bolso en la espalda, tenue sonrisa al brillo del astro solar y alegría de la juventud hacia el mercado tan popular en la frontera de su querida ciudad natal. 

Daegu, para él, era todo. Era belleza, era pureza, una fuente inagotable de lugares por explorar, experiencias por recolectar... Su ciudad para él era lo más bello porque cuando el sol despuntaba y le tostaba la piel (La cual volvía a ser pálida al tomar sombra) y el viento le daba en la cara: Se sentía vivo y agradecido con la vida. 

YoonGi no era un chico alguien exigente, y de hecho, dentro de lo posible: Procuraba ser solo feliz. A sus dieciséis años no había sufrido demasiado, tenía una familia amorosa y respetuosa, no tenía hermanos pero tenía un amigo que podía considerar como uno y tenía la conciencia en paz, algo que aunque pudiera parecer nimio, era mucho más importante que cualquier otra cosa. Se aseguraba de tener una vida sana cuidando su cuerpo y pensamientos. Amaba dormir, sí. Pero es que nadie entendía que sus sueños eran un mundo de posibilidades que solo él podía investigar. No obstante, su realidad también era maravillosa. No podía pedir más...

Recorrió el pueblo donde vivía disfrutando, aunque se conocía de memoria cada piedrecilla del suelo, de la vista y el recorrido hasta su destino; ¡Todo se le hacía tan curioso ese día! De alguna manera sentía que había vuelto a nacer, que algo bueno ocurriría ese día, y sólo era un presentimiento desde lo más hondo y puro de su corazón. El día estaba deslumbrante y adjudicó su propio humor a lo fenomenal que se veía todo a su alrededor.

 

Se preguntó el por qué algunas personas no se permitían disfrutar de esas cosas que aunque parecían tan diminutas e insignificantes: Destellaban de importancia en su simplicidad. 

El cantar de las aves, el teñir del cielo a medida que el día avanzaba, el fresco viento que te daba en el rostro, la curiosa figura en las traviesas nubes... ¿Por qué las personas no se tomaban tres minutos de su vida para ser felices en esos pequeños detalles?

Todos corriendo siempre, de un lado para otro, todos tan ensimismados en sus problemas y asuntos que no se permitían mirar hacia su rodear, ese que muchas veces le presentaba la solución definitiva a sus problemas, pero todos parecían ignorar deliberadamente. Siempre tan de prisa, siempre tan ocupados...

Condujo por las lisas calles en los límites de su ciudad, a pocos kilómetros de donde residía puesto a pesar de la longitud del territorio; Él y su familia vivían mucho más hacia el norte, hacia los confines del estado. Pasando las adosadas casas de tejas y hormigón, todas tan pintorescas como podían serlo en los altos barrios, luego cruzando el puente sobre el lago, siempre resguardando rezagados entre una frontera y la otra, personas sin etiqueta y pertenencias en mano. Expulsados por sí mismos de una vida estable. Más adelante, y a medida que pedaleaba; Aquellos quienes su refugio era su arte, su techo era cualquiera que encontrara en el camino y su comida lo que las personas de noble y blando corazón les brindaran. Llegó al fin a los barrios bajos, aquellos donde las calzadas eran mediocres, las calles no tan lisas y los rostros sonrientes mostraban mucho más secretos de la dura vida que cualquiera. Estaba cerca de su destino, puesto la valla delimitadora que separaba a los pueblerinos de Daegu con todo lo demás: Podía verse a pocos metros de distancia. 

Pronto llegó al popular mercado deteniendo progresivamente su pedaleada y bajó de la bici para no atropellar a nadie en el camino. Con la lista de pedido que su madre le había encargado en una mano y la bicicleta siendo empujada con la otra, YoonGi recorrió el lugar con los labios abultados buscando las tiendas específicas donde encontraría sin mucho esfuerzo todo lo que su madre necesitaba que él llevase. 

Pescados, verduras, frutas, animales aun vivos por ser escogidos, telas, perfumes y hasta mujeres que prometían leer su futuro con solo leer tu mano y unas cuantas monedas, el lugar estaba concurrido como siempre, no abarrotado, pero al menos estaba lo suficientemente lleno como para no poder conducir entre los transeúntes... 



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En el texto hay: lgbt, chicoxchico, novelacoreana

Editado: 03.01.2019

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