Nota: A partir de éste capítulo, los siguientes estarán siendo narrados en primera persona por el protagonista.
El corazón me latía muy rápido.
Sabía que tenía que estar muy, muy mal de la cabeza si siquiera estaba considerando seguir a JiMin, quien ahora se decía llamar HoSeok y que por alguna razón se veía completamente diferente.
JiMin siempre me había parecido un chico muy lindo, a pesar de que a mí me gustaran las chicas, o algo así... él tenía un atractivo tierno e inocente y el brillo de sus ojos era mágico. En éste "JiMin" era distinto, había un aire tan angelical en su mirar, en sus expresiones, pero también había mucho dolor y miedo.
Éste chico tenía miedo. Casi o más que yo. No sé muy bien por qué lo hice. Pero lo seguí.
— Fuera más práctico si fuera una bicicleta doble — dijo mientras yo empujaba mi bicicleta caminando lado a lado de él. — Llegaríamos más rápido...
— ¿A dónde vamos? — aventuré a preguntar.
— Siento que me está llamando... Ese lugar, es como si supiera que puedo llegar allí no importa donde esté... — sonrió melancólico y me miró — Era especial... estoy recordando cada vez más cosas, YoonGi... Yo pasaba mucho tiempo allí... — continuó y yo no me detuve ni lo interrumpí un momento — Era mi escape... — soltó un suspiro y ladeó una sonrisa triste — Aun no recuerdo de qué escapaba. Pero sé que era mi lugar especial... ¡Tal vez por eso tengo una conexión con él!
Asentí y continuamos caminando, siempre siguiendo su camino.
— ¿Qué más recuerdas? — volví a preguntar, si aquello de verdad estaba pasando. Dios... pensé que estaba loco, pero si de verdad estaba pasando: Tenía que saber más.
HoSeok, a quien empecé en ese momento a aceptar por cómo decía que le llame, se quedó pensativo un momento. Tragó hondo y con la mirada clavada en el suelo habló:
— Sé que tenía quince años... y sé que estoy muerto, obviamente — se encogió de hombros y pude notar de reojo como sus ojitos que se habían vuelto más claros que los del original JiMin, se llenaban de lágrimas — No recuerdo como fallecí, pero sé que tenía una familia... ¿Verdad que tenía que tener una familia? ¿Una familia que perdió a un hijo, a un hermano...? — dejó la frase a medias porque se echó a llorar y yo me detuve, le puse una pata a la bici y me acerqué a él.
— Hey... oye... n-no no llores... — le pedí sin saber exactamente qué hacer. Era muy joven, atender las lágrimas se me daba terriblemente mal, y hacerles frente cuando no eran de mis ojos de dónde brotaban, definitivamente no era mi especialidad en aquellas épocas... — Claro que has de tener una familia que... que te extraña mucho y que seguro podrán saber que te sucedió...
HoSeok asintió estrujándose un ojo para disipar las lágrimas. Aunque era el físico de JiMin, definitivamente esa presencia era una de alguien completamente distinto.
— Jamás los veré de nuevo, YoonGi... Estoy muerto. — Me dijo en un hilo de voz — Y no sé por qué volví. ¿Qué hice de mal? ¿Dios no me quiere en el paraíso con él? — Negué con la cabeza y le acaricié el cabello por puro instinto.
— Estoy seguro que no hiciste nada malo, HoSeok-ie — le respondí con toda la sinceridad del mundo — Tú quédate tranquilo, vamos a descubrir que fue lo que sucedió ¿Sí? — Volvió a asentir y pude respirar nuevamente, pero dándome cuenta al instante de que ya lo estaba aceptando. Esto de verdad estaba pasando...
Llevaba ya varios minutos pensando en él como alguien más y no renegando lo que mis ojos veían, a quien mis ojos veían. Varias oportunidades llamándolo por un nombre cualquiera que lo conociera supiera no le pertenecía. Sin embargo, no se sentía equívoco. Cada vez me convencía más y más de ello.
Después de treinta minutos de recorrido, me di cuenta a dónde íbamos. Ese camino el cual había añorado y aprendido en tan poco tiempo, pude rápidamente seguir el ritmo de HoSeok mientras me guiaba torpemente hasta allí. Parecía como si él mismo no supiera a dónde íbamos, como si solo estuviese sido llevado por sus instintos. La colina. Pude verla a lo lejos, pero era por otro camino, no era por el típico que usaba para llegar a Hwagae Market sino que era entre los caminos verdes poco transitados.
Allí me di cuenta que si yo no conocía aquel sendero, ¿Cómo lo conocía él? Supe que nada de eso era nada de éste mundo. Era poco más de las dos de la tarde cuando comenzamos a subir el sendero hasta mi amigo el árbol.