Ryan Stocking:
Sentí mi alma desprenderse de mi cuerpo de una manera desgarradora al ver al que podría ser el amor de mi vida desplomarse ante mis ojos sin que pudiese hacer algo a la vez que el cuerpo de quien se hacía llamar mi padre caía a causa de un disparo por parte de agentes policiales. En ese momento solo deseaba que todo sea una de mis tantas pesadillas y al despertar todo sería relativamente normal pero la cruda realidad me estaba golpeando.
Pasaba día y noche preguntando que había hecho mal para merecer esto, que tan mal me porte en mi anterior vida que ahora estaba pagando en esta. Tantas emociones, tanto dolor me era imposible soportar pero lo estaba haciendo; todo estaba pasando tan rápido pero a la vez tan lento.
Los paramédicos me alejaron de Justine para poder atenderla pero no quería separarme de ella, quería permanecer a su lado, protegerla aunque fuera tarde. Tenía mis manos llenas de su sangre lo cual deducía que era una señal, de que yo era el culpable y ahora por mi culpa estaba muriendo, por mi maldita culpa. Aunque quisiera permanecer cerca de ella ellos me lo impedían, no pude evitar callar mis sollozos; mi felicidad era arrebatada y no había nada que pudiera hacer para evitarlo.
[...]
Carin y yo nos encontrábamos en la sala de espera mientras que Justine estaba en el quirófano; por otro lado mi padre estaba en el mismo hospital que Justine, el pronóstico era desalentador para el, no pude evitar sentirme mal, había una parte de mi que lo quería aunque era algo estupido dado que el me dañaba de todas las formas.
Las horas parecían eternas, cada segundo que pasaba me estaba torturando lentamente y de la peor manera, le pedía a Dios que la salvara y que no la separara de mi lado, la necesitaba sin ella no podría seguir...
Observe a Carin quien se encontraba sentada con sus codos apoyados en sus rodillas y sus manos cubriendo su rostro, me acerqué lentamente a ella, estaba igual o peor que yo, destrozados y desesperados, con el sentimiento de impotencia atrapado en el pecho.
–Carin, ¿gustas que te traiga un poco de café?– ella levantó su rostro y sus ojos se mostraban rojos y cristalinos.
Carin: –Está bien.– garraspeo antes de responder, su voz estaba rota.
–No me tardo.– no recibí respuesta y de inmediato fui por el café, iba casi corriendo, no quería tardarme mucho tiempo; quería estar cuando Just saliera del quirófano.
Baje al primer piso en busca de la bendita máquina del café que juro haberla visto por aquí. A unos metros de mi pude observar a una chica que estaba batallando por café, caminé hasta ella.
–¡Por un demonio, solo pido un poco de café! ¿Tan difícil es que me lo des?– espetó molesta la chica a la máquina.
–¿Necesitas ayuda?– le dije tocando su hombro con cuidado.
–Te lo agradecería mucho.– se hizo a un lado, la vi por un momento y tenía sus ojos llorosos, era pelirroja, pecas en la mayor parte de su rostro y poseía unos ojos azul cielo. –Seguro pensarás que soy una loca que se escapo de el área de psiquiatría al estar peleando con una maquina de café pero hoy no es un gran día por lo que podrás imaginar.– me dijo mientras era yo quien ahora batallaba por un poco de café, al final la máquina cedió y obtuve café. –Y tan fácil como eso...– mencionó suspirando. –Muchas gracias...– entrecerró los ojos tratando de adivinar mi nombre.
–Ryan, soy Ryan.
–Ryan, un gusto. Soy Emilia.– me dijo tendiéndome la mano la cual tomé.
–Un gusto Emilia.– le sonreí un poco y nos quedamos en silencio, uno bastante incómodo. –Yo voy a... un poco de– rompí el silencio y le señalé la máquina de café.
–Oh si, si. Yo me tengo que ir...– dijo retrocediendo lento. –Y otra vez gracias por el café.
–No hay de que.– me dedique a llenar los vasos de café.
–¿Oye no te gustaría dar una vuelta o tienes que hacer algo?– volví a escuchar la voz de Emilia.
–De hecho si, tengo que volver pero gracias por la invitación.
–Oh, que mal.–bajó la mirada.
Lo pensé un momento, no sé si Justine había salido ya o si aún seguía ahí dentro, creo que si hubiera salido ya Carin hubiese llamado.
–Aunque creo que podría tomar unos minutos más. ¿No tardaremos cierto?
–Será algo rápido, solo para distraernos un poco.
–Está bien.
Comenzamos a caminar por los largos y blancos pasillos del hospital hasta llegar afuera, al lado de emergencia. El aire frío se colaba entre la tela de mi ropa haciendo que mi piel se erizara; le di un sorbo a mi café y mire hacia el cielo, suspiré al verlo.
–Y dime Ryan, ¿eres de aquí?
–Si.– respondí fugazmente – ¿y tú?
–Algo así, estaba de pasada junto a mi papá.
–¿El está aquí?– pregunté.
–Si, está en cuidados intensivos. Tiene cancer terminal y como uno de sus últimos deseos era venir aquí así lo hicimos pero lamentablemente se agravó, le dio un infarto– su voz se cortó.